?Una pista llamada progreso?JOAN SUBIRATS
Algunos est¨¢n agotando la paciencia y prefieren pista en mano antes que p¨¢jaros volando. Llevamos casi cuatro a?os desde que las diversas administraciones pactaron el llamado entonces Plan Delta, por el que se fijaban las grandes l¨ªneas que permitir¨ªan ampliar el puerto y el aeropuerto de Barcelona, ubicar una depuradora, desviar el r¨ªo Llobregat, reordenar los servicios aeroportuarios y trazar v¨ªas de tren, patas y autov¨ªas sin que, ?oh milagro!, se perturbara excesivamente la reserva natural y el delicado equilibrio del ecosistema del delta. Cuatro a?os despu¨¦s las cosas no han avanzado demasiado. El pat¨¦tico ministerio de Isabel Tocino acaba de aprobar el impacto ambiental del desv¨ªo del r¨ªo y las cosas parecen despejarse para el puerto y la depuradora. Pero en lo referente al aeropuerto, despu¨¦s de informes e informes, cada uno sigue con sus metros de m¨¢s o de menos. Las diversas administraciones catalanas tienen la bien fundada sospecha de que la posici¨®n ingenieril y pretendidamente de exclusiva racionalidad t¨¦cnica que mantiene el Ministerio de Fomento esconde m¨¢s bien una forma de centrar los esfuerzos inversores en otras partes de Espa?a, en las que se juega m¨¢s el PP, y de mantener frentes abiertos con Pujol y CiU a los que convenga acudir en los t¨ªpicos paquetes de negociaci¨®n. Hasta ahora, la Generalitat y los ayuntamientos de Barcelona y El Prat manten¨ªan la necesidad de construir la tercera pista salvaguardando, con matices, el h¨¢bitat del delta y las zonas h¨²medas del Remolar y la Ricarda. Pero, en los ¨²ltimos d¨ªas, las fisuras y las grietas se est¨¢n agrandando de forma repentina. Se afirma que lo mejor es construir la pista donde dice Arias Salgado, y todo lo dem¨¢s son ganas de marear la perdiz por parte de CiU. Se sostiene que el impacto ambiental tampoco es excesivo y siempre se puede recrear artificialmente. Desde otras perspectivas se ha dicho que en este tema se est¨¢ dando excesivo protagonismo al Ayuntamiento de El Prat y al posible impacto ecol¨®gico, y que todo ello pone en peligro la futura competitividad econ¨®mica de Catalu?a en el escenario regional europeo. La relevancia pol¨ªtica y profesional de quienes han expresado tales opiniones y lo importante que es el propio objeto de debate no permiten f¨¢ciles descalificaciones. Pero, desde mi punto de vista, no nos estamos enfrentando a un mero problema t¨¦cnico o de exclusiva racionalidad econ¨®mica. No estamos hablando de colocar una pista aeroportuaria en un h¨¢bitat cualquiera. Estamos discutiendo desde hace a?os si la extraordinaria e inaudita preservaci¨®n (s¨®lo explicable por la propia reserva de suelo que provocaron puerto y aeropuerto) de un espacio natural tan rico como el del delta del Llobregat, a pocos kil¨®metros de una urbe como Barcelona y en medio de una comarca tan densa e industrializada como la del Baix Llobregat, debe preservarse lo m¨¢s posible o debe simplemente seguir la l¨®gica del mercado y acabar como ha acabado todo lo que rodea Barcelona. No estoy en absoluto de acuerdo en que el desarrollo de Barcelona y de Catalu?a pase por seguir ocupando l¨ªnea de costa como se ha venido haciendo. Tampoco lo est¨¢n los organismos internacionales que han incluido los humedales del Llobregat en sus cat¨¢logos de zonas protegidas. Y tampoco lo est¨¢n los municipios de El Prat y Barcelona que han apostado hasta ahora por un desarrollo sostenible, coherente con los postulados de la Agenda Local 21 y la Carta de Aalborg, en la que ambos municipios se han comprometido a defender un desarrollo sostenible con la preservaci¨®n de los recursos naturales. No podemos tratar el tema de los humedales y el h¨¢bitat del delta como un problema de unos metros cuadrados m¨¢s de jard¨ªn para Barcelona o como un tema de compensar posibles p¨¦rdidas ecol¨®gicas por un lado con ganancias no se sabe d¨®nde. Tampoco se trata de volver a un estado de la naturaleza pr¨ªstino ni a un primitivismo ingenuo. Deber¨ªamos simplemente aceptar que existen l¨®gicas de desarrollo distintas y que en la cuenta de resultados o en la competitividad de cada pa¨ªs pesar¨¢ tambi¨¦n su capacidad de respetar y preservar recursos tan escasos como los humedales o los h¨¢bitats deltaicos en una zona como la del sur de Europa, en la que son una clara excepci¨®n. Finalmente, tampoco es de recibo seguir manteniendo una l¨®gica de actuaci¨®n en que los intereses pretendidamente superiores de Catalu?a o de su capital, Barcelona, deban imponerse a los intereses supuestamente localistas y de menor relieve de los municipios colindantes. Entiendo que en la historia de la pol¨ªtica territorial de los ¨²ltimos a?os se han aprendido algunas lecciones, y ¨¦sta cre¨ªa que formaba parte ya de un cierto acervo com¨²nmente aceptado. En resumen, si construir la tercera pista es tan urgente para el desarrollo y el progreso econ¨®mico de Catalu?a y Barcelona que tenemos que construirla aceptando la opci¨®n (irreversible) m¨¢s agresiva medioambientalmente, que no cuenten conmigo para tal clase de progreso.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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