Timo permitido
De forma incomprensible, la autoridad permiti¨® que se lidiara el encierro enviado por Gabriel Rojas, indigno para una plaza de primera categor¨ªa . Novillos en lugar de toros saltaron al ruedo. Y para colmo, inv¨¢lidos, sin casta y mansos. Un timo en toda regla.Para completar la estafa, de director de lidia vistieron de torero a un tal Julio Aparicio que, al parecer, a?os atr¨¢s, ejerc¨ªa de matador de toros.
La mayor¨ªa de los espectadores que acudieron a la plaza pasaron el c¨¢liz de los toros / novillos, pero no perdonaron a Aparicio que se tomara a chufla su trabajo. Le dedicaron ep¨ªtetos de toda condici¨®n, incluso algunos atisbaron que el director de lidia estaba en ?¨¦xtasis?. Otros correg¨ªan lo dicho y diagnosticaban que el torero estaba en coma. Daba igual.
Rojas / Aparicio, Tato, Puerto Toros de Gabriel Rojas (1? sobrero en sustituci¨®n de un inv¨¢lido), sin trap¨ªo, mansos, sin casta
. Julio Aparicio: aviso y bronca; bronca. El Tato: ovaci¨®n y oreja. V¨ªctor Puerto: ovaci¨®n en los dos. Plaza de C¨®rdoba, 28 de mayo. 7? corrida de abono. Un quinto de entrada.
Tan torcida tuvo la tarde Julio Aparicio, que no fue capaz de enfrentarse a dos esbozos de toros. Al primero le quit¨® las moscas un par de minutos, entre los ol¨¦s del p¨²blico. El segundo se rompi¨® una pata en banderillas. Nos tim¨®, al alim¨®n con Rojas.
En la truculenta tarde tambi¨¦n participaron, con ¨¢nimo diferente, El Tato y V¨ªctor Puerto. Los dos sab¨ªan que muy poco valor iba a tener su trabajo ante tan insignificantes enemigos, pero por respeto a los que acudieron a la plaza se pusieron en la cara de los toros / novillos e intentaron lidiar. Pero tambi¨¦n se encontraron con la invalidez y la nula casta de sus oponentes. Un poquito de suerte tuvo El Tato. Aprovech¨® la escasa movilidad de su segundo y le rob¨® algunos pases. El p¨²blico, que estaba deseando ver algo positivo en el festejo, se ali¨® con el torero ma?o y hasta le regal¨® una oreja.
V¨ªctor Puerto no tuvo tanta suerte. Le tocaron dos mulos que no andaban en ninguna direcci¨®n. El primero se le ech¨®, negando al torero que lo ejecutara con la espada. El que cerr¨® plaza no serv¨ªa ni para perchero. Puerto se limit¨® a intentarlo y bien que le agradecimos que enseguida tomara el acero.
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