"Recuperar memoria hist¨®rica"
Felipe Gonz¨¢lez acudi¨® ayer al Supremo con una intervenci¨®n en la que explicaba su opini¨®n sobre los acontecimientos de 1983 y los efectos de la guerra sucia en las relaciones con Francia. El tribunal no consider¨® oportuno que leyese ese texto, que se reproduce a continuaci¨®n:"He o¨ªdo decir tantas barbaridades sobre los acontecimientos de finales del 83, que me he visto en la necesidad de acudir a mis datos, m¨¢s all¨¢ de la memoria que normalmente se puede esperar despu¨¦s de 15 a?os. Siempre he pensado y defendido la tesis contraria a la de muchos analistas respecto de los efectos de la llamada guerra sucia contra ETA, por mi propia experiencia personal en las relaciones con Francia.
Conservo el recuerdo del primer encuentro con Mitterrand, pero no podr¨ªa situarlo en la fecha exacta. Cre¨ªa que hab¨ªa tenido lugar a primeros de diciembre del 83. S¨ª me acuerdo a la perfecci¨®n del contenido y del resultado, en torno a los dos temas b¨¢sicos de nuestra relaci¨®n con Francia: cooperaci¨®n en la lucha contra el terrorismo y negociaciones de Espa?a con la CEE.
Como se ha mantenido hasta la saciedad la est¨²pida tesis de que el Estado franc¨¦s decide cooperar con Espa?a a consecuencia de los atentados de los GAL, a pesar de que he expresado con insistencia que esta teor¨ªa era falsa, contraria a la experiencia que he vivido, he visto algunas notas de esos meses y he consultado la agenda de actividades.
Si se tiene un m¨ªnimo de buena fe, cosa dudosa en este asunto, se ver¨¢ con claridad lo que ocurr¨ªa. Ni antes del 83, ni a partir de ese momento, la actitud de Francia cambia en funci¨®n de otra cosa que los propios intereses del Estado franc¨¦s en relaci¨®n con Espa?a y Europa. Primero.
Desde nuestra llegada al gobierno trabajamos, como lo hab¨ªan hecho los Gobiernos anteriores aunque sin resultado, en la direcci¨®n de conseguir un cambio en la actitud francesa ante los dos grandes temas de inter¨¦s para Espa?a. Se organizaron las relaciones sobre la base de encuentros interministeriales y se celebraron dos de ellos durante el a?o 83.
Personalmente decid¨ª no hacer un encuentro con el presidente franc¨¦s hasta no tener razonable seguridad de una respuesta positiva. La colaboraci¨®n del embajador franc¨¦s en Madrid fue muy importante. Hab¨ªa sido designado como hombre de confianza del Gobierno franc¨¦s para la relaci¨®n con el nuevo Gobierno de Espa?a. Por esa raz¨®n no viaj¨¦ a Par¨ªs hasta el 20 de diciembre del 83, un a?o despu¨¦s de la llegada a la Presidencia, a pesar de mantener relaciones con Mitterrand desde comienzos de los a?os setenta .
Los documentos y la agenda me han ayudado a reconstruir ese periodo en lo que respecta a m¨ª como presidente del Gobierno. Durante el secuestro del capit¨¢n Mart¨ªn Barrios se produce un intento fallido de obtener informaci¨®n mediante la detenci¨®n en Francia de Larrechea. Los polic¨ªas son detenidos y al d¨ªa siguiente se descubre el cad¨¢ver del capit¨¢n, muerto con anterioridad. El ministro del Interior asume la responsabilidad de la operaci¨®n ante el Parlamento, en nombre del Gobierno. Yo le di con toda seguridad la autorizaci¨®n para esta comparecencia, pese a que no lo recuerde. Creo que fue la ¨²nica ocasi¨®n en que el propio Consejo de Ministros oy¨® la explicaci¨®n de los hechos y tras el Consejo me parece recordar que el Portavoz inform¨® a la prensa.
Tampoco recordaba haber participado en las gestiones con Francia para la liberaci¨®n de los polic¨ªas. Sin embargo, tengo una nota registrada en el Gabinete Telegr¨¢fico el 19 de noviembre, recogiendo una conversaci¨®n telef¨®nica con Mitterrand, en que aparece el tema y su compromiso de hacer lo posible por la liberaci¨®n. Adem¨¢s, se refleja su cambio de actitud en relaci¨®n con los temas de cooperaci¨®n en la lucha contra el terrorismo y con el ingreso de Espa?a en la CEE. Era el requisito previo para hacer una visita a Par¨ªs. Me referir¨¦ a ello m¨¢s tarde.
El 21 de noviembre, el fiscal acepta la petici¨®n de libertad de los polic¨ªas, que al parecer se retrasa un par de semanas por cuestiones formales. Era una se?al clara de la disposici¨®n de las autoridades francesas, incluso para los que no conocieran las gestiones a las que me he referido.
Dos consideraciones sobre estos hechos.
