La tormenta endurece el marat¨®n
5.662 corredores alcanzaron la meta, muchos de ellos tiritando por la lluvia y el fr¨ªo
El d¨ªa se volvi¨® inc¨®modo, desapacible, fr¨ªo y lluvioso. Es decir, entre los corredores y la meta existi¨® un problema a?adido. Pero los maratonianos aceptaron el desaf¨ªo atmosf¨¦rico y cumplieron: 5.662 personas terminaron ayer la carrera: nuevo r¨¦cord. A esto contribuy¨®, sin duda, el nuevo trazado, que salva el Retiro pero que, en contrapartida, es m¨¢s blando y elimina las fat¨ªticas cuestas de los ¨²ltimos tramos, que llegaban en el peor momento. Tambi¨¦n ayud¨® el aliento de los madrile?os, que, a pesar de la tormenta, aguantaron a pie firme animando a los que se metieron ayer en la aventura de correr sin parar durante 42,195 kil¨®metros. El primero, Fikadu Bekele, et¨ªope, tard¨® dos horas y 17 minutos y se llev¨® a su casa una medalla de oro; el ¨²ltimo, Vignoli Vasco, un jubilado italiano, emple¨® cinco horas y media, y pidi¨® a los organizadores un recuerdo para llevarse tambi¨¦n a su casa, algo que certificara que ¨¦l tambi¨¦n hab¨ªa derrotado a la m¨ªtica distancia, a la lluvia, a las ganas de rendirse y a un fr¨ªo del demonio.
Un viento invernal acompa?ado de un aguacero se levant¨® precisamente cuando el pelot¨®n de los menos entrenados, los que m¨¢s sufren, atacaba la zona m¨¢s dura de la carrera.M¨¢s de quinientos maratonianos abandonaron entonces con temblores en el cuerpo y tirones en los muslos y en las pantorrillas. Otros muchos siguieron, aunque tiritando y con tirones a cada paso.
Uno de los corredores lleg¨® al tramo final de la Castellana con la pierna derecha completamente agarrotada. De lejos parec¨ªa que caminaba con una pata de palo. Un espectador le vio, salt¨® la valla, le puso el peri¨®dico en la cabeza para protegerle de la lluvia y se lo ech¨® al hombro. Entraron juntos.
El maratoniano se derrumb¨® delante de los m¨¦dicos. El espectador regres¨® a la grada con su peri¨®dico hecho un trapo y se puso de nuevo a aplaudir y a gritar, quiz¨¢ a esperar a otro al que echar una mano.
A las nueve y media se pusieron en marcha los 7.500 deportistas inscritos. El term¨®metro marcaba entonces 17 grados. Una temperatura ideal, en principio. Delante de ellos, los mismos kil¨®metros que se necesitan para ir desde la Puerta del Sol a El Molar. Como ocurre desde hace a?os, la marat¨®n popular de Madrid revolucion¨® la capital durante una ma?ana entera.
PASA A LA P?GINA 7
La primera carrera lejos del Retiro
VIENE DE LA P?GINA 1Los automovilistas se quejaron del caos de tr¨¢fico que supuso dejar camino libre a 7.500 personas empe?adas en no desfallecer. La carrera no s¨®lo se not¨® en la superficie. El metro se llen¨® de amigos, familiares, padres, madres, hijos, novios y novias de atletas que recorr¨ªan bajo tierra Madrid de una esquina a otra. El objetivo era simple: llegar justo cuando el corredor m¨¢s querido pasaba y darle agua, naranjas, un empuj¨®n o un grito de ¨¢nimo.
La mayor¨ªa de los maratonianos coincidieron en que el nuevo recorrido es menos criminal que el de a?os anteriores. La maldita cuesta de las Acacias, que se interpon¨ªa entre los corredores cuando ya olfateaban la meta, es ya historia. "Ahora todo es m¨¢s equilibrado", dec¨ªa ayer Carlos Manget, de 36 a?os, que ya ha corrido cuatro maratones. Y aunque los atletas no echaron de menos esa cuesta en la que se dejaban los pulmones, y por lo general mejoraron sus marcas personales, se acordaron del final en el Retiro. La meta ayer, por primera vez en 21 a?os, se instal¨® en el paseo del Prado. El Retiro amanecer¨¢ hoy limpio de botellas, despejado de mondas de naranja. Y sin embargo, los corredores a?oraron acabar en el parque que durante tanto tiempo ha simbolizado el fin de la tortura.
