Ojos felinos, voz brava
Para quienes defienden que el arte, sobre todo el popularista se basa primordialmente en el poder de comunicaci¨®n tienen en el fen¨®meno Luis Miguel un envidiable argumento. El mexicano no juega con la ventaja de una voz carism¨¢tica y supraterrenal como la de Frank Sinatra, ni con la calmosa y adulta donosura de Julio Iglesias -dos cantantes con los que se le ha comparado a menudo-. Sus armas son otras: un rostro de angelical ni?o travieso, casi de querub¨ªn sin rizos reci¨¦n levantado de la cama, y un modo de decir las letras que se afana en cautivar por la v¨ªa m¨¢s directa. Nunca topa con problemas para conseguirlo.En la entrada se agolpaban maduros caballeros implorantes de una entrada y se?oritas que las exhib¨ªan como trofeos, y en el vest¨ªbulo se vend¨ªan como churros camisetas con el ¨ªdolo en pose de relamido bolerista. Entre la concurrencia abundaban los rostros conocidos, de Joaqu¨ªn Cort¨¦s a Ra¨²l, Imanol Arias y Pastora Vega, pruebas concluyentes de que el mexicano gusta a tirios y troyanos sin necesidad de d¨¢rselas de machote arrogante como era norma en su insigne compatriota Jorge Negrete. Ya en el auditorio, se respiraba un ambiente jubiloso, con las pe?as luismiguelistas desplegando pancartas y gritando a cada movimiento de tel¨®n. Se declar¨® el delirio cuando las pantallas que flanqueaban el escenario empezaron a pasar fotos de ni?o del gran protagonista; para cuando la figura se hizo real, en la c¨²spide de una rampa a modo de fara¨®n latino, lleg¨® el acabose anticipado.
Luis Miguel
Palacio de Congresos y Exposiciones. Madrid, 1 de mayo.
Tras seis a?os de ausencia en Espa?a, Luis Miguel reiter¨® en la primera jornada de su qu¨ªntuple cita madrile?a que no ha venido a este mundo a renovar nada ni a profundizar en cosa alguna, pero que vive feliz como representante del romanticismo llano en su variante latina y que es un as ablandando corazones en Brasil y Taiw¨¢n, en Espa?a y Estados Unidos. No se puede decir que sus canciones sean un prodigio de imaginaci¨®n po¨¦tica. Suscriben m¨¢s bien las intocables convenciones en la materia, y llevan t¨ªtulos tan socorridos como Soy como quiero ser, Un hombre busca a una mujer o Amanec¨ª entre tus brazos.
El mexicano debe de pensar que al fin y al cabo, los hombres, como los pel¨ªcanos, las truchas o los termes, han variado bien poco sus pautas de cortejo a lo largo de los siglos, y las canciones que le ponen fondo no tienen por qu¨¦ llamar al cambio en costumbres amatorias seculares ni, a¨²n menos, plantear grandes cuestiones filos¨®ficas. La idea le funciona a las mil maravillas y se asegura que hoy es el artista latino mejor remunerado.
Hizo una salida suicida, en el s¨ªmil taurino casi a porta gayola, y rompi¨® a sudar de inmediato con Si te vas. El p¨²blico reconoci¨® ¨¦sa y todas las dem¨¢s canciones, ya fueran antiguas o nuevas, core¨¢ndolas con una devoci¨®n conmovedora. Luis Miguel luci¨® su voz brava de tenor heroico con el apoyo de una nutrida banda , elemento imprescindible en un espect¨¢culo que compite de t¨² a t¨² con los grandes montajes angloparlantes.
La t¨®nica se mantuvo en la primera parte hasta que el cantante mexicano se retir¨® brevemente para cambiarse de traje y afrontar un bloque m¨¢s relajado repleto de tesoros como Somos novios o Contigo aprend¨ª. Tambi¨¦n en ese espinoso repertorio demostr¨® que es capaz de imprimir un sello personal a las letras y modernizar su significado.
Babelia
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