Mitos y paradojas de la Europa comunitaria
Europa enfoca la recta final de la moneda ¨²nica tras un exitoso proceso de convergencia que debe asentarla como uno de los grandes polos econ¨®micos mundiales. La existencia de la uni¨®n monetaria pondr¨¢ m¨¢s en evidencia la necesidad de acompa?arla tanto de una mayor uni¨®n econ¨®mica (coordinaci¨®n de pol¨ªticas, armonizaci¨®n fiscal, laboral...) como pol¨ªtica. Y plantear¨¢ la urgencia de repensar algunas de las bases econ¨®micas de la construcci¨®n europea, justo cuando se aborda la discusi¨®n del paquete presupuestario para el per¨ªodo 2000-2006. Como todo proyecto pol¨ªtico en construcci¨®n, la Uni¨®n Europea (UE) necesita una panoplia de mitos. Pero la distancia entre el mito y la realidad es a veces abismal. Y entonces se convierte en paradoja. Estos son algunos de los mitos y paradojas econ¨®micos de la actual UE:
?Europa tecnol¨®gica o rural?
El discurso de la modernidad que llena la boca de los dirigentes evoca siempre una Europa tecnol¨®gica y competitiva, un mundo postindustrial y de servicios, una sociedad de la informaci¨®n en los albores del siglo XXI... La realidad lo contradice. Seg¨²n las prioridades fijadas en el presupuesto -y lo que no existe en este documento, simplemente no existe-, la Europa comunitaria es, sobre todo, un proyecto rural.
La PAC (Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n) sigue siendo la principal partida, se lleva todav¨ªa el 47,7% de los gastos comunes en 1998. Bastante se ha avanzado en limitarla: en 1970 era el 86,9%, y en 1990, el 56,1%. La partida anual para investigaci¨®n supone s¨®lo el 3,7%. La pol¨ªtica industrial en los sectores aeron¨¢utico o inform¨¢tico no es europea, se fragmenta y dispersa entre los Estados miembros.
La pol¨ªtica agr¨ªcola es social
Es casi lo inverso. La PAC ser¨¢ a lo mejor necesaria para evitar la desertificaci¨®n, equilibrar campo y ciudad, asegurar el autoabastecimiento (l¨®gico en la postguerra, menos evidente en ¨¦poca de globalizaci¨®n) y otras razones. Pero no directamente las sociales, salvo una importante, la de ayudar a conservar los 7,5 millones de empleos agr¨ªcolas de la UE. Con criterio redistributivo, la PAC es muy cuestionable. Se calcula que un 20% de los agricultores absorbe el 80% de las subvenciones: un mill¨®n y medio de agricultores y comerciantes agr¨ªcolas bienestantes, el 1% de la poblaci¨®n activa, se meten en la faltriquera un tercio largo, casi el 40%, del presupuesto comunitario.
El car¨¢cter regresivo interno de esta PAC fue suavizado por la reforma de 1992, que estableci¨® la ayuda directa al productor como complemento -y sustituto en un horizonte lejano- de la ayuda a la producci¨®n. Pero sigue en pie, aunque lo enmascaran las movilizaciones de agricultores humildes, muchas veces manejados por poderosos lobbies.
Son ¨¦stos tan potentes que logran bloquear durante tiempo un acuerdo favorable al Tercer Mundo -le¨¢se Marruecos o Jordania- porque da entrada al mercado europeo a unas cuantas toneladas de flores cortadas (lobby holand¨¦s o alem¨¢n) o de tomates (lobby espa?ol). Consagran as¨ª el car¨¢cter regresivo externo de esta PAC. Y regalan argumentos como el de la Europa fortaleza a los pa¨ªses competidores, EEUU (cuyo gran proteccionismo agrario est¨¢ m¨¢s disimulado) o Jap¨®n (donde no entra un grano de arroz tailand¨¦s).
S¨®lo el factor defensa del empleo y la importancia de los recursos de la pol¨ªtica estructural (el 32,9% en el presupuesto de 1998), que persigue el reequilibrio de rentas regionales, compensan parcialmente el car¨¢cter no social de la principal partida del gasto.
