Resucitar
Se?or Jes¨²s:Como usted es omnisciente, sabe que un servidor tiene 37 a?os, cat¨®lico de nacimiento y agn¨®stico desde el d¨ªa de mi Primera Comuni¨®n. No creo en casi nada, pero me dejo llevar sutilmente por lo que aprend¨ª de mis mayores. Envidio a los muertos porque resucitan enseguida y andan por ah¨ª a su aire sin que nadie los moleste. El motivo de esta carta es darle a usted las gracias por los acontecimientos que me han ocurrido en los ¨²ltimos d¨ªas, que resumo aqu¨ª.
Jueves Santo. Al mediod¨ªa, se me plant¨® en el alma una desesperaci¨®n suicida por los motivos que usted conoce. Me dirig¨ª al Viaducto, dispuesto a volar para siempre. Mi ¨¢ngel de la guarda, lloroso, intentaba por todos medios disuadirme. Pero mi ¨¢ngel malo, que tambi¨¦n es fino, gritaba: "?Venga ya, salta de una vez, mam¨®n!". Entre los dos me alborotaron y tuve que increparles para que me dejaran en paz. Se enzarzaron en discusiones y llegaron a las manos. Ante tan bochornoso espect¨¢culo, los dej¨¦ plantados y me fui de vinos. Tras la siesta, me levant¨¦ hecho polvo y me dije: "Algo hay que hacer para espantar la angustia vital". Saqu¨¦ de un ba¨²l el traje de cofrade del cristo de Medinaceli, ¨²nica herencia que me dej¨® mi abuelo. Me lo puse y me infiltr¨¦ a las ocho de la tarde en la procesi¨®n del Gran Poder. En ning¨²n momento hubo ¨¢nimo blasfemo. Todo lo contrario: quer¨ªa salvarme como fuera. A mi modo, iba henchido de devoci¨®n. En la calle de Sacramento, una saeta me atraves¨® el coraz¨®n, me saltaron las l¨¢grimas y abomin¨¦ de mis culpas.
Viernes Santo. Con mi traje de nazareno, participo en la procesi¨®n del Silencio. En Callao casi levito; el alma se me llena de trompetas. Lloro m¨¢s, sin saber porqu¨¦, pero con ganas.
S¨¢bado Santo. Me levanto como una rosa. Tengo paz en las entra?as. He resucitado. Lo celebro invitando a torrijas al ¨¢ngel de la guarda. Al Viaducto, que lo zurzan. Ya creo en algo: en los milagros. Esto hay que celebrarlo.
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