El Ayuntamiento retir¨® el a?o pasado m¨¢s de 700 vallas publicitarias ilegales
Unos ponen, otros quitan. Es el caso de las vallas publicitarias instaladas en contra de la normativa, que en Madrid limita su implantaci¨®n a los solares. Para el departamento municipal de mobiliario urbano, el quita y pon es una batalla habitual. "Cada a?o retiramos entre 600 y 700 vallas publicitarias ilegales. En 1997 quitamos algo m¨¢s de setecientas", explica su responsable Juan Jos¨¦ Fern¨¢ndez Villa. En la ciudad han proliferado los luminosos en los tejados. Algunos, como el de Torres Blancas, desaparecer¨¢n tras el verano, ya que el edificio ya est¨¢ protegido.
"Desde hace cinco o seis a?os se mantiene la t¨®nica de retiradas. Es una situaci¨®n estable, con el resultado final de que las vallas se van desplazando del centro a la periferia", puntualizan en el departamento municipal de mobiliario urbano. "La normativa es estricta y se lleva a rajatabla, las carteleras ilegales son bastante excepcionales", se?ala Bernardino Rodr¨ªguez, vocal de la junta directiva de la Asociaci¨®n General de Empresas de Publicidad.La ilegalidad m¨¢s frecuente es la instalaci¨®n sin licencia. El castigo municipal es la retirada del soporte y una sanci¨®n desde 50.000 pesetas hasta tres millones. Se calcula que en Madrid hay unas 3.000 vallas publicitarias. Su instalaci¨®n cuesta en torno a 500.000 pesetas, seg¨²n Rodr¨ªguez. Este desembolso medio incluye el alquiler del solar, el proyecto de instalaci¨®n y la licencia de obras.
El centro pierde vallas (escasean los solares, su ¨²nico territorio permitido), pero gana otros soportes publicitarios. A los tradicionales, como cabinas, autobuses o marquesinas, se ha sumado el mobiliario urbano (los chirimbolos) y las lonas que recubren edificios en obras.
Los anuncios grandes como casas son el ¨²ltimo grito en publicidad exterior urbana. Regulados desde 1993, en el Ayuntamiento sostienen que su implantaci¨®n no se ha disparado en exceso. "Lo que pasa es que son muy espectaculares, pero s¨®lo recibimos una treintena de solicitudes anuales", detalla Fern¨¢ndez Villa. "Es verdad que se ven m¨¢s porque son anuncios muy grandes, pero tambi¨¦n viven un auge fuerte", puntualiza el publicitario Rodr¨ªguez. La instalaci¨®n de un anuncio de lona sobre un edificio en obras suministra a los propietarios del inmueble unos ingresos que pueden sufragar el coste de los trabajos. Los inquilinos publicitarios pagan, de media, entre 500.000 y un mill¨®n y medio de pesetas por ello. Esta publicidad ha llegado de la mano de la obligaci¨®n de cubrir las fachadas en obras.
"Las lonas impiden la ca¨ªda de cascotes a la calle y en ese sentido son m¨¢s seguras incluso que las redes que se instalan cuando no hay anuncio", defiende Rufo Arroyo, de la empresa Citylux, especializada en esta publicidad.
El Ayuntamiento no se ha quedado atr¨¢s a la hora de sacar ventajas de los anuncios, y ha recurrido al mecenazgo publicitario para acometer rehabilitaciones (como la de la plaza del Marqu¨¦s de Salamanca), que, as¨ª, le han salido gratis. El mecenas paga la obra y, a cambio, se anuncia en las vallas que la protegen hasta que acaban los trabajos.
Torres blancas, sin cerveza
La publicidad madrile?a llega hasta los techos. Un centenar de luminosos adereza los tejados, al menos de momento. La cifra disminuir¨¢ despu¨¦s del verano, cuando, seg¨²n fuentes municipales, el Ayuntamiento apruebe la adecuaci¨®n de la ordenanza de publicidad al nuevo plan de urbanismo. ?ste ampli¨® el cat¨¢logo de edificios protegidos, en los que est¨¢ prohibida la exhibici¨®n de publicidad.Aunque en Mobiliario Urbano no enumeran los inmuebles que sufrir¨¢n la restricci¨®n, s¨ª recuerdan que uno de los afectados ser¨¢ Torres Blancas, del arquitecto Francisco Javier S¨¢enz de Oiza. Desde la primavera de 1996 luce un gran anuncio de cerveza. "A este paso, a lo mejor acaban poni¨¦ndole publicidad a Goya en La familia de Carlos IV", ironiz¨® entonces el arquitecto del edifico de la avenida de Am¨¦rica. "A la larga, ese anuncio desaparecer¨¢", dicen en el Ayuntamiento. Los vecinos perder¨¢n una fuente de ingresos que contribuye a afrontar los gastos de comunidad. Y Sainz de Oiza ya no tendr¨¢ que resignarse.
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