Mares y oc¨¦anos: nuestro futuro, en juego
El Mediterr¨¢neo es una de las m¨¢s extraordinarias realidades de nuestro planeta desde donde afrontar seriamente el futuro. Cuna de civilizaciones milenarias y faro de la historia universal durante los dos ¨²ltimos milenios, el Mare Nostrum est¨¢ hecho de confrontaciones dolorosas, pero sobre todo de di¨¢logo civilizador. Este c¨²mulo cultural, transformado de muchas maneras en patrimonio de la humanidad, ya es referencia imprescindible de todas las otras grandes civilizaciones y culturas del mundo.Y, sin embargo, la plataforma de todo ese rico pasado y singular potencial de futuro est¨¢ ahora en grave peligro, amenazado no s¨®lo por la suma de las desidias y de las acciones devastadoras que ocurren en su propio entorno, sino tambi¨¦n por la ignorancia, el ego¨ªsmo y el creciente impacto humano negativo, tanto sobre este Mediterr¨¢neo como sobre los dem¨¢s mares y oc¨¦anos del planeta Tierra. Lo impresionante es que todos esos mares y oc¨¦anos forman, al fin de cuentas, un inmenso ¨²nico oc¨¦ano amenazado de muerte.
Cu¨¢ndo ahora hace 30 a?os iniciamos formalmente las actividades del Club de Roma (en la Acaciemia Linccei de Roma, junto al Mediterr¨¢neo), constituidos en foro internacional de estudios y debates sobre los m¨¢s diversos problemas globales, interdisciplinarios y a largo plazo, estuvimos demasiado centrados en una visi¨®n deformada del planeta -tal y como lo sigue siendo a¨²n muy frecuentemente en el mundo-, considerando sobre todo el planeta Tierra (la Tierra, simplemente, como suele denominarse), cuando en realidad ser¨ªa menos incorrecto hablar del planeta Oc¨¦ano si pensamos que un 70% de su superficie corresponde a ese gran oc¨¦ano planetario y s¨®lo un 30% a la tierra que nos acoge de hecho. En todo caso, son la tierra, el mar y la atm¨®sfera las que constituyen un todo interactivo, lo cual hace posible la vida, la biodiversidad.
Concretamente, cuando se estudia el grav¨ªsimo e inminente fen¨®meno actual del efecto invernadero -causado especialmente por las emisiones masivas del CO2-, los an¨¢lisis se suelen limitar a sopesar las interacciones de la atm¨®sfera con la tierra (bosques tropicales h¨²medos y vegetaci¨®n, por ejemplo), pero rara vez se muestra la inmensa importancia que tiene la absorci¨®n del C02 por los oc¨¦anos y mares, entre el batir de sus olas y la capacidad, en cierto modo ilimitada, de absorci¨®n del CO2 por las arcillas abismales. Con el consiguiente cambio de clima pasa algo similar, al olvidar que uno de los factores m¨¢s directamente influyentes en los dram¨¢ticos cambios son las variaciones sufridas por los gradientes de temperaturas, lo cual modifica las corrientes oce¨¢nicas, al punto de producirse fen¨®menos tan dram¨¢ticos como el ahora ya tristemente famoso de la corriente de El Ni?o, primera evidencia que la opini¨®n p¨²blica mundial tiene actualmente de las nuevas graves realidades que desaf¨ªan a nuestro planeta.
Por otra parte, la m¨¢s que probable elevaci¨®n media de las temperaturas significa que la fusi¨®n de los casquetes polares del planeta est¨¢ a algunas d¨¦cadas vista y que con ello se cierne una real amenaza directa para todos los asentamientos humanos costeros, siendo as¨ª que las grandes concentraciones humanas del mundo se encuentran en m¨¢s de un 60% en las franjas litorales de los diversos continentes y son, por si mismas, las ecol¨®gicamente m¨¢s fr¨¢giles, porque en ellas se concentra cerca del 90% de las sustancias contaminantes.
A lo largo de la historia, y sobre todo a. lo largo de este siglo, con particular ¨¦nfasis desde la revoluci¨®n industrial y tras la II Guerra Mundial, los mares y oc¨¦anos est¨¢n siendo tratados como el gran cubo de la basura adonde va a parar una gran parte de los desechos de nuestra insaciable y derrochadora actividad consumista. Ello es debido, probablemente, a que hasta no hace mucho tiempo se pens¨® que los productos contaminantes pod¨ªan ser absorbidos por la inmensidad del oc¨¦ano sin perjudicar a los ecosistemas.
