Fiebre celante
De un tiempo a esta parte, se observa en EL PA?S una cierta disposici¨®n a desvelar los entresijos familiares y los or¨ªgenes pol¨ªticos de quienes se muestran poco favorables a su l¨ªnea editorial o de quienes discrepan claramente de las posiciones f¨¢cticas en las que se aventura el holding de PRISA. As¨ª, por ejemplo, sus lectores hemos podido conocer c¨®mo el juez G¨®mez de Lia?o, la fiscal M¨¢rquez de Prado y el periodista Jaime Capmany hacen lo que hacen o escriben lo que escriben por sus actuales lazos de afinidad, que se adentran en la tenebrosa noche del franquismo, en la que Capmany dirig¨ªa la agencia de prensa de su movimiento ¨²nico y uno de sus sindicatos verticales; el juez M¨¢rquez de Prado era sost¨¦n decisivo de su magistratura, y la amplia saga de los G¨®mez de Lia?o buceaba ventajosamente entre sus procelosas aguas jur¨ªdico-financieras. Sin ir m¨¢s lejos, el domingo 5 de abril nos enteramos asimismo de que el juez Navarro -otro que tal- se dedicaba hace 30 a?os a redactar libros de texto que serv¨ªan para la formaci¨®n del esp¨ªritu nacional de los j¨®venes espa?oles, obligados a cursar tal disciplina. As¨ª que, formulado el precedente biogr¨¢fico con tan desorbitado despliegue editorial, el corolario es obvio: el juez Navarro -?uno de los te¨®ricos de la cruzada antifelipista, sector apocal¨ªptico?- queda incapacitado para hablar en el p¨²lpito -Cope- y en el foro; escribir en la prensa o en los libros, juzgar en lo civil o en lo penal y, hasta si se apura, haber pasado por el PSP de Tierno y el PSOE de Gonz¨¢lez, despu¨¦s de haber sido profesor de la Academia de Mandos Jos¨¦ Antonio. Como empedernido lector de EL PA?S desde su nacimiento, no me sorprende la fiebre celante que les conturba, ni la pretensi¨®n de erigirse en vestales de la ortodoxia democr¨¢tica frente a desviacionistas, herejes y conversos. Lo que me admira es su escasa capacidad de profundizaci¨®n en los referentes biogr¨¢ficos y su romo sentido hist¨®rico para completar el cuadro gen¨¦rico de sus ?autos de fe?. Para la presente ocasi¨®n, por ejemplo, ser¨ªa oportuno precisar que el juez Navarro escrib¨ªa -en 1969- lo que escrib¨ªa porque, al llegar Torcuato Fern¨¢ndez Miranda a la secretar¨ªa general del movimiento y en l¨ªnea con lo que constitu¨ªa su preocupaci¨®n b¨¢sica como referente para alcanzar las ?previsiones sucesorias? del franquismo, quiso remover los obst¨¢culos internos que taponaban la salida (l¨¦ase, para mejor documentaci¨®n, por ejemplo, la historia de la transici¨®n editada por EL PA?S, en 1997). As¨ª, entre otras medidas, encarg¨® a sus delegados nacionales de Cultura y Formaci¨®n -Adriano G¨®mez Molina- y de la Juventud -Gabriel Cisneros Laborda- la adaptaci¨®n de los textos de bachillerato para el futuro de convivencia y libertad que se cern¨ªan en el horizonte. Recuerdo perfectamente el marco referencial, porque ambos delegados me incluyeron entre los participantes de aquel seminario encargado de la adaptaci¨®n, y recuerdo con mucha nitidez los debates en su seno, con el br¨ªo dial¨¦ctico desplegado por Joaqu¨ªn Navarro Esteban para llevarnos al huerto ideol¨®gico que -ya entonces- le caracterizaba en las coordenadas del pensamiento socialista. Quiero decir con todo ello, que me parece repugnante la sesgada utilizaci¨®n de los argumentos ad hominen para maniqueas informaciones o editoriales como los que viene publicando EL PA?S, y que no me parece justo, equitativo y saludable practicar por sistema el tan nefasto como arraigado ?deporte de convertir las pol¨¦micas period¨ªsticas en emboscadas? . Entre otras razones de buena salud democr¨¢tica y de fidelidad al esp¨ªritu de consenso alcanzado por nuestra mod¨¦lica transici¨®n, porque, ampliando el cuadro general de aquella historia, caer¨ªamos en la curiosa coincidencia de que, precisamente ese mismo a?o -1969- en el que el juez Navarro defin¨ªa la esfera de actuaci¨®n de los gobernadores civiles y jefes provinciales del franquismo, un ex ministro socialista (Jos¨¦ -Carlos- Barrionuevo Pe?a) desempe?aba el cargo de jefe de gabinete de la vicesecretar¨ªa general del movimiento, ¨®rgano en el que reca¨ªa la responsabilidad directa de su designaci¨®n.- . .
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