M¨®vil
El m¨®vil es 'uno de los m¨¢s trascendentales inventos del hombre blanco. El hombre blanco que suscribe suele evitar afirmaciones tan rotundas, pues puede subyacer un sutil matiz que la desmienta, pero no es el caso de los tel¨¦fonos m¨®viles. El que invent¨® el m¨®vil es un benefactor de la Humanidad.
El m¨®vil es un signo de distinci¨®n sin precedentes en la historia de la civilizaci¨®n. Por ¨¦pocas, el hombre manifestaba su categor¨ªa social luciendo t¨²nica incons¨²til, casco con penacho, jub¨®n de delgado cendal, gola, camisa con chorreras, tahal¨ª recamado y espada toledana, capa, calzas verdes, chambergo de alto plumero, levita, bomb¨ªn flexible ca¨ªdo al ojo, americana de cheviot, corbata de seda. Siempre hab¨ªa una prenda que defin¨ªa la alcurnia. Hasta que lleg¨® el m¨®vil y las supli¨® a todas. El m¨®vil engalana al ser humano aunque est¨¦ en pelotas.
Se sol¨ªa decir que no somos nadie, menos a¨²n en calzoncillos, pero eso era antes. Ahora un hombre en calzoncillos realza su entidad si lleva un m¨®vil. M¨¢s a¨²n que si fuera vestido. Cuando se ve a un hombre en calzoncillos con el m¨®vil en la oreja es que grave debe de ser el asunto.
. Los asuntos de este pa¨ªs deben de ser grav¨ªsimos pues se tratan all¨¢ donde el portador del m¨®vil se encuentre, da igual que sea un sem¨¢foro o un excusado. Cruzando el Paseo de la Castellana se han debido resolver capitales cuestiones financieras a juzgar por el apresuramiento de los ejecutivos que van por all¨ª con el m¨®vil en la oreja pegando gritos.
La vida familiar tambi¨¦n se ha beneficiado de los m¨®viles. Desde que los m¨®viles existen, la vida familiar es m¨¢s intensa y enriquecedora. El hombre blanco que suscribe (blanco pero con una delicada tonalidad bronc¨ªnea, por cierto) reconoce que el m¨®vil le ha propiciado la felicidad de poder comunicarse a todas horas con sus allegados. Muchas veces no puede comunicarse con sus allegados pues curiosamente se les desconectan de s¨²bito los m¨®viles cuando los llama, pero esas deben de ser coincidencias, travesuras de los penates, que se solazan interfiriendo los campos magn¨¦ticos. La mujer emplea el m¨®vil para hablar con su madre. Lo revela una empresa de telefon¨ªa en un estudio que ha hecho sobre la utilizaci¨®n de los m¨®viles por parte de la poblaci¨®n femenina. El 70% de las mujeres con m¨®vil son profesionales mas no lo dedican a su actividad profesional sino a cuestiones personales y, sobre todo, a hablar con su madre. El hombre blanco que suscribe (blanco, bronc¨ªneo y bien parecido, se debe a?adir) ven¨ªa observando que en el supermercado y en El Corte Ingl¨¦s las mujeres no paraban de hablar por los m¨®viles, se preguntaba con qui¨¦n podr¨ªa ser y ahora sabe que es con sus madres.
El estudio recoge el testimonio de las mujeres acerca de la utilidad del m¨®vil para resolver apuros y para ser localizadas con rapidez. Los hombres, seguramente, tendr¨¢n parecidas experiencias. Quiz¨¢ no se comuniquen tanto con sus madres, pero acaso lo hagan con sus esposas, y si es as¨ª dan mucho que pensar. Una esposa a quien su marido est¨¦ llamando continuamente por el m¨®vil puede acabar sospechando que la considera su segunda madre, y lo m¨¢s probable ser¨¢ que tome represalias. Algunos se burlan de los ciudadanos que utilizan el m¨®vil al pasar por Fuencarral o en cualquier otro insospechado lugar.
Pura envidia.
Si uno no puede concertar una cita pisando un alcorque de la acera de Mar¨ªa de Molina o explicarle a su jefe la contabilidad mientras micciona a satisfacci¨®n en los urinarios de Sol, para qu¨¦ iba a querer un m¨®vil.
El sue?o de este hombre blanco que suscribe (blanco y bronc¨ªneo y bien parecido y virtuoso del bolero) es que de repente le venga una paletada de millones y le deje la vida resuelta. No se ir¨ªa al Caribe sino que se dedicar¨ªa a pasear por Madrid y ver escaparates, por supuesto con el m¨®vil. Y en cuanto se terciara llamar¨ªa a la asistenta y le dir¨ªa: "Rigoberta, vaya echando el arroz, que voy". Y comer¨ªa la paella en su punto.
Gracias, m¨®vil.
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