La carrera, con todo, tuvo sus se?as de identidad. Esas cosas particulares que la diferencian:los soldados de la Brigada Paracaidista, por ejemplo. Como todos los a?os, los militares empezaron cantando, marchando en formaci¨®n, y acabaron como pudieron. Otros maratonianos coinciden al se?alar al p¨²blico de Madrid como particularmente afectivo. El chaparr¨®n que se descerraj¨® en la parte final de la carrera no ahuyent¨® a los espectadores, que aplaudieron el paso, a veces cansino ya, de los atletas.
Hubo quien corri¨® vestido de payaso, quien lo hizo disfrazado de arlequ¨ªn, quien alcanz¨® la meta con una peluca roja y unas gafas estramb¨®ticas. Muchos cruzaron la meta de la mano de sus ni?os peque?os.
La tormenta descarg¨® a eso de las dos de la tarde. A las cuatro horas y media de carrera. La temperatura se despe?¨® hasta los ocho grados. Los que iban por detr¨¢s la sufrieron m¨¢s que nadie. Se hablaba de muchas retiradas, de un fr¨ªo tremendo que taladraba las rodillas. Bastaba ver la tiritona de los que acababan de cruzar la meta para imaginarse el infierno que envolv¨ªa a los que a¨²n segu¨ªan, m¨¢s abajo, poniendo un pie delante de otro. A las cinco horas y media se terminaba el registro. Los corredores ten¨ªan que llegar antes de esa hora. Cuando quedaban 30 minutos para que se clausurara oficialmente la 21? edici¨®n del marat¨®n popular de Madrid, por la meta raleaban los atletas, que m¨¢s que correr caminaban con la cabeza hundida en la barbilla. Pero bastaba o¨ªr el aliento de los espectadores, tambi¨¦n h¨¦roes de esta carrera, para que alzaran el ment¨®n y el orgullo m¨¢s que la fuerza les hiciera ponerse a corretear. Los ¨²ltimos en llegar se llevaban la misma ovaci¨®n que el primero. Uno de los comentaristas lo explic¨®: "Han corrido lo mismo, pero les ha costado m¨¢s: merecen m¨¢s aplausos". Era cierto. Muchos de estos corredores de la cola iban por parejas, ayud¨¢ndose unos a otros, aplic¨¢ndose la esponja unos a otros.
Como si alguien hubiera escrito el gui¨®n, en el momento en que entr¨® la ¨²ltima decena de atletas la lluvia par¨®, el fr¨ªo se contuvo y el sol encontr¨® un hueco y se col¨® en la carrera. Lo peor ya hab¨ªa pasado. Quedaban 100 metros para coronar una empresa en la que se pelea, sobre todo, contra uno mismo. El italiano que lleg¨® el ¨²ltimo cruz¨® la meta fuera de tiempo. Un minuto fuera de tiempo. Te¨®ricamente, no ten¨ªa derecho a que se le incluyera en el registro. Pero el comentarista, l¨²cido, tuvo otra vez raz¨®n: "Que lo incluyan: ese se?or tambi¨¦n ha ganado".
CLASIFICACI?N. En hombres, el primer clasificado fue el et¨ªope Fikadu Bekele (2.17.59), seguido de los espa?oles Jes¨²s de Grado (2.20.01), Salvador Maqueda (2.23.19) y Jos¨¦ Fern¨¢ndez Atienza (2.24.09). En quinta posici¨®n entr¨® el keniata Wilson Cheruiyot (2.24.48). En mujeres, la primera clasificada fue la espa?ola Josefa Cruz (2.39.11); segunda, la cubana Yesina Centeno (2.44.57), y tercera, la espa?ola Monserrat Mart¨ªnez (2.49.35).
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