Elogio de la copia
Oscar Tusquets, un tipo en general desafiante, acaba de publicar en Anagrama un libro titulado Todo es comparable. Lo que probablemente menos habr¨ªa gustado a Tusquets en su trayectoria de arquitecto, de dise?ador o de pintor dominguero habr¨ªa sido sentirse encasillado e ingresar as¨ª en el circuito de las comparaciones. Pero ya ven. Ahora hace de la comparaci¨®n un postulado en el que se incluye no s¨®lo los parecidos sino la r¨¦plica, la copia falsa, la clonaci¨®n. ?Se trata pues de una catarsis? ?Una postraci¨®n de la originalidad a la serialidad, una renuncia secular a lo ¨²nico? Como dise?ador industrial, la idea de lo ¨²nico la siente Tusquets aunada a la fetichizaci¨®n, al tab¨², a la beata sacralizaci¨®n del gesto ungido del artista.Como consecuencia, este libro exime al profeso de sus votos, libra al aficionado de su furor de hincha y al degustador del trance de levitar. De esta manera todos acaban siendo mejores, m¨¢s naturales y, al fin, comparables. Si este ensayo de Tusquets merece un ¨®scar es sin duda por su gui¨®n. Por la gu¨ªa que marca para sentirnos libres o desatados de la esclavitud a que nos ha venido sometiendo la singularidad de la obra art¨ªstica.
Efectivamente seguiremos dando gracias a los genios. Continuaremos agradeciendo a Louis Comfort Tiffany y su cristaler¨ªa, al arquitecto y artesano Josef Hofmann por su frutero ovalado o a Reed y Barton por sus hermosos candeleros de plata, pero nos emanciparemos de cualquier ansiedad por abrazar esas obras originales. Refiri¨¦ndose al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), Tusquets ironiza por el respeto con el que se visitan, sin poder tocarse, sin poder acercarse a ellos, muebles de Le Corbusier, de Mies o de Alvar Aalto desvencijados, oxidados o despeluchados como reliquias de un santo que, por otra parte, ni siquiera lleg¨® a ensamblarlos.
El dise?o, gr¨¢fico o industrial, convertido en paradigma, presta hoy una ense?anza de primera clase al arte en general. Todos los originales, aun los cuadros, podr¨ªan ser reproducidos fielmente por los medios modernos. No se diga ya de la escultura, la arquitectura, la acuarela, el dibujo. ?A qu¨¦ empe?arse pues en tener el producto de autor como si se tratara de materia m¨ªtica?
Hace unos diez a?os la ARCO expuso en Madrid modelos de seres humanos cuyo valor no era el de ser criaturas inalienables, sino monigotes indistinguibles de un cuerpo humano en reposo.
?Por qu¨¦ seguir pues tomando el producto de un artista, el cuadro de un pintor, el rascacielos de un arquitecto o la cafetera de un dise?ador como otra cosa que prototipos para expandirse en la reproducci¨®n? Basta que el cliente los asuma de esta manera y deje la distribuci¨®n de restringirse con malos fines para que emisor y receptor participen de la comunicaci¨®n general en cualquier ¨¢mbito social. Con eso se evitar¨ªa adem¨¢s el espect¨¢culo, grotesco cuando no estafador, de las colas interminables de peregrinos ante museos donde es imposible precisamente por la desbordada "devoci¨®n" sentir nada.
Quien aporta una nueva emoci¨®n pl¨¢stica no debe perder categor¨ªa por reproducir su invenci¨®n. Pierde "aura" la obra pero ?a qui¨¦n sino al especulador o al nuevo rico puede interesar esa virtud? Las copias son hoy, a la vez, tan capaces de lograr textura e intimidad que ser¨ªa pasarse de fino discutir las distinciones. Quiz¨¢s no podr¨ªa esperarse un alegato de este g¨¦nero de un catal¨¢n caprichoso como es Tusquets, pero la inteligencia de la madurez saca punta incluso de lo buido. Todo es comparable coteja otras cosas y argumentos que pueden parecer tambi¨¦n distantes, pero, de todos sus cap¨ªtulos, aqu¨¦llos que subvierten, sea a prop¨®sito de la correcta es currimbre de las aguas llovedizas en el templo griego, bien sobre el ajuar de los hoteles, componen alegatos que estimulan los deseos de mirar y la acci¨®n cr¨ªtica para ir dise?ando un mundo nuevo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.