En regeneraci¨®n, cinco a cero
El t¨¦rmino regeneraci¨®n suele poner nerviosa a mucha gente. Recuerda que sirvi¨® en el final de siglo para expresar angustias tormentosas y defender programas de imposible cumplimiento cuando no de efectos por completo extravagantes. Los regeneracionistas eran una especie de eruditos de pueblo que discut¨ªan a gritos, diagnosticaban sin pensar y recetaban crecepelos como varita m¨¢gica y remedio universal. El propio Costa, ejemplo de esa literatura torrencial, pas¨® en pocos meses de considerar, con machismo ejemplar, que Espa?a era un pa¨ªs de tan s¨®lo mujeres a considerar que, en realidad, sus habitantes eran eunucos. Como este g¨¦nero de Jerem¨ªas provincianos es dif¨ªcil de extinguir, se entiende que la regeneraci¨®n tenga mala fama. Pero la palabra puede servir tambi¨¦n para ponernos en contacto con otra realidad, m¨¢s actual e importante. El hecho es que, ahora que ha triunfado la democracia y que no existe un r¨¦gimen que en lo intelectual y en lo moral le resulte comparable, los seres humanos de finales del- siglo XX estamos profundamente descontentos con su funcionamiento. C¨®mo dar soluci¨®n a este problema debe estar en el centro de las preocupaciones de la pol¨ªtica en todas las latitudes y ocasiones.En la oposici¨®n, el PP prometi¨® con solemnidad e insistencia cambiar el modo mismo de hacer la pol¨ªtica. Ahora, confortablemente instalado en una situaci¨®n parlamentaria que le permite argumentar que no puede decidir por s¨ª mismo, ha demostrado una heroica capacidad de incumplimiento de su programa. No s¨®lo no ha buscado consensos para cambiar las leyes, sino que en sus nombramientos ha hecho lo m¨¢s antag¨®nico a lo que predic¨® en la oposici¨®n. En la televisi¨®n p¨²blica, la obsequiosidad vaselinosa de los locutores les hace levitar ante los ministros. Los fiscales han incorporado a sus obligaciones estar en el primer tiempo del saludo militar. El reparto de cargos ha descubierto la sabidur¨ªa del procedimiento de la consanguinidad que tanto contribuye a convertir en hogare?o el ejercicio del poder. Cuando aparece un supuesto caso de corrupci¨®n se ignora o se somete a un curioso procedimiento de tribunal de honor en el propio partido, que, aplicando una justicia privada, proporciona la temporal alegr¨ªa de la exculpaci¨®n de entrada sin llegar a darse cuenta del purgatorio por el que se pasar¨¢ luego. Con la regeneraci¨®n del PP ha sucedido lo que cuenta Baroja en sus memorias. Un pomposo remend¨®n, enfebrecido por la pasi¨®n de la ¨¦poca, titul¨® su taller La Regeneradora del Calzado.
Resulta obvio que la forma de comportarse los partidos depende mucho de si est¨¢n en el poder o en la oposici¨®n.
Sea por esta raz¨®n -o por honesto deseo de renovaci¨®n democr¨¢tica- el hecho es que las primarias del PSOE constituyen la iniciativa pol¨ªtica m¨¢s prometedora desde las pasadas elecciones. Las primarias en Estados Unidos tienen una tradici¨®n centenaria; su funcionamiento generalizado data de 30 a?os. No son un procedimiento m¨¢gico para resolver todos los problemas. Prolongan situaciones de interinidad y, a fin de cuentas, remiten a los militantes -una porci¨®n m¨ªnima de los espa?oles- una decisi¨®n que afecta a todos.
Pero la decisi¨®n es muy positiva por tres razones principales. En primer lugar, cambia el panorama pol¨ªtico de manera sustancial, pues con ella la pol¨ªtica espa?ola puede abandonar el empantanamiento en el pasado. El calificativo felipista -que pudo en su origen tener sentido y hoy es se?al indudable de que. a quien lo usa se le ha licuado el cerebro pretende condenar de forma irreversible a un partido. Los abonados a ¨¦l recuerdan lo que escribi¨® Kissinger sobre su interlocutor en las conversaciones de paz sobre Vietnam: "El leninismo de Le Duc Tho le hab¨ªa convencido de que ¨¦l comprend¨ªa mis motivaciones mejor que yo mismo". Hoy con el felipismo como invectiva pasa algo parecido.
Pero, adem¨¢s, las primarias abren un proceso irreversible -un reto para todos los partidos- al que deber¨¢n responder ante el elector o, de lo contrario, ser¨¢n sancionados por ello. Y, en fin, sin ninguna mala intenci¨®n ni tampoco necesidad de imaginar escenarios de crisis econ¨®mica, ?adivina alguien qu¨¦ puede pasar en unas primarias del PP con Aznar ante unas pr¨®ximas generales? En otras cosas sin duda no, pero en voluntad pr¨¢ctica de regeneraci¨®n, de momento, el PSOE gana por goleada.
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