Va en serio
Cuando comenzaba el a?o, las cosas distaban mucho de plantearse como ahora. Joaqu¨ªn Almunia segu¨ªa diciendo que no tocaba hablar de candidato a la presidencia y los barones del PSOE miraban con ojos golositos a Felipe Gonz¨¢lez. Luego, a finales de enero, todo comenz¨® a precipitarse. El presidente de la Junta de Extremadura dijo en alta voz lo que otros rumiaban en silencio: "No descarto a Gonz¨¢lez como candidato y pongo su nombre encima de la mesa". Almunia reaccion¨®: convocar¨ªa unas primarias, aunque nadie hab¨ªa pensado todav¨ªa que llegara a celebrar se una elecci¨®n abierta y competitiva.El ¨²ltimo en pensarlo era el mismo Almunia. Secretario general del PSOE por designaci¨®n de Gonz¨¢lez, ratificada, como de costumbre, por un congreso, Almunia buscaba un respaldo suplementario para fundir de nuevo las dos figuras de m¨¢ximo responsable del partido y de candidato a la presidencia del Gobierno que el ag¨®nico irse sin marcharse de su principal valedor hab¨ªa separado. No bastaba que ese respaldo procediera de la ejecutiva ni del comit¨¦ federal, criaturas del mismo congreso. Lo necesitaba, o cre¨ªa necesitarlo, de la base, de la militancia. Y aunque nada le obligaba a dar el paso de convocar unas primarias lo dio. Es una iniciativa que le honra.
Pero lo dio en el buen entendido de que s¨®lo se presentar¨ªa un candidato, al que la comisi¨®n ejecutiva entregar¨ªa su apoyo total y sin fisuras. El mismo Almunia confes¨® que le habr¨ªa gustado un solo candidato en las primarias vascas, o sea que le habr¨ªa gustado que las primarias no fueran tales, sino un remedo de lo que ocurre en el ¨¢mbito cerrado del congreso: se presenta una candidatura y los delegados la votan. Eso es lo que pasa hoy en todos los partidos: elegir significa ratificar con una papeleta una decisi¨®n, tomada previamente por el restringido c¨ªrculo de los que mandan. La costumbre invitaba a convocar una elecci¨®n seg¨²n el model¨® de refer¨¦ndum.
Y aqu¨ª es donde irrumpe Jos¨¦ Borrell, un candidato que no ha sido invitado por nadie y que a nadie ha pedido la venia, pero que tiene posibilidades reales no ya de conseguir un buen resultado, sino de ganar. Las tiene, ante todo por ¨¦l mismo, por sus dotes de polemista, la superior articulaci¨®n de su discurso, la eficacia de su gesti¨®n y esa especie de socialismo premarxista, de ingenier¨ªa social, que tan bien conecta con la cultura pol¨ªtica del afiliado medio; pero las tiene adem¨¢s porque, siendo hombre de partido y, miembro de dos ejecutivas, no lo es de aparato ni de clan y, en consecuencia, los afiliados no percibir¨ªan su eventual triunfo como un riesgo para la organizaci¨®n, que saben en manos de dirigentes honestos y experimentados.
Ah¨ª radica quiz¨¢ la raz¨®n del susto que este inesperado aguafiestas ha disparado en las altas esferas del PSOE. Si Borrell aparece m¨¢s vivo pol¨ªticamente, m¨¢s vigoroso y resuelto, m¨¢s atractivo para una militancia af¨¢sica y desmoralizada, y si no se presenta como competidor del secretarlo general en lo que tiene de responsable de la organizaci¨®n, sus posibilidades de ganar se multiplican. Un afiliado medio podr¨ªa incluso pensar que con Borrell y Almunia tendr¨ªa el t¨¢ndem ideal para espantar de una buena vez los fantasmas del pasado: un dirigente s¨®lido al frente del partido y un tipo con empuje pol¨ªtico para la presidencia del Gobierno.
Y as¨ª se echaron a volar todas las expectativas hasta que el m¨¢ximo dirigente org¨¢nico avis¨® a los afiliados: ojo, amigos, nada de bromas; si no me eleg¨ªs, me voy de la secretar¨ªa general. Con esa amenaza se present¨® Nicol¨¢s Redondo Terreros a las primarias vascas y con ella amag¨® Almunia en las espa?olas. Luego, ha reconsiderado la situaci¨®n y, tras afirmar que la ejecutiva ten¨ªa el derecho y la obligaci¨®n depronunciarse por un candidato, sigue rectificando en aras de su propia credibilidad. La ¨²ltima trinchera es que cada cual se pronuncie a t¨ªtulo individual. Las cosas, pues, van en serio: habr¨¢ verdaderas elecciones internas. Es el primer tanto de Borrell haberlo conseguido. -
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