Pujol tiene raz¨®n
Vivimos en un pa¨ªs tan raro que los pol¨ªticos s¨®lo piden disculpas cuando dicen la verdad. Ser¨¢ para no sentar precedentes peligrosos. Es lo que ha hecho Jordi Pujol, tras preguntarse ret¨®ricamente a qui¨¦n tienen que dejar de matar los catalanes para caer tan simp¨¢ticos como los vascos. Por descontado, cuando Pujol dice "catalanes" quiere decir "nacionalistas catalanes" y cuando dice "vascos" se refiere a los nacionalistas vascos, como prueba el que le haya ofrecido las excusas no s¨®lo a Ardanza sino tambi¨¦n a Arzalluz, pero no a Iturgaiz o a Rosa Diez. Una vez aceptada esta sin¨¦cdoque inevitable (ser nacionalista siempre consiste en tomar la parte por el todo), hay que reconocer que su pol¨ªticamente incorrecta imprecaci¨®n resulta sociol¨®gicamente de lo m¨¢s atinada. Expresa un dolido reproche al comprobar que quien logra privilegios al socaire de la violencia mientras la deplora como un mal atroz pero inevitable obtiene la ventaja a?adida del estatuto de v¨ªctima, negado a quien los obtiene s¨®lo a fuerza de astucia pol¨ªtica. No entiendo por qu¨¦ la consternaci¨®n p¨²blica de esta evidencia debe despertar mayor esc¨¢ndalo que la evidencia misma, asumida con d¨®cil resignaci¨®n.Las contritas disculpas de Pujol han coincidido en la actualidad medi¨¢tica con la filtraci¨®n del documento de Ardanza, que verifica inapelablemente lo por ¨¦l antes dicho y luego deplorado. Por cierto, esa filtraci¨®n -lo mismo que antes la de recientes cartas psic¨®patas de etarras y la posterior de testimonios sobre la sabida deslealtad de Arzalluz al Estado democr¨¢tico- ha despertado protestas y recelos: nuestros pol¨ªticos est¨¢n tan convencidos de su eficacia que consideran da?ino cualquier exceso de informaci¨®n a la opini¨®n p¨²blica, no sea que el vulgo torpe vaya a estropear con su griter¨ªo las brillantes carambolas que nos preparan. Del documento mismo todo el mundo coincide en salvar -y yo con ellos- la buena voluntad del lehendakari y sus asesores, entendiendo por buena voluntad su convicci¨®n de que est¨¢n proponiendo lo que consideran mejor para Euskadi. Lo malo es que, como se ha se ?alado antes, los nacionalistas confunden a menudo sus intereses de parte y de partido con el bien com¨²n, sin¨¦cdoque err¨®nea que puede llevar a la mejor de las voluntades a empedrar el infierno. Y adem¨¢s ninguna buena voluntad garantiza el acierto estrat¨¦gico ni disculpa contrasentidos palmarios como los que se dan en ese voluntarioso escrito. Pero ?se nos conceder¨¢ al menos, con todas las debidas reservas, cierta buena voluntad a quienes lo criticamos?
Arriesgu¨¦monos otra vez. El documento tiene tres problemas principales: parte de una premisa discutible presentada como dato indudable, propone un sistema de conciliaci¨®n dif¨ªcil de asumir por la parte no nacionalista del conflicto y aspira a una soluci¨®n cuya verosimilitud resulta m¨¢s que dudosa. Parte de la premisa de que ETA nunca podr¨¢ ser puesta fuera de combate por medios exclusivamente policiales (tambi¨¦n menciona que HB no renunciar¨¢ a sus ideas antisistema sin una contrapartida pol¨ªtica, lo cual no es problema del mismo rango porque HB tiene derecho a pensar como le d¨¦ la gana siempre que no apoye sus programas en encapuchados y pistolas). Pero ?es seguro que ETA no puede ser vencida o suficientemente neutralizada policialmente? Hay algunos antiguos mandos de Interior que lo creen as¨ª y conoci¨¦ndoles uno tiende a darles la raz¨®n, pero s¨®lo mientras sea gente como ellos los que lleven la lucha antiterrorista. ?No podr¨ªan obtenerse mejores resultados con otros responsables menos dados a la chapuza parapolicial o a la rendici¨®n, con m¨¢s coordinaci¨®n con la polic¨ªa francesa, con todos los cuerpos de seguridad ar monizados y sin que ninguno de ellos funcione con el freno de mano echado por razones pol¨ªticas? La duda es, por lo menos, razonable.