El campo sin subvenciones
Verdad a medias. Existen subsectores -como los c¨ªtricos valencianos- que se han defendido bien internacionalmente durante muchos a?os, creando valor a?adido y exportando, sin excesivos apoyos. Una dosis de liberalismo no necesariamente matar¨ªa el campo europeo.
Erasmus o la mantequilla
Europa mira siempre al futuro. ?Cierto? Cuando en 1987 la Comisi¨®n invent¨® un programa para incentivar el intercambio de estudiantes entre las universidades, los ministros de Educaci¨®n reaccionaron, furibundos: supon¨ªa ?invadir sus competencias?. Cuando se aclar¨® que s¨®lo las completaba, surgieron las reticencias de los ministros econ¨®micos, recelosos de dedicar 30 millones de ecus (unos 5.000 millones de pesetas) a tal aventura, la que finalmente m¨¢s ha hecho por cohesionar a la juventud del continente. Tuvo que arbitrar el Consejo Europeo, la cumbre de l¨ªderes.
Cedi¨® por el miedo al rid¨ªculo, cuando se compar¨® el coste del programa Erasmus al de una peque?a decisi¨®n reci¨¦n adoptada por los ministros de Agricultura: la conversi¨®n de la mantequilla almacenada pasada de fecha en alimento para animales, cuyo coste era diez veces superior. ?
Gallinas ponedoras, inform¨¢tica
La Comisi¨®n es una covachuela dictatorial de tecn¨®cratas disparatados y carentes del sentido de realidad dispuestos a imponernos cualquier tipo de legislaci¨®n armonizadora. Mito fabricado por Margaret Thatcher y jaleado por toda suerte de neoliberales. En realidad, la poderosa Bruselas es una miniatura, con menos funcionarios que el Ayuntamiento de Par¨ªs. Legisla poco, cada vez menos.
Otra cosa es que legisle siempre bien y seg¨²n prioridades ordenadas. Mientras acaba de lanzar una nueva propuesta de directiva sobre los sistemas de alojamiento y cr¨ªa de gallinas ponedoras (para sortear las ?jaulas en bater¨ªa?, que son menos productivas y ?proporcionan a las aves un medio ambiente desolado?), siguen siendo dispares los enchufes telef¨®nicos. Un usuario de ordenador requiere media docena larga de distintos tipos de adaptador si se pasea por territorio de los Quince, y otro tanto sucede con las tarjetas telef¨®nicas. Hay m¨¢s mercado ¨²nico gallin¨¢ceo que inform¨¢tico. ?
Europa, santuario de solidaridad
Lo es en muchos aspectos, como la ayuda humanitaria internacional, donde la Uni¨®n m¨¢s los Quince constituyen el primer donante mundial. Pero no en todo. La ¨²ltima gran preocupaci¨®n de los ortodoxos en la uni¨®n monetaria -Theo Waigel- es evitar cualquier nuevo flujo de transferencias entre pa¨ªses, aunque se produzcan crisis asim¨¦tricas , las que afectan m¨¢s a una regi¨®n o pa¨ªs que a otro (un choque petrol¨ªfero perjudica m¨¢s a aquellos cuyo consumo energ¨¦tico final depende m¨¢s del suministro decrudo). De modo que la culminaci¨®n de la aventura europea m¨¢s integradora en los ¨²ltimos cincuenta a?os, el euro, se har¨¢ sin m¨¢s mecanismos de solidaridad interna que los ya existentes. Una boda en la que los contrayentes firman el contrato, incluso intercambian anillos (de cobre, ?ahorremos?) pero no se regalan ni pulsera ni reloj. Se miran de reojo.
Los neutrales, ?m¨¢s generosos?
Los Estados miembros escandinavos -y Austria- con tradici¨®n liberal-pacifista neutralista, devotas aportaciones tercermundistas y participaci¨®n sempiterna en las misiones de los cascos azules pasan por ser los m¨¢s solidarios.
Ciertamente, dedican buenas cantidades a la cooperaci¨®n al desarrollo, aunque no siempre a trav¨¦s de la UE. El reciente Ecofin (Consejo de ministros de Econom¨ªa y Finanzas) informal celebrado en York desvel¨® la naturaleza semienga?osa de ese mito.
