Los tulipanes
Me lo recomend¨® un alto mando del Ayuntamiento en cuestiones arb¨®reas y florales (en pr¨®ximas entregas respetable p¨²blico, queridos Eugenio Su¨¢rez y Enrius, har¨¦ espectaculares revelaciones sobre ciertos encuentros en la tercera fase). "No dejes de ver los tulipanes de Madrid, y espero que no les cuentes luego a tus lectores que est¨¢n mal". De modo que me fui muy d¨®cil a contempl¨¢rselos y comparezco hoy en esta columna para propalar a los cuatro vientos que los tulipanes madrile?os "van bien''. Rojos y gualda en Col¨®n, con un fondo de pensamientos morados algo republicano, en torno a la gorda de Botero. Rojos a lo largo de Recoletos y el primer tramo del paseo del Prado, aunque con un fondo de pensamientos amarillos que tranquilizar¨¢ a los m¨¢s patriotas. Un ejemplar que se yergue frente a la Real Academia, encarnado y oro al fifty-fifty, sintetiza mejor que mil palabras tales sentimientos. En lo que se llam¨® y quiz¨¢ se siga llamando "Sal¨®n del Prado", es decir, entre Cibeles y Neptuno, no s¨®lo hay tulipanes "cubriendo la carrera" a ambos lados de la calzada, sino en torno a las fuentes y fuentecillas. En ¨¦stas, de construccion reciente, una placa advierte que el agua no es potable. Ya que las circunstancias arriba consignadas me convierten esta vez en cronista meticuloso, cuasi notarial, me permito puntualizar, con todos los respetos, que ni potable ni na. En la parte frontal no hay ca?os. En la trasera, frente al Banco de Espa?a, existen unos grifos ornamentales que accion¨¦ con profunda dedicaci¨®n, pero ni una gota del l¨ªquido elemento tuvo a bien brotar.Y me paro en seco al llegar a Neptuno. Desde que mis ojos, que se han de tragar la tierra, avistaron la decapitaci¨®n arb¨®rea de este a?o, hago toda clase de trampas para seguir hacia Atocha soslayando este paseo, antes tan frondoso, pr¨®cer, acogedor, risue?o, amigo, tan amado por m¨ª. Me voy por Alfonso XII, o por Medinaceli, Jes¨²s, F¨²car, y trato de no mirar desde los extremos, que "no me quiero enter¨¢", que no me da la gana sufrir tanto. Adem¨¢s, creo recordar que en este tramo no hab¨ªa tulipanes, salvo, quiz¨¢, en torno a la fuente-homil¨ªa donde, entre otras solemnes frases que nunca llegu¨¦ a descifrar del todo, se nos suelta algo as¨ª como que la pol¨ªtica tiene que ser cat¨®lica, apost¨®lica, romana y tal y tal. Por si el lector amado, Eugenio y Enrique no la localizan con esta explicaci¨®n, se trata de la que est¨¢ enfrente del hoy Ministerio de Sanidad y Consumo, antigua sede del Sindicato Vertical (por cierto, he o¨ªdo que vuelve).
Am¨¦n de esta laguna y de otros avistamientos florales que no consigno para no ponerme pesado, pl¨¢ceme corroborar desde estas p¨¢ginas a mi nuevo amigo que, en efecto, los tulipanes que por estas fechas ornan el Madrid de Carlos III y otros rincones de la ciudad est¨¢n preciosos. Gracias y enhorabuena al excelent¨ªsimo Ayuntamiento por estos primores, que nos aportan color, un puntito de poes¨ªa y ganas de vivir por estas calendas primaverales. No necesito aclarar, digo yo, que la belleza descrita, y mi alabanza, poseen plena vigencia al escribir estas l¨ªneas, mas quiz¨¢ ya no sea as¨ª cuando se publiquen: las flores son ef¨ªmeras por naturaleza, qu¨¦ le vamos a hacer.
Perge?o esta tribuna en s¨¢bado supersabadete, v¨ªspera de Semana Santa. Los madrile?os se est¨¢n escapando de Madrid por cientos de miles; a pesar de los adversos pron¨®sticos meteorol¨®gicos, ya llegan a las costas las avanzadillas, ya invaden, tiritando, las playas. Todas las teles informan como locas de la zarabanda y todas coinciden en a?adir que esto se debe a la bonanza econ¨®mica, luego existe, y hay, en estas fechas sagradas, una exacerbaci¨®n sin precedentes del consumismo.
Pues, ?cuidadi?o!, hermanos, y no lo digo s¨®lo por esa futesa del infierno, sino tambi¨¦n porque, ya que estamos en ello, a los holandeses del siglo XVII les ocurri¨® algo curios¨ªsimo con los tulipanes, algo que se presta mucho a la moraleja y al parang¨®n: no se sabe por qu¨¦, esta flor se convirti¨® de pronto para ellos en el objeto m¨¢s preciado. Se pagaron fortunas por un solo bulbo, mucha gente se arruin¨®, destroz¨® su vida, se suicid¨®. Ojal¨¢ no pase lo mismo, aqu¨ª y ahora, con el coche.
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