Sopa
Un discreto lector se ha quejado en el magnet¨®fono de descontentos de que dispone este peri¨®dico de encontrar a Garc¨ªa Lorca hasta en la sopa. Hallar al poeta en la sopa no es un accidente exagerado si se tiene en cuenta que el pr¨®ximo viernes el concejal de Cultura, Ferm¨ªn Camacho, ha contratado una avioneta para que lance al tunt¨²n desde los aires pu?ados y pu?ados de pasquines rimados. Camacho ha advertido que es impredecible saber d¨®nde caer¨¢, por ejemplo, el Romance de la Guardia Civil, salvo que se tirara con una plomada. El viento puede depositar la Oda a Walt Whitman no ya en la sopa, sino en una paellera campestre. "Oiga se?or, lleva un lampar¨®n de aceite en el cuello de la camisa". "No se?orita, es una met¨¢fora de la Canci¨®n del mariquita del libro Poemas y canciones". "?Perd¨®n! Pero es que desde que esta ma?ana se me adhiri¨® en el mo?o el verso de los lagartos llorando con sus delantalitos blancos estoy aturdida". "No se preocupe, eso no es nada. A un obrero le cay¨® en el bocadillo el Prendimiento de Anto?ito El Camborio y se lo ha comido confundido con la mortadela. ?Si usted supiera lo que llevo visto!". Camacho prometi¨® nada m¨¢s llegar al Ayuntamiento hace tres a?os que lanzar¨ªa poes¨ªas de Lorca desde los aires y lo ha mantenido. Camacho jur¨® el a?o pasado que prestar¨ªa su rugido al drag¨®n que desfila en las fiestas del Corpus y pese a la incredulidad de propios y extra?os, incluidos sus compa?eros de partido, el concejal actu¨® como una fiera aut¨¦ntica. Camacho, que, como ven, es persona que inspira confianza, ha dicho que en las pr¨®ximas fiestas mayores saldr¨¢, en la procesi¨®n d¨®nde ¨¦l ruge, un cabezudo con la testa senatorial del alcalde Gabriel D¨ªaz Berbel. "Es una broma", desminti¨® el aludido. Otros interpretan que no ha sido una chanza sino una forma de sondear el humor de Berbel o una manera fina de llamarle testarudo. La idea no es mala. Los pol¨ªticos de ciudades intermedias, que no pueden aspirar a un busto de bronce, debieran aceptar con humildad un destino de cart¨®n piedra. La mayor¨ªa de nosotros aceptamos la modesta inmortalidad del retrato del carn¨¦ y no nos quejamos.
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