Luis D¨ªez del Corral se nos ha ido
Toda persona que muere se va de este mundo, dej¨¢ndonos a nosotros en ¨¦l. Pero unos se van y otros se nos van y este pronombre posesivo tiene su importancia. El caso de D¨ªez del Corral no es que s¨®lo se ha ido sino que se nos ha ido, llev¨¢ndose no solo su magisterio sino su personal afecto, llev¨¢ndose, en suma parte de nosotros mismos. En lo magistral nos ha dejado sus magistrales escritos, que, en su hora postrera, ha tenido la alegr¨ªa de ver reunidos en cuatro grandes vol¨²menes de sus Obras Completas, editados por el Instituto de Estudios Constitucionales a causa de su dilecta amiga y disc¨ªpula, Mar¨ªa del Carmen Iglesias.Pero la vida que se nos ha ido, esa no queda archivada ni en un libro de memorias, ni en ning¨²n retrato autobiogr¨¢fico que la elegante reserva y modestia de Luis siempre hubiera rehuido. Pero aunque hubiera transitado por esos caminos de vanidad y egolatr¨ªa, tendr¨ªamos con ello al hombre completo, corporal y espiritualmente hablando. Su porte distinguido, su perfil aristocr¨¢tico, sus ojos vivaces, en¨¦rgicos o curiosos, interrogantes o afables, su acogedora sonrisa, todo revelaba un alma rica en tornasoladas presencias y un ser sutil y entra?able abierto a la verdadera amistad.
Espiritualmente, Luis, era un hombre a veces contradictorio; a veces pesimista sobre muchos aspectos de la vida de su pa¨ªs y otras alegre en el disfrute de muchas cosas que le ofrec¨ªa la vida con prodigalidad. Yo recuerdo como, cuando sal¨ªamos de las conferencias de Zubiri en la C¨¢mara de Comercio y baj¨¢bamos por la calle, de Alcal¨¢, Luis prorrump¨ªa en ayes lastimeros sobre las desdichas de Espa?a y su pol¨ªtica sectarial e irracional. Parec¨ªa un tanto agorero, pero esto era solo un aspecto de su personalidad. Recuerdo que cuando, hace muchos a?os, visitamos el Cuartel de Conde -Duque, donde todav¨ªa se alojaba una brigada de h¨²sares de la Reina, me dijo, mientras nos asom¨¢bamos al Cuarto de Banderas un tanto deteriorado y con muchas panoplias de lanzas y sables, me dijo: "Mira Fernando, la pol¨ªtica espa?ola se ha hecho muchas veces en estos cuartos de Bandera?. La frase se me qued¨® grabada.
El pensador pol¨ªtico que era Don Luis, ex¨¦geta de los m¨¢s grandes pensadores en materia de pol¨ªtica y gobierno, como Maquiavelo, Montesquieu, Tocqueville o los liberales doctrinarios, detestaba, ten¨ªa un profundo desprecio por la pol¨ªtica cuartelera que prevaleci¨® muchos a?os en Espa?a. M¨¢s tarde en las veladas de su cigarral del Monte Alto de Toledo, al amor de la lumbre de una chimenea crepitante, hablamos muchas veces de esta y otras anomal¨ªas de nuestra historia pol¨ªtica. Era un placer escucharle y, a veces, respetuosamente contradecirle. Pues si era un ameno conversador, sab¨ªa, igualmente a sus interlocutores y obtener del dialogo sus mejores resultados.
En estas veladas toledanas, mi mujer y yo hemos disfrutado enormemente. Muchas veces se prolongaban en cenas y despu¨¦s de cenar volv¨ªamos a las andadas y cuando intent¨¢bamos volver a casa, Luis, nos dec¨ªa: "No marcharos ... no marcharos..." Era Luis en ese momento, con su mirada, con su sonrisa, con sus gestos, con su expresi¨®n toda, el ejemplo vivo de la amistad m¨¢s entra?able. A veces en el cigarral nos acompa?aban algunos de sus hijos y siempre Do?a Rosario, diligente, activa, inteligente y hacendosa.
No lo recuerdo bien, pero cuando muri¨® una reina de Espa?a su esposo, el Rey les dijo a sus fieles: "Se?ores yo he perdido a mi amante, a mi colaboradora y a mi compa?era" Aqu¨ª ha pasado lo contrario, el var¨®n se ha ido y la mujer queda, la que ha sido de una manera superlativa, la amante, la colaboradora y la compa?era infatigable del gran hombre que se ha ido, mejor dicho, que se nos ha ido.
En esta hora triste, cuando los terrores caen a golpe de pala, sobre la barnizada caja de caoba que guarda los restos de un hombre excepcional; en este momento, que es el m¨¢s dram¨¢tico de un sepelio, por mi mente cruzan mil im¨¢genes, que si pudiera trasladarlas a una cinta formar¨ªan la pel¨ªcula de una vida en com¨²n que a m¨ª me ha regalado el hombre que se nos ha ido. Pel¨ªcula que empezar¨ªa por mis primeros contactos con Luis en el famoso Crucero por el Mediterr¨¢neo de 1933, que seguir¨ªa por nuestros viajes por Espa?a con un grupo de amigos, creo que en un Oldsmobile, que ¨¦l conduc¨ªa con pericia juvenil, hasta llegar, tras un innumerable conjunto de sucesos, hasta las ¨²ltimas veladas toledanas.. Se cuenta que Turguenev le dec¨ªa a Tolstoi que hab¨ªa tenido la fortuna de vivir en la misma ¨¦poca que ¨¦l. Yo no he te nido mejor fortuna con haber vivido en la misma ¨¦poca que D¨ªez del Corral y por a?adidura ha ber gozado de su amistad.
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