Todo esto es particularmente grave en el caso del sufrido Mediterr¨¢neo, ante cuya alarmante contaminaci¨®n y deterioro se acord¨® uno de los primeros planes, hace no demasiados a?os, para su protecci¨®n y recuperaci¨®n: un plan azul que apenas ha prosperado a¨²n. El Mediterr¨¢neo, al igual que otros mares y oc¨¦anos, sufre los demoledores efectos de los productos venenosos que son arrastrados por las lluvias hacia los r¨ªos que en tales casos van nada po¨¦ticamente hacia la mar, asociando, eso s¨ª, la muerte con el mar. En la Tierra se origina el 77% de la contaminaci¨®n marina y la moderna agricultura, derrochadora de abonos y herbicidas, es la primera causa de este proceso de envenenamiento acumulativo que afecta a la inmensa variedad de especies animales y vegetales que viven en los mares (muy superior en n¨²mero frente a los que viven a expensas de la tierra), aparte de ir contaminando progresivamente tambi¨¦n las grandes reservas acu¨ªferas subterr¨¢neas de la plataforma terrestre. Los residuos met¨¢licos son omnipresentes, con mercurio, plomo, desechos radiactivos y otros productos muy peligrosos para la salud. El turismo es; otra de las causas destacadas de la degradaci¨®n marina, sobre todo dado que cerca del 90% de las aguas residuales y de los residuos s¨®lidos que se vierten no son previamente tratados.
Estas realidades son algunas de las muchas razones que han movido a las Naciones Unidas a declarar este a?o 1998 a?o internacional de los oc¨¦anos, el cual coincide con la celebraci¨®n de la Expo en Lisboa, dedicada tambi¨¦n a los oc¨¦anos, y durante la que se presentar¨¢n el informa final y la declaraci¨®n de la Comisi¨®n Independiente Internacional de los Oc¨¦anos, constituida hace ya cerca de dos a?os bajo el liderazgo del ex presidente Mario Soares y a la que me honro en pertenecer.
De este modo quiz¨¢ logre marcar el a?o 1998 el comienzo de una ¨¦poca o, mejor a¨²n, de una era de los oc¨¦anos, para que nosotros los humanos empecemos a promover una cultura a favor de los mares y oc¨¦anos en nuestro propio ego¨ªsta inter¨¦s.
Por consiguiente, ahora, en v¨ªsperas del nuevo milenio, necesitamos adoptar una nueva visi¨®n que gu¨ªe en el futuro las relaciones, entre los hombres y el oc¨¦ano, en la esperanza de un comportamiento mejor. Por de pronto, los pa¨ªses m¨¢s industrializados y ricos del mundo empiezan a reconocer, aunque modestamente, los excesos del estilo de vida consumista en que se han desenvuelto, pese a la pobreza de dos cuartos de la humanidad, junto con la hambruna de otro cuarto.
Los a?os siguientes a la Declaraci¨®n de R¨ªo de Janeiro de 1992 han mostrado una intensificaci¨®n en la preocupaci¨®n sobre nuestras relaciones con la biosfera, as¨ª como un reconocimiento sobre el considerable papel que los oc¨¦anos pueden desempe?ar ante el drama global que ahora empezamos a conocer en toda su amplitud. En consecuencia, es urgente intensificar, en todos los ¨¢mbitos y a todos los niveles de decisi¨®n, los esfuerzos a favor de una m¨¢s amplia informaci¨®n y de una generalizaci¨®n del conocimiento disponible, empezando por los sistemas educativos y los sistemas inform¨¢ticos y de comunicaci¨®n social, aprovechando tambi¨¦n las nuevas tecnolog¨ªas de comunicaci¨®n de masas.
A partir de ah¨ª resulta de la mayor importancia promover la participaci¨®n de la sociedad civil, de la opini¨®n p¨²blica y de la opini¨®n profesional especializada, gracias a la organiziaci¨®n de estudios, foros y debates que permitan conocer el estado real de cada uno de los mares y oc¨¦anos, y de todos ¨¦stos en su conjunto, as¨ª como de la interacci¨®n de ¨¦stos con la biosfera, identificando los problemas nuevos emergentes y las tendencias m¨¢s probables para incitar a la acci¨®n preventiva y resolutiva de todos los responsables.
Por otra parte, es imprescindible contar con mecanismos independientes que sirvan de vigilancia y de tribunales coercitivos para los ciudadanos de todo el mundo, sin distinci¨®n del poder econ¨®mico, pol¨ªtico o militar del pa¨ªs de procedencia. Sin embargo, nada de esto ocurrir¨¢ ni tendr¨¢ el debido impacto si no va acompa?ado del convencimiento de los ciudadanos y de su participaci¨®n activa.
Es hora de actuar sin pausa ante el peligro de alcanzar situaciones irreversibles o un punto de no retorno. Sin embargo, queremos llevar a todos los j¨®venes del mundo el mensaje de esperanza al que tienen derecho para que sepan que a¨²n no es demasiado tarde; que el futuro del mundo se presenta lleno de posibilidades y de felicidad. La ¨²nica condici¨®n para ello es asumir cuanto antes la parte al¨ªcuota de nuestros respectivos deberes: aquellos que nosotros, los de nuestra generaci¨®n, no hemos sabido o querido tomar en mano, con lo que no nos hemos hecho acreedores de los derechos que insistentemente reclamamos.Tenemos que lograr pasar cuanto antes a reconocer y cuidar el Mare Nostrum de la humanidad -es decir, todos los mares y oc¨¦anos- como patrimonio mundial de la humanidad.
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