Esplendor en la cancha
Abrazo, apretones de mano,palmetazos en la espalda, bofetadas afectuosas y campechan¨ªa en general sobre la cancha, mientras los fans bland¨ªan el abanico al ritmo de la m¨²sica de los Backstreet Boys en las gradas del pabell¨®n de la Font de Sant Llu¨ªs. Un gran despliegue de m¨®viles ardiendo present¨ªa lo que estaba apunto de pasar. En las tribunas se repart¨ªan banderolas y en el centro del campo se mov¨ªan algunas melenas platino cortadas a hacha, con traje chaqueta pastel y pa?uelos de Givenchy. En el c¨®rner, el maestro core¨®grafo, Jes¨²s S¨¢nchez Carrascosa, dirig¨ªa el espect¨¢culo con polo a rayas braceando y de su batuta articul¨® los aguijonazos de la musiquita del PP, que es como el baile de San Vito en solfa. Entonces sali¨® Rita Barber¨¢ por el toril embistiendo con la mand¨ªbula abierta y aullando: Yeeeh. Tras de s¨ª, Manuel Taranc¨®n, vibrante, al que el gimnasio ya confiere elasticidad. En la partitura hab¨ªa unos minutos de aire, para enmarcar a Eduardo Zaplana como se merece. En la pantalla de v¨ªdeo del escenario se ilumin¨® una tarta cibern¨¦tica con tres velas e irrumpi¨® el presidente con la hinchada entonando el cumplea?os feliz. Luego el tr¨ªo salud¨® a la tropa y un mantenedor que sobreactuaba como si estuviese exaltando a una festera dio paso al espect¨¢culo. Rita Barber¨¢ se puso l¨ªrica y explic¨® su gesti¨®n como si estuviese en la cola de una verduler¨ªa del Mercado Central, lo que conect¨® inmediatamente con el auditorio, al que iba inflamando con su voz agrietada mientras le explicaba que estaba plantando naranjas para que Valencia oliese a azahar. En el pabellon ol¨ªa a victoria y Carlos Fabra mascaba chicle en primera fila mientras Rita se colgaba las medallas. Manuel Taranc¨®n subi¨® con la jovialidad que le han devuelto los abdominales. Puso en duda la gesti¨®n anterior y demostr¨® que funciona mejor al ataque del contrario que en la defensa de lo propio. Hab¨ªa nacido una estrella. Taranc¨®n enterr¨® su habitual miedo esc¨¦nico y en el eco de su discurso vigoroso, que Carrascosa aumentaba en volumen desde el control de sonido, quedaba un deje eclesial. Entonces apareci¨® el Creador, Eduardo Zaplana, a los gritos de presidente, presidente. Mientras la pantalla salpicaba su intervenci¨®n con la imagen de su mujer, hilvan¨® una exhibici¨®n de serenidad con algunos calambres muy electorales. El primer d¨ªa cre¨® el Plan de Choque. El segundo, el Mapa Escolar. El tercero, el Plan de Igualdad de Oportunidades. El cuarto, los Planes Especiales de la Tercera Edad. El quinto, el Plan de Modernizaci¨®n de la Administraci¨®n. El sexto, se le amonton¨® el trabajo: la Autov¨ªa de Madrid, la de Somport, el Plan de Cuencas, la Ciudad de las Artes, la Ciudad de la Luz, el Monasterio de La Valldigna, la Universidad de Elche... hasta embriagarse de s¨ª mismo. Y el s¨¦ptimo, Terra M¨ªtica. Cualquiera de estos proyectos justificaba una legislatura. O el Big Bang. Y el vozarr¨®n de Francisco lo envolvi¨® con el Himno Regional.
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