Junto a Alemania -tiene atenuantes, es la m¨¢s pagana-, fueron tres los ministros que reclamaron rebajar sus contribuciones al presupuesto comunitario, generalizando el cheque brit¨¢nico (un sistema tan letal para la Hacienda com¨²n como si generalizase el concierto vasco en Espa?a: quedar¨ªan migajas para la cohesi¨®n interregional). Fueron, precisamente, los de Suecia, Austria... y Holanda. Los Pa¨ªses Bajos nunca han sido neutrales, pero pasan por ser emporio de la libertad de costumbres, la cohesi¨®n social, la acogida a ciudadanos de otros pa¨ªses. Su caso es clamoroso: s¨®lo son contribuyentes netos desde hace poco m¨¢s de un a?o (aunque en ese per¨ªodo hayan enjugado buena parte de sus anteriores saldos netos positivos). ?
Keynes, requiescat in pace.
La Europa de los a?os ochenta y noventa enterr¨® oficialmente a lord Keynes y sus pol¨ªticas de est¨ªmulo de la demanda. Ah¨ª yacen, entre otros cad¨¢veres, las ?grandes redes de transporte? proyectadas en el Libro blanco para el empleo de Jacques Delors.
Pero a la hora de justificar econ¨®micamente la ampliaci¨®n al Este y los sacrificios financieros que supondr¨¢ para los actuales socios, la Agenda 2000 se concentra en dos argumentos de peso: la ampliaci¨®n del mercado con cien millones de nuevos consumidores y el est¨ªmulo a la demanda, del que se beneficiar¨¢n las empresas de los Quince.
La ampliaci¨®n al Este, ?cara?
Es la m¨¢s costosa de todas las registradas hasta ahora, porque integrar¨¢ a pa¨ªses muy pobres. S¨®lo en el per¨ªodo 2000-2006 -en que el gasto ser¨¢ moderado, apenas entrar¨¢ una minor¨ªa de entre los once candidatos: diez orientales y Chipre-, la factura ascender¨¢ a 75.000 millones de euros (unos doce billones de pesetas). Pero en t¨¦rminos relativos es nimia: esa cantidad no representa m¨¢s que el 0,00127% del PIB de los Quince para todo el per¨ªodo. O sea, algo m¨¢s de una mil¨¦sima. Y adem¨¢s, supone incorporar al club cien millones de consumidores y acabar con la divisi¨®n del continente.
Alemania es la locomotora.
Potente, s¨ª. Coherente, pues como todos. Cuando a finales de 1996 se discut¨ªa el Pacto de Estabilidad -el mecanismo de alerta y sanciones que debe garantizar la continuaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica de rigor-, su inventor, Waigel, defendi¨® que se circunscribiese al control del d¨¦ficit. Se opuso a incluir la deuda (el criterio que Alemania cumple con m¨¢s apuros), contra lo que pretend¨ªa Espa?a (para lucir su nivel de endeudamiento, superior al alem¨¢n, pero m¨¢s discreto que el italiano o el belga). S¨®lo cuando ha comprobado que la opini¨®n p¨²blica alemana sigue recelando del euro y teme que la inclusi¨®n de Italia merme la fortaleza del sustituto del marco, se ha acordado de la deuda y propone que la cumbre del Primero de Mayo apruebe unas medidas de ¨²ltima hora para extremar la vigilancia sobre ella. Europa, capaz de haza?as.
Cierto. ?Cu¨¢ntos apostaban hace dos a?os a que la uni¨®n monetaria congregar¨ªa once pa¨ªses? ?Qui¨¦nes imaginaban que pa¨ªses del Sur como Italia, Espa?a y Portugal ser¨ªan capaces de acelerar sus pol¨ªticas de austeridad para integrarse? ?Cu¨¢ntos auguraban que la convergencia, es decir, un cierto sacrificio, movilizar¨ªa a las sociedades? Pero junto a las haza?as, las miserias.
A d¨ªas contados de la cumbre del euro en que se oficializar¨¢ la criba de seleccionados, los Quince siguen mostr¨¢ndose incapaces de ponerse de acuerdo en el nombramiento del presidente del BCE. Pueden lo m¨¢s heroico, el sacrificio. Pero de momento no lo menos, seleccionar su personal con suficiente antelaci¨®n.
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