"Cuando me pillaron, sent¨ª un gran alivio"
Los psic¨®logos concluyen que el "violador de Pir¨¢mides" agred¨ªa a sus v¨ªctimas porque se "sent¨ªa feo"
Arlindo Luis C. C., el mayor violador en serie de la reciente historia de Espa?a (ha confesado 140 ataques sexuales a mujeres), "es plenamente consciente de sus actos, aunque sufre un trastorno de su personalidad por evitaci¨®n". Los dos psic¨®logos. que por orden judicial han analizado su conducta concluyen en su informe que Arlindo, instalador de gas a domicilio, de 31 a?os, "padece un terrible complejo de inferioridad" ante el sexo femenino, en el que ve "una amenaza" capaz de "re¨ªrse" de su f¨ªsico (¨¦l se consideraba "feo"). Por eso las violaba.Durante cinco a?os, sus v¨ªctimas se acumularon en los ficheros policiales bajo un sello com¨²n: un hombre las abordaba por la espalda, cerca de las estaciones de metro, les pon¨ªa una navaja en la cintura o en el cuello y les susurraba: "Si gritas, te mato". Luego, les ordenaba que le agarraran por la cintura -"como si fu¨¦ramos novios", les dec¨ªa-, y las llevaba hasta un descampado, donde las violaba y robaba sus pertenencias. El robo era una- mera coartada; el sexo, su objetivo real.
La detenci¨®n a finales de enero del a?o pasado de Arlindo -conocido como el violador de Pir¨¢mides, por ser este distrito el escenario de casi todas sus fechor¨ªas- fue un alivio para ¨¦l mismo ("cuando me pillaron, sent¨ª un gran alivio: sent¨ª que ya se hab¨ªa acabado todo"). Tambi¨¦n lo fue para la polic¨ªa, a la que tuvo en jaque entre 1993 y 1997.
Confesiones
Arlindo, vecino de Fuenlabrada, casado y padre de un hijo, est¨¢ hoy en la c¨¢rcel a la espera de que se se?ale su juicio en la Audiencia de Madrid. Tras ser detenido, confes¨® 140 ataques sexuales a mujeres. Pese a ello, los jueces de la plaza de Castilla s¨®lo han logrado probarle algo m¨¢s de 30 agresiones o violaciones. "Tan abultado es el n¨²mero, que, jur¨ªdicamente, con vistas a una eventual pena, lo mismo da ya que sean 6 que 30", asegura un experto en derecho penal.El informe psicol¨®gico, que ya obra en el sumario y que suscriben los peritos Enrique Esbec y Blanca V¨¢zquez, ser¨¢ previsiblemente lo ¨²nico que ayude a este supuesto violador confeso a reducir una eventual pena. Tras varias entrevistas, el psic¨®logo Enrique Esbec sostiene que Arlindo se mov¨ªa "bajo dos registros". Uno, el que guiaba su personalidad por un cauce vital normal, y el patol¨®gico, que le hac¨ªa "sentirse inepto, inferior a los dem¨¢s", y que afloraba al exterior traducido "en una tremenda ansiedad por las mujeres" que se torno patolog¨ªa. Nacido en el seno de una humilde familia extreme?a, Arlindo, seg¨²n el informe psicol¨®gico, se cri¨® en una especie de cortijada en la que sus padres trabajaban como caseros.
Le indignaba la sumisi¨®n "y esclavitud" de sus progenitores "ante el se?orito" y due?o del cortijo. En su padre, Arlindo ve¨ªa "un hombre duro, exigente y distante" de su madre, seg¨²n cont¨® a los psic¨®logos. Le hubiese gustado ver a su progenitor rebelarse contra "el se?orito explotador". Tambi¨¦n evoca con escepticismo otra faceta de su padre: "Le gustaba regalar productos de la huerta a los poderosos del pueblo". Ya por entonces, Arlindo (Relindo, como ir¨®nicamente le llamaban las compa?eras del colegio) apagaba sus frustraciones infantiles "con masturbaciones compulsivas", afirma Esbec.
Durante su infancia desarroll¨® un complejo sentido de la autoestima: "En el cortijo, el agua escaseaba, y yo, a escondidas, iba a una fuente y me lavaba sin que nadie me viera". Su timidez impregn¨® sus relaciones con las compa?eras del colegio. "Se re¨ªan de m¨ª porque ten¨ªa la nariz y las orejas grandes". Carec¨ªa. de "valent¨ªa para acercarse a las chicas y tend¨ªa a aislarse para no sufrir la humiIlaci¨®n de ser rechazado por ellas". Su primer episodio delictivo se produjo cuando ten¨ªa 16 a?os. "Le toqu¨¦ a una compa?era de clase; mis padres y los suyos hablaron y todo se qued¨® ah¨ª...".
A?os despu¨¦s se cas¨® con la que hoy es su esposa y madre de su hijo. "Me cas¨¦ con ella porque la quer¨ªa mucho, pero no por atracci¨®n sexual". Si le hubiese atra¨ªdo, habr¨ªa visto en ella una amenaza y jam¨¢s se hubiese desposado con ella, afirman los psic¨®logos. M¨¢s que una pareja sexual, su esposa se convierte tras el matrimonio en el sustituto natural de su madre, alguien "protector".
Llamadas telef¨®nicas
La pareja se traslad¨® a Madrid en busca de trabajo y mejor vida a finales de los ochenta. El anonimato que proporciona el bullicio de la gran ciudad activa sus dos registros vitales, reprimidos en su pueblo natal. Su hiperactividad sexual se tradujo en groseras llamadas telef¨®nicas a mujeres.Trabaja en Madrid como vigilante, descargador... Y tiene amigos que ignoran por completo su quehacer delictivo cuando cuelga el mono. En Madrid descubre un mundo que facilita sus fechor¨ªas y que, a la vez, le aprisiona: "Al llegar a Madrid, ya casado", narr¨® a los psic¨®logos, "me sent¨ªa acorralado en un mundo que no conoc¨ªa, vagabundeando por ah¨ª. Iba sin rumbo, a veces no me pod¨ªa controlar, segu¨ªa a una chica y casi me mareaba. Me ten¨ªa que parar en una fuente y echarme agua...". Tambi¨¦n era suspicaz: "Cuando iba por la calle, sent¨ªa que la gente me miraba". Si, por casualidad, alguien se re¨ªa a su paso, ¨¦l pensaba que se re¨ªan de su "nariz y orejas".
Pese a sus trastornos e irreprimibles frustraciones sexuales, Arlindo "es inteligente", sostienen los psic¨®logos. Sabe actuar y borrar las pistas para no ser cogido por la polic¨ªa: "Echame la mano por la espalda, como si fu¨¦ramos novios...", dec¨ªa a sus v¨ªctimas. Dej¨® de actuar un a?o, tras conocer por la prensa que la polic¨ªa le buscaba. "Cuando estaba ocupado, o con mi mujer y mi hijo en casa, no pensaba en nada malo", confes¨® Arlindo a los psic¨®logos. En el fondo ten¨ªa un deseo inconsciente de que le detuvieran. "Sent¨ª que, por fin, todo se hab¨ªa acabado. Y me dije: ya no podr¨¦ hacerlo m¨¢s".
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