Un pianista y un ¨¦xito diferentes
Para celebrar el 40? aniversario de su primera gira espa?ola volvi¨® Daniel Barenboim de la mano de Iberm¨²sica y, una vez m¨¢s, arm¨® la tremolina. El contacto establecido entre Barenboim y nuestro p¨²blico tiene matices entra?ables muy espec¨ªficos que recuerdan el di¨¢logo de Rubinstein o de Risler con la meloman¨ªa madrile?a. Barenboim sufr¨ªa una afecci¨®n gripal que le oblig¨® hace dos d¨ªas a demorar su actuaci¨®n en Valencia, pero ha encontrado el alivio suficiente para ofrecer un recital absolutamente de excepci¨®n. El programa, de tanto rigor como atractivo, enfrentaba dos sonatas b¨¢sicas de Beethoven al primer cuaderno de Preludios, de Debussy. A ello tuvo que a?adir una tercera parte de propinas, entre las que destacamos una estupenda Evocaci¨®n, de Alb¨¦niz, que Barenboim dedic¨® a la memoria de Esteban S¨¢nchez, o la sorpresa de recuperar un cl¨¢sico del virtuosismo espa?ol casi olvidado: la jota de Joaqu¨ªn Larregla (Navarra, 1865- 1945).
Concierto extraordinario de Iberm¨²sica
40? aniversario de las primeras actuaciones de Daniel Barenboim en Espa?a. Obras de Beethoven y Debussy. Auditorio Nacional. Madrid, 28 de abril.
"Razones"
Como recuerdo a su Buenos Aires natal, el pianista hizo primores en un Bailecito de Jos¨¦ Resta. Pero estos y los dem¨¢s t¨ªtulos no previstos fueron s¨®lo el colof¨®n, la respuesta a la expansi¨®n entusiasta de la audiencia despu¨¦s de asistir a una cadena de lecciones dictadas por quien, ante todos, es un m¨²sico nato, superdotado y cultivado art¨ªstica y culturalmente. Quiero insinuar que cuanto Barenboim hace est¨¢ apoyado en razones , esas ?rasones? que demandaba siempre Celibidache, el gran director, amigo y colaborador de Barenboim. A la Sonata pat¨¦tica en Do menor le devuelve Barenboim lo que en el fondo posee: su inserci¨®n en la estela del clasicismo vien¨¦s; y a la Opus 109, primera de las tres ¨²ltimas sonatas beethovenianas, la sit¨²a en un doble plano: el de su misma realidad y el de su anticipaci¨®n de futuro.
No se trata ¨²nicamente de evoluci¨®n formal, humanismo o dramatizaci¨®n del contenido, sino de una nueva valoraci¨®n del hecho sonoro, par¨¢metro principal junto a la funci¨®n afectiva de toda m¨²sica y particularmente de la rom¨¢ntica. La imaginaci¨®n sonora de Barenboim, de una riqueza sin l¨ªmites, tiene un impulso po¨¦tico que nos vence y nos convence. Y cuando el piano canta lo hace largamente a trav¨¦s de un ligado propio del arco o de la voz humana.
Lo mismo que El clave bien temperado, de Bach, para el siglo XVIII y Chopin para el XIX, los Preludios de Debussy se alzan como el mejor tratado intelectual, art¨ªstico y sensible para ingresar en el esp¨ªritu del siglo XX. Esos 12 milagros del primer libro superan la voluntad pict¨®rica o literaria que, sin embargo, subyace como componentes, para verter sobre nuestro ¨¢nimo un mensaje tan nuevo que parece serlo siempre a trav¨¦s del tiempo y sus mudanzas. Fue Debussy un sorprendente innovador, no s¨®lo de procedimientos, sino del mismo pensamiento musical. Consigui¨® as¨ª, como estudi¨® Manuel de Falla, un arte profundo de un orden distinto al anterior. As¨ª permanece y nos encandila cuando el int¨¦rprete descubre con perfecci¨®n y clarividencia su raz¨®n de ser. Y esto hizo en medida prodigiosa Daniel Barenboim, que ma?ana nos ofrecer¨¢ otra actuaci¨®n extraordinaria para Juventudes Musicales de Madrid, dedicada a Franz Liszt.
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