Cumbre de la droga
LOS PASADOS 8 y 10 de junio se ha celebrado, en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, la llamada cumbre contra la droga. La sobreabundancia de buenas palabras no ha podido ocultar la escasez de propuestas originales en una cumbre que ha transcurrido en medio de la indiferencia generalizada. La conclusi¨®n general podr¨ªa resumirse en que hay que seguir aplicando m¨¢s de lo mismo: persistencia en la consideraci¨®n delictiva de todo lo relacionado con las drogas, llamadas a la cooperaci¨®n internacional para la persecuci¨®n del tr¨¢fico y el blanqueo de dinero y avances en los programas de reinserci¨®n y asistencia sanitaria. Todos ellos elementos positivos, pero posiblemente ineficaces, para atajar un problema que genera una corrupci¨®n -econ¨®mica, social, moral- sin precedentes.La propuesta m¨¢s llamativa ha sido el plan para erradicar los cultivos ilegales mediante ayudas a los agricultores para sustituirlos por otros. Un objetivo dif¨ªcil de cumplir, dado que los precios alcanzados por estos productos, como consecuencia de su car¨¢cter clandestino, no admiten competencia de los alternativos, a lo que debe a?adirse que las drogas tradicionales est¨¢n empezando a ser desplazadas por otras sint¨¦ticas, que no necesitan cultivos, pero s¨ª sustancias qu¨ªmicas, los llamados precursores, que figuran tambi¨¦n en la lista de sustancias a perseguir.
S¨®lo una propuesta externa a la propia cumbre -firmada por 630 intelectuales, entre los que se cuentan ocho premios Nobel- plantea un cambio radical en el enfoque del problema. Sostienen los firmantes que los da?os producidos por la criminalizaci¨®n son superiores a los que produce la propia droga. La mayor¨ªa de las muertes y las graves enfermedades que afectan a los drogodependientes, las cantidades ingentes de dinero incontrolado que corrompen sociedades enteras y desestabilizan econom¨ªas y la dificultad en la asistencia y el tratamiento de los afectados son m¨¢s una consecuencia de la ilegalidad y la sordidez en que se desenvuelve el mundo de la droga, tocado adem¨¢s de un punto de rebeld¨ªa y marginaci¨®n que puede hacerlo atractivo a algunos j¨®venes que de los propios efectos de las sustancias prohibidas.
El problema es que una hipot¨¦tica legalizaci¨®n podr¨ªa tener efectos negativos a corto plazo y que, para ser efectiva, deber¨ªa aplicarse simult¨¢neamente en todos o casi todos los pa¨ªses. No son significativas a este respecto las experiencias concretas en uno u otro pa¨ªs; pero ser¨¢ imposible avanzar en esa direcci¨®n si ni siquiera es posible iniciar un debate intelectual sin hipocres¨ªas y libre de prejuicios.
Es significativo, por otra parte, que el punto m¨¢s debatido haya sido en cierto modo colateral al caso mismo de la droga. Algunos pa¨ªses, especialmente Estados Unidos, han enfatizado la importancia de la cooperaci¨®n internacional y han mostrado su desconfianza hacia la voluntad o la capacidad de otros pa¨ªses para enfrentarse eficazmente al problema. Otros, por el contrario, han subrayado la necesidad de respetar las soberan¨ªas nacionales y han reprochado a Estados Unidos que sus llamadas a la cooperaci¨®n internacional puedan entenderse como un derecho de injerencia -como ha ocurrido en M¨¦xico recientemente- o un modo de determinar qu¨¦ pa¨ªses merecen recibir ayuda para el desarrollo y cu¨¢les no en funci¨®n de su actitud al respecto y seg¨²n el criterio de los donantes.
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