Angustias nacionales
Ya estamos una vez m¨¢s frente al problema de siempre, el ¨²nico que crea verdadero desasosiego al tiempo en el ciudadano y en el profesional de la pol¨ªtica, parece destinado a prolongarse por los siglos de los siglos, en cuya soluci¨®n no da la sensaci¨®n de avanzarse un mil¨ªmetro y que incluso provoca contradicci¨®n en el seno de uno mismo porque la opini¨®n de hace un instante acaba por resultar merecedora de dudas. En una situaci¨®n como la descrita -ante la que absolutamente todos reaccionan igual en el fondo aunque sea en apariencia de una forma contradictoria- no existen otras recetas que las m¨¢s sencillas y elementales. La esencia del liberalismo -el de verdad, no el que predica cierto g¨¦nero de forofo de ¨²ltima hora- consiste en tratar de entender las razones de los dem¨¢s. Cuando se intenta, a¨²n sin asumir estas ¨²ltimas, se respeta, al menos, a las personas.Es muy grave la declaraci¨®n que ha hecho Pujol y quiz¨¢ no ofenda tanto a los vascos en general como a quienes le admiramos. La rectificaci¨®n inmediata le ha permitido recuperar su estilo habitual y la rapidez tomada en hacerlo o en pedir perd¨®n le revela como un g¨¦nero de pol¨ªtico excepcional en Espa?a. Pero el contenido de lo que dijo no ha podido llegar a los o¨ªdos de los espa?oles a no ser por un cierto sentimiento de frustraci¨®n profunda que conviene tener muy en cuenta. Todo el mundo sabe que los signos de identidad de Catalu?a son m¨¢s acusados que los de otras partes de Espa?a, que fueron los catalanistas quienes hicieron posible el t¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n, del que todos se han beneficiado, y que han contribuido de forma decisiva a que, desde 1989, los Gobiernos espa?oles hayan sido mejores. Pero eso da la sensaci¨®n de no servir para nada. Para muchos, la cuesti¨®n vasca entra dentro de lo irremediable; Catalu?a, en cambio, -no s¨®lo el catalanismo- se sit¨²a dentro de lo que, de puro previsible, no hay que agradecer. Parece haberse instalado en la obviedad la visi¨®n de Pujol como una especie de cuco fenicio con quien se pueden mantener grescas peri¨®dicas que incluso resultan rentables de cara al electorado propio. Es lo que de forma espont¨¢nea les sale del ¨¢nimo no s¨®lo a Rodr¨ªguez Ibarra, sino a varios ministros del Gobierno de Aznar.
La propuesta de Ardanza parte de lo que, en mi opini¨®n, son dos espejismos, pero no s¨®lo no debiera ser objeto de rechazo frontal, sino que tendr¨ªa que ser agradecida. El primer espejismo consiste en pensar que un gesto o un acto de reinicio del proceso constituyente tendr¨¢n unas virtudes milagrosas para la pacificaci¨®n del Pa¨ªs Vasco. La verdad es que aqu¨¦lla depende en exclusiva de ETA y la posibilidad de lograr que ¨¦sta o los suyos evolucionen por ese procedimiento es modesta. De cualquier modo, ninguna oferta debiera poner en peligro la unidad de las fuerzas democr¨¢ticas. El segundo espejismo se refiere a la autodeterminaci¨®n o incluso a un posible plebiscito por la independencia. Si desde hace veinte a?os hubiera triunfado de forma clara en el Pa¨ªs Vasco un partido que la propusiera, yo creo que no habr¨ªa resistencia por parte del resto de los espa?oles. Por tanto, no debiera emplearse contra esta opci¨®n el argumento de la inconstitucionalidad. La experiencia -el caso de Quebec, por ejemplo- revela, no obstante, que los resultados de ese tipo de consulta suelen ser por escas¨ªsimo margen, cambian en corto plazo de tiempo y no revelan la realidad en todos sus matices. Pero debiera dejarse abierta la posibilidad de que una propuesta de este g¨¦nero tuviera alguna respuesta positiva por parte de los terroristas al mismo tiempo que no se descuidaba en absoluto su persecuci¨®n por parte de las fuerzas del orden.
En los ¨²ltimos d¨ªas ha abundado ese g¨¦nero de disputa gratuita entre quienes debieran ser, ante todo, solidarios. Pero se han o¨ªdo tambi¨¦n cosas inteligentes y discretas. Ha hecho bien Almunia en alabar la capacidad de rectificaci¨®n de Pujol. Ha dado en el clavo Mayor Oreja al se?alar que los nacionalistas est¨¢n necesitados del afecto de todos los espa?oles. Pero lo que, sobre todo, debiera animar a olvidar la propensi¨®n a la pelea son esas tres mujeres vascas cuyos maridos han sido asesinados por ETA y que hoy piden di¨¢logo y paz.
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