El sistema de conciliaci¨®n entre los partidos, y HB ha de plantearse seg¨²n el documento partiendo de la Constituci¨®n y el Estatuto pero "sin l¨ªmites", es decir, como si la Constituci¨®n y el Estatuto no existieran. As¨ª ha de enfrentarse el meollo del asunto, a saber "la cuesti¨®n niacional". Lo malo es que muchos pensamos que en Euskadi lo que hay no, es una cuesti¨®n nacional sino una cuesti¨®n nacionalista, que no es lo mismo. La cuesti¨®n no es resolver el estatuto nacional de los vascos, cosa que poco inquieta hoy a la mayor¨ªa de ellos, sino en contentar las demandas de los nacionalistas m¨¢s radicales, que son quienes plantean por las buenas o por las bravas esa prioridad. El ¨²nico incentivo que cabe imaginar, por tanto, es hacer a ese colectivo minoritario algunas concesiones de mayor hegemon¨ªa nacionalista, las cuales no consiguen obtener sin ampararse en la necesidad de acabar con la violencia. Lo malo no es ir m¨¢s all¨¢ de la Constituci¨®n, que no es inmodificable, sino reformarla bajo el peso de amenazas y seg¨²n el criterio de los violentos aunque sean minor¨ªa. No es verdad que vaya a hacerse lo que quiera "la mayor¨ªa de los vascos", sino en todo caso lo que querr¨¢ la mayor¨ªa de los vascos para que dejen de amenazarles con las armas. Claro, esto es m¨¢s f¨¢cil de asumir por los nacionalistas -a los que no desagradan del todo las reclamaciones de los violentos- que por los no nacionalistas. Imag¨ªnense que la cosa fuera al rev¨¦s, que los terroristas pusieran bombas en las ikastolas para eliminar la ense?anza del euskera o que atentasen contra los cargos nacionalistas que exhiben en locales p¨²blicos la ikurri?a en lugar de la bandera espa?ola. ?Aceptar¨ªan tambi¨¦n de buen grado en este caso los nacionalistas un debate "sin l¨ªmites" constitucionales con los intransigentes?
Y por ¨²ltimo, la soluci¨®n del conflicto a que se aspira resulta inveros¨ªmil. Se dice que hay que proporcionar al MLNV alg¨²n "incentivo" pol¨ªtico para dejar la violencia. Pero lo que no se explica es por qu¨¦ este reconocimiento parcial de la rentabilidad del terrorismo llevar¨¢ a su abandono en lugar de a proseguirlo con tanto mayor ah¨ªnco para obtener el resto de lo que se pretende. Cierto, se impone a ETA la condici¨®n de cesar en el uso de las armas: pero se le autoriza a dejarlas sobre la mesa de negociaciones, desde donde vigilar¨¢n a los negociadores... que si no fuera por su amenaza no estar¨ªan negociando nada. Seg¨²n el documento, los mismos que van a conceder a los violentos parte de lo que reivindican les exigir¨¢n que no sigan pidiendo nada m¨¢s. ?Con qu¨¦ argumentos? Ardanza dice creer que al final del proceso el Pa¨ªs Vasco gozar¨¢ de un engarce a¨²n m¨¢s c¨®modo y s¨®lido en el Estado espa?ol. Pero ?es ese engarce lo que pretende violen
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tamente el MLNV? ?Se conformar¨¢n con cambiar de postura en la cama los que quieren levantarse de ella? ?No se gui?a el ojo a los terroristas insinuando que una vez quitado con mucho respeto el tap¨®n a la ba?era constitucional nada podr¨¢ impedir que se vaya toda el agua? En resumidas cuentas: ?la paz ha de basarse en una recompensa a ETA por dejar la violencia o en un castigo eficaz por ejercerla?
?stas son las objeciones a las que habr¨ªa tenido que responderse en la reuni¨®n de Ajuria Enea, donde el documento na cionalista fue presentado sin m¨¢s como un "lo tomas o lo dejas" cuyo l¨®gico rechazo debi¨® ser asumido por Iturgaiz, mientras Nicol¨¢s Redondo se escond¨ªa cobardemente detr¨¢s de ¨¦l. La situaci¨®n en Euskadi se parece mucho a la descripci¨®n que Josu Elorrieta, el Jos¨¦ Sol¨ªs de nuestro sindicato m¨¢s patri¨®tico, hace en una entrevista para Egin sobre lo que pasa en Navarra, esa obsesi¨®n del expansionismo nacionalista: "Aqu¨ª el problema. es el navarrismo, que niega los derechos ciudadanos y colectivos a todos los que no est¨¢n con el r¨¦gimen. El navarrismo legitima las mayor¨ªas pol¨ªticas y sindicales y los medios de comunicaci¨®n, de forma que todos los dem¨¢s quedamos excluidos". Si se cambia "navarrismo" por "nacionalismo vasco", queda expresado lo que pensamos los no nacionalistas de la CAV y nuestras objeciones a soluciones de paz como las del documento Ardanza. Lo que pasa es que no sabemos a qui¨¦n debemos dejar de matar para caer simp¨¢ticos.
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