Noche inconclusa de buena m¨²sica

La escena musical brit¨¢nica lleva un tiempo reafirmando, tras unos lejanos a?os de confusi¨®n, que, una vez m¨¢s, su supremac¨ªa como creadora musical e indiscutible innovadora est¨¢ muy por encima de lo que pueda surgir fuera de sus islas. Grandes artistas de calidad como Portishead, Trycky o Massive Attack, entre otros muchos, conviven con peque?as formaciones que surgen continuamente.Cornershop es quiz¨¢ una de esas formaciones que, de forma m¨¢s modesta pero con indudable inter¨¦s, solidifican una m¨²sica perteneciente a los noventa y dominada por la libertad. Libertad sobre todo a la hora de escoger instrumentos, de fusionar mundos, de acercar cualquier posibilidad entre las que se encuentra la adopci¨®n sin reparos de las m¨¢quinas, que han entrado a formar parte ya no s¨®lo de los locales de baile, sino de las bandas; ahora son componentes del elitista mundo del instrumento musical, lo enriquecen y lo revalorizan.

La banda de Tjinder Singh, vocalista y productor de la mayor¨ªa de los temas de When I was born for the seven time, su tercera y ¨²ltima entrega discogr¨¢fica, une Oriente y Occidente, el geetar, el funk y los ritmos contundentes del hip-hop sin fisuras ni estridencias.

En la madrile?a sala Caracol, la buena m¨²sica de Cornershop s¨®lo pudo escucharse durante tres escasos cuartos de hora de un recital en el que la apat¨ªa de su vocalista contrastaba con la riqueza de sus ecl¨¦cticos y r¨ªtmicos temas. Acompa?ados por unas pantallas desplegadas tras el escenario, en las que no cesaron de aparecer luminosas im¨¢genes de caligraf¨ªa y danzas hind¨²es, Cornershop no quiso agotarse en el concierto y se despidi¨® sin bises, dejando al p¨²blico perplejo y la noche inconclusa.