Mansos a la antigua
Salieron toros por fin. Lo que pasa es que eran mansos. Toros y mansos, muchos de ellos broncos adem¨¢s, daban im¨¢genes del pasado, recordaban pasajes de las a?ejas tauromaquias.El habla moderna dir¨ªa de ellos que eran mansos de libro. Mansos, efectivamente, para conformar un tratado de la mansedumbre en sus distintos grados.
Un manso es un toro cobard¨®n. Pero hay mansos que lo ocultan de principio. Las apariencias enga?an, ya se sabe. Fueron de ese corte el primer sobrero, hierro El Toril, y a¨²n m¨¢s el titular de Lora Sangr¨¢n, que que se arrancaba a los caballos desde lejos como una bala. En cuanto los ve¨ªa, as¨ª estuviese en las ant¨ªpodas -lo que sol¨ªa acontecer-, se lanzaba al galope contra la acorazada de picar.
Varias / Jim¨¦nez, Canales, Morante Tres primeros toros de Lora Sangr¨¢n con trap¨ªo (dos devueltos por inv¨¢lidos), 1? manso
Tres de Los Millares, con presencia, 4? manso, 5? cinque?o bronco, otro devuelto por inv¨¢lido. Sobreros: de El Toril, con trap¨ªo, 2? bravuc¨®n, 3? dificultoso; 6?. de Criado Holgado, de aparatosa presencia, cornal¨®n, manso. Los anunciados de Carlos N¨²?ez fueron rechazados en el reconocimiento. Pep¨ªn Jim¨¦nez: estocada corta trasera ca¨ªda y siete descabellos (silencio); bajonazo (silencio) . Canales Rivera: bajonazo (palmas y protestas cuando saluda); cuatro pinchazos y bajonazo (silencio) . Morante de la Puebla: cuatro pinchazos, media, rueda de peones -aviso- y se echa el toro (silencio); dos pinchazos, rueda de peones, media, rueda de peones y descabello (silencio) . Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 23? corrida de abono. Lleno.
Estos toros son los que aclaman los p¨²blicos pues los creen bravos, y piden a los lidiadores que los pongan en suerte de largo para disfrutar con la manifestaci¨®n de su bravura. Tienen especial aceptaci¨®n en las corridas-concurso, y a muchos de ellos les han premiado cuando s¨®lo son, en realidad, bravucones.
El toro bravuc¨®n, en efecto, se arranca presto, mas en cuanto siente la mordedura del hierro vuelve grupas y, con las mismas, escapa alocadamente al refugio de las tablas.
La verdad es que ese primer Lora y ese segundo Toril ya hab¨ªan estado al arrimo de las tablas desde que saltaron a la arena. Aunque no tanto como otros cong¨¦neres que nunca perd¨ªan la referencia de la barrera y alguno la miraba mididendo un brinco que finalmente no se atrev¨ªa a dar.
El quinto de la tarde, hierro Los Millares y cinque?o bien pasado, recorri¨® varias veces el redondel al hilo de los tableros, alguna vez par¨® para espantar a los empleados del callej¨®n resoplando un grosero f¨² y nunca perdi¨® esa querencia. Llegado el ¨²ltimo tercio mantuvo una media arrancada que no era fruto de la debilidad sino del sentido que desarrollaba su veteran¨ªa, y pues se hab¨ªa licenciado en tauromaquia -fuente, Pepe Illo-, buscaba el bulto. Canales Rivera tras varios malos tragos, lo hubo de ali?ar.
Intentaban parear los banderilleros al segundo sobrero de El Toril que hizo tercero, y no pod¨ªa ser: el manso, agarrado al piso, se negaba a embestir y en cambio giraba continuamente el corpach¨®n con el evidente prop¨®sito de cotillear la barrera y buscar por all¨ª una escapatoria. Morante de la Puebla resolvi¨® sacarle de la querencia, lo condujo al platillo y se ech¨® la muleta a la izquierda con torer¨ªa, pero all¨ª el toro embest¨ªa violento porque pugnaba por volver donde se sent¨ªa m¨¢s protegido.
No todos los toros mansos presentan problemas para las suertes de muleta. El cuarto, en cuanto apareci¨®, hu¨ªa de cuanto se moviera en el redondel, no hab¨ªa forma de encelarlo en los capotes, a veces -el mundo al rev¨¦s- eran los toreros quienes persegu¨ªan al toro. A duras penas se consigui¨® que tomara tres varas, no pareci¨® f¨¢cil en banderillas y, sin embargo, en el tercio final, se comprob¨® que no era nadie; un desmedrado borrego a lo sumo. Pep¨ªn Jim¨¦nez ensay¨® muchos pases, pero no estaba en estado de gracia el buen diestro lorquino y le sal¨ªan destemplados.
Toros de cuatro ganader¨ªas saltaron al barrizal -agua misericordia jarreaba la divinidad sobre la fiesta- y salvo la excepci¨®n dicha resultaron harto dificultosos. Sobre todo el sexto, top¨®n, progresivamente descompuesto; de gran alzada adem¨¢s, cornal¨®n, aparatoso, con un trap¨ªo que parec¨ªa escapado de los grabados de La Lidia. Hizo Morante de la Puebla intenci¨®n de pegarle un derechazo -los toreros modernos se las gastan as¨ª-, le desenga?¨® en el acto el arre¨®n con que correspondi¨® el toro y hubo de ali?ar. Para entonces -encharcado el ruedo, empapada la afici¨®n-, pasaban de las 10 de la noche y esas no son horas de torear.
Ning¨²n toro estaba para florituras. Todos necesitaban esas enjundiosas suertes de castigo y de dominio que desconoce el toreo del siglo XXI. El arte de lidiar toros mansos pertenece a la tauromaquia cl¨¢sica; y qui¨¦n se acuerda de antigualla.
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