Se imponen rogativas
Por el conducto humano no hay manera de que salga un toro en condiciones, de que alguien se ponga a torear seg¨²n mandan los c¨¢nones, de que pare de llover. Es preciso recurrir a la v¨ªa sobrenatural. Las rogativas se imponen.La afici¨®n, o hace penitencia, o esto no pita. La afici¨®n, o saca en ofrenda a San Isidro y a Santa Mar¨ªa de la Cabeza, que estaban casados por la Iglesia y honran a los madrile?os con su patronazgo, o m¨¢s valdr¨¢ que se olvide de la fiesta de los toros.
Fiesta de los toros, que ni es fiesta ni tiene toros.
No significa que esos espec¨ªmenes a los que el taurinismo llama toros no se dejen torear. Antes al contrario, salen muchos por supuesto anovillados e inv¨¢lidos que al cabo rompen bravos y embisten con encastada nobleza. Y, sin embargo, se van sin torear.
Garcigrande / Ortega, Puerto, Iniesta Un toro, 3?, de Garcigrande (el resto fue rechazado en el reconocimiento), de escaso trap¨ªo y encastada nobleza
Cinco de Jos¨¦ Ben¨ªtez Cubero, con presencia 1? y 6?, los otros sin trap¨ªo, flojos, varios inv¨¢lidos y protestados. Ortega Cano: pinchazo, estocada y descabello (silencio); estocada, rueda de peones y cuatro descabellos (aplausos). V¨ªctor Puerto: estocada trasera ca¨ªda, ruedas de peones - aviso - y se echa el toro (escasa petici¨®n y palmas); dos pinchazos y golletazo (bronca). Jos¨¦ Antonio Iniesta, que tom¨® la alternativa: pinchazo, estocada baja, descabello - aviso - y descabello (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio). Plaza de Las Ventas, 25 de mayo. 20? corrida de abono. Lleno.
Uno de estos le sali¨® a V¨ªctor Puerto, y se le fue sin torear. Parece mentira en un diestro tan animoso y conocedor de su oficio. Muerto el toro se le arrastr¨® bajo una ovaci¨®n enorme, mientras el torero se quedaba en el callej¨®n para vestir santos.
Quiz¨¢ ese serio rev¨¦s influy¨® en la actitud que adopt¨® V¨ªctor Puerto con el quinto de la tarde, al que ni siquiera se acerc¨® en los primeros tercios. Aquello de pararlo, de lancear a la ver¨®nica, de entrar al quite parec¨ªa que no iba con ¨¦l. Protestado el toro por su invalidez, V¨ªctor Puerto se limit¨® a machetear y lo acuchill¨® mediante un horrendo golletazo.
?La que se arm¨® entonces! La mayor bronca que se haya producido en la feria hubo de o¨ªr V¨ªctor Puerto. Al p¨²blico le enfureci¨® que empleara semejantes formas, especialmente la masa orejista, que le llam¨® de todo. Y fue V¨ªctor Puerto y, sorprendentemente, se encar¨® con los aficionados del tendido 7.
Un poco averiada ten¨ªa V¨ªctor Puerto la aguja de marear. El tendido 7 no era culpable de su fracaso. Ni el fracaso se deb¨ªa a sus inhibiciones. El fracaso le ven¨ªa ya del toro anterior, el de encastada nobleza, al que se empe?¨® en pegarle derechazos y salvo los de la primera tanda no le salieron ni templados ni reunidos. Lejos de aprovechar la pastue?a embestida que desarrollaba el toro por el lado izquierdo, le administr¨® una sola serie de naturales, como de compromiso, y volvi¨® a reincidir en el derechazo malo. Los enjundiosos ayudados, cambios de mano y pases de pecho del pr¨®logo hab¨ªan quedado relegados al olvido. Las trincheras de mediocre factura que ensay¨® reiteradamente al final de la interminable faena tampoco lograron ocultar la cruda realidad: que el toro se le hab¨ªa ido sin torear.
Lo parad¨®jico es que V¨ªctor Puerto hab¨ªa mostrado unos comienzos animosos en los que se luci¨® por ver¨®nicas. Despu¨¦s entr¨® fuera de turno a un quite por chicuelinas y no alcanz¨® su prop¨®sito de borrar el quite anterior firmado por Ortega Cano. Que, efectivamente, ejecut¨® un quite de firma. Al diestro le rebull¨® en lo hondo la torer¨ªa, recre¨® con arte la ver¨®nica y dibuj¨® la media para plasmarla en un cartel.
La tarde apuntaba de capoteros y Jos¨¦ Antonio Iniesta se embraguet¨® en sus ver¨®nicas de saludo al sexto. A este flamante toricantano le dejaron el lote de m¨¢s trap¨ªo y encima no le acompa?¨® la suerte. De media arrancada el toro de la alternativa, dificultoso el sexto, s¨®lo pudo estar voluntarioso. A Ortega Cano, que se desped¨ªa de la afici¨®n madrile?a, no le volvi¨® el estro. Pretendi¨® ponerse fino con el inv¨¢lido segundo y le sal¨ªan caricaturas; la casta del cuarto le desbord¨®. O acaso estaba ejerciendo su influjo la adversidad de los elementos.
La cerraz¨®n del cielo, la noche repentina, el inoportuno meteoro de cada d¨ªa se hicieron presentes durante la faena de Ortega Cano al cuarto de la tarde. Dios est¨¢ en contra de la fiesta, es evidente. ?Ser¨¢ por lo de la carioca? ?Ser¨¢ por los derechazos? Y eso que los toreros cuidan de santiguarse antes de iniciar el pase¨ªllo. Bueno, hay matices: primero se santiguan, luego se ajustan el mondongo. Y as¨ª no es. O lo uno o lo otro. De cualquier forma, Dios est¨¢ que trina y para recuperar su gracia convendr¨¢ salir en procesi¨®n, o echar triduos, o ponerse cilicios. En fin, algo.
Babelia
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