Hubo un natural
Hubo un natural y lo dio Uceda Leal.Y, adem¨¢s, rima.
Ver un natural no es irrelevante suceso. Ver un natural supone reencontrarse con el toreo verdadero.
Un natural s¨®lo lo puede dar el que tiene lo que hay que tener. El natural ejecutado como Dios manda requiere conocimiento de las reglas del arte y valor para interpretarlas. Es decir que son imprescindibles en el artista una cabeza clara y un coraz¨®n ardiente.
Se infiere, por tanto, que el natural no es cualquier cosa. El natural no es, por ejemplo, lo que tiraba por all¨ª Luis Mariscal pretendiendo ponerle la misma r¨²brica. Pues para recrear el natural no basta con echarse la muleta a la izquierda, y muy mal se compagina con la suerte cl¨¢sica si luego va el art¨ªfice y se coloca fuera de cacho, y deja la pierna contraria atr¨¢s, y adelanta el pico, y ni manda ni liga y, encima, se deja enganchar la pa?osa.
Holgado / Garc¨ªa, Uceda, Mariscal
Toros de Criado Holgado, muy desiguales de presencia, mayor¨ªa con trap¨ªo, cornalones astifinos; 2? inv¨¢lido, 3? sin trap¨ªo varios dificultosos, 6? de encastada nobleza.Juan Carlos Garc¨ªa: tres pinchazos perdiendo en todos la muleta, pinchazo hondo - aviso - y dos descabellos (silencio); bajonazo (silencio). Uceda Leal: estocada ca¨ªda (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando saluda); estocada ladeada (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Luis Mariscal, que confirm¨® la alternativa: pinchazo - aviso - pinchazo hondo atravesad¨ªsimo, otro bajo, rueda de peones y dos descabellos (silencio); estocada trasera (palmas). Plaza de Las Ventas, 9 de mayo. 4? corrida de abono, primera de feria. Cerca del lleno.
Las dos faenas de Luis Mariscal, as¨ª empleara la izquierda o la derecha, fueron de parecido corte, vulgar¨ªsimas antes que inspiradas, bullidoras antes que valerosas. Hubo sus excepciones, por cierto honros¨ªsimas, ya que en los estatuarios con que abri¨® la primera las astas le rozaron literalmente los alamares y ni se inmut¨®; el pr¨®logo por ayudados de la segunda posey¨® enjundia; y arriesg¨® al saludar por faroles de rodillas a ese mismo toro, que ven¨ªa veloz y en uno de ellos se llev¨® prendido en las astas el capote farolero.
Lo lamentable para el arte y para su propio cr¨¦dito fue que Mariscal desaprovechara ese toro ¨²ltimo, de encastada nobleza. Un toro codicioso, embestidor y repetidor, que tomaba los enga?os con una vibrante boyant¨ªa. El triunfo con ese toro no se le debi¨® escapar a Luis Mariscal. No se le habr¨ªa podido escapar a nadie que se sintiera torero.
Nada que ver ten¨ªa ese toro con los del lote de Juan Carlos Garc¨ªa, uno inv¨¢lido, otro que sac¨® casta agresiva y acab¨® desarrollando sentido. La invalidez del primero -que, por la cesi¨®n de trastos al toricantano hizo segundo- desluci¨® los bien trazados muletazos del diestro. Con el que hizo cuarto, en cambio, no pudo. Ni siquiera en los lances de recibo lo consigui¨® fijar y, lidia adelante, el toro acabar¨ªa haci¨¦ndose due?o de la situaci¨®n.
Son las cosas de los toros y de los toreadores. Cuando en el ruedo hay un toro de casta, el empate no vale: o manda el toro o manda el torero. Aqu¨ª incurri¨® el torero en dejaci¨®n de funciones, prefiri¨® no arriesgar, y mediado el trasteo de muleta se encontr¨® con que el toro ya se hab¨ªa aprendido el Coss¨ªo, ya sab¨ªa por d¨®nde iba la vaina, y se desentend¨ªa de las suertes para buscar el bulto.
El quinto toro lleg¨® a sacar noble embestida que tampoco aprovech¨® Uceda Leal. Dio pases en terrenos del 10, los sigui¨® dando en los del 7, dilat¨® la faena, y result¨® que si templaba no ligaba, si ligaba no templaba y, por a?adidura, met¨ªa el pico. La afici¨®n se sinti¨® defraudada al ver c¨®mo recurr¨ªa a semejantes modos quien en su faena anterior hab¨ªa dibujado redondos fin¨ªsimos y trincheras de inconfundible torer¨ªa, antes de que el toro se aplomara y acabase convertido en un mueble.
Y el natural. Aquel natural de Uceda Leal, que tiene rima. En cuanto hay arte las musas est¨¢n siempre presentes. El d¨ªa de Sevilla en que Curro Romero cuaj¨® las ver¨®nicas, las musas sobrevolaron el tendido y tomaron cuerpo en el vendedor de helados. Y tan pronto se produjo la media ver¨®nica, ya hab¨ªa cambiado su reclamo comercial, y voceaba a pleno pulm¨®n: ??Compre un helado / que Curro ha toreado!?.
Helado..., toreado; natural..., Leal. Qu¨¦ facil lo tienen los poetas en el toreo.
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