Las personas que secuestraron al se?or Marey es imposible que pensaran que ayudaban a la libertad de los polic¨ªas espa?oles, salvo con un desconocimiento absoluto de estos hechos. Por si fuera poco, es inimaginable que un juez franc¨¦s se prestara a hacer un canje. Tampoco tiene sentido pensarlo de las autoridades pol¨ªticas.
En consecuencia, un hecho y otro nada tienen que ver. M¨¢s bien se contradicen. Los que han intentado relacionarlos no tienen raz¨®n, como no la ten¨ªan los que vinculaban este secuestro con la liberaci¨®n de Mart¨ªn Barrios, asesinado bastante antes. Es una explicaci¨®n absurda.
Por otra parte, desde el punto de vista de la cooperaci¨®n que se pretend¨ªa de las autoridades francesas para luchar contra el llamado santuario de ETA en el sur de Francia, toda acci¨®n violenta perjudicaba ese prop¨®sito. En particular, en ese momento, se corr¨ªa el grave riesgo de arruinar todos nuestros esfuerzos para hacer cambiar esa actitud.
Yo hab¨ªa quedado con Mitterrand en buscar una fecha para encontrarnos, en esa conversaci¨®n telef¨®nica. Deb¨ªamos esperar que pasara la cumbre en Grecia y anticiparnos al comienzo de la presidencia francesa, a partir del primero de enero. Ten¨ªa datos para pensar, razonablemente, que Francia estaba cambiando de actitud. As¨ª se consolid¨® definitivamente el 20 de diciembre. No obstante, cuando vi a la prensa en la embajada, no hice ning¨²n comentario. Era parte del acuerdo, ya sugerido en la nota de 19 de noviembre. Por eso tuve que soportar las cr¨ªticas de la prensa muy sensibilizada en aquellos momentos contra la actitud que hab¨ªa mantenido Francia durante a?os.
Esta situaci¨®n cambi¨® pocos d¨ªas despu¨¦s a comienzos del 84, cuando empiezan las redadas de miembros de ETA, los confinamientos y las expulsiones. Todo puede explicarse por el encuentro con el presidente franc¨¦s, del que el precedente es la nota de 19 de noviembre, absolutamente expresiva de la disposici¨®n de Mitterrand, que llega a pedirme que le pasen al Gobierno franc¨¦s la lista de los que queremos que sean expulsados.
Para cualquiera que conozca m¨ªnimamente el funcionamiento de la Rep¨²blica Francesa es f¨¢cil entender que s¨®lo su presidente puede cambiar el rumbo de la pol¨ªtica exterior, atribuida constitucionalmente al mismo. Es cierto que, incluso con esa decisi¨®n que cambia el rumbo de los acontecimientos, el aparato policial tarda m¨¢s en cambiar los h¨¢bitos de muchos a?os en su tratamiento del problema. Tambi¨¦n es f¨¢cil de entender para cualquiera que conozca el funcionamiento del Estado.
Recuerdo la incredulidad de Mitterrand cuando puse sobre su mesa la lista de asesinatos de ETA despu¨¦s de que se les concediera la amnist¨ªa. Tambi¨¦n recuerdo sus comentarios que callo por discreci¨®n y sus palabras de compromiso finales: "Esto va a cambiar radicalmente. Dar¨¦ las instrucciones necesarias. Mantengamos la discreci¨®n para evitar problemas de opini¨®n. T¨² y yo no nos vamos a ocupar de este asunto m¨¢s que cuando haya una dificultad insuperable entre los ministerios. Entonces no dudes en llamarme".
Toda la teor¨ªa, sin fundamento alguno, de que las acciones violentas en el sur de Francia cambiaron la voluntad de las autoridades, a lo que se a?ade que estas acciones desaparecen cuando Francia coopera, no resisten un an¨¢lisis medio riguroso. A finales del 83, el presidente de la Rep¨²blica Francesa se compromete a cambiar la actitud de su pa¨ªs. Esto empieza a producirse pocos d¨ªas m¨¢s tarde, incluso antes de que nosotros tuvi¨¦ramos resuelto el problema de los pa¨ªses de acogida para los expulsados de Francia. Se va incrementando progresivamente, con el paso decisivo de las primeras extradiciones ya en el 84. En el 86, por razones f¨¢ciles de entender, se incrementa a¨²n m¨¢s. Espa?a era ya parte de la Comunidad Europea. Hab¨ªa resuelto el refer¨¦ndum de la OTAN. Era, en fin, un socio y un aliado al que no se pod¨ªa seguir tratando como en el pasado. El propio aparato de seguridad hab¨ªa ido cambiando su actitud y mejorando la cooperaci¨®n con las Fuerzas de Seguridad espa?olas.
En estas circunstancias, se apagaron al mismo tiempo los brotes de violencia antiterrorista y los involucionistas. Lo ¨²nico que permaneci¨® fue la violencia terrorista de ETA. Alg¨²n d¨ªa esta verdad hist¨®rica prevalecer¨¢, con todo lujo de detalles desmintiendo las campa?as err¨®neas o interesadas que han desdibujado el devenir de los acontecimientos.
Los responsables del Gobierno, conscientes de esta realidad, eran los primeros interesados en que no se produjeran actos ilegales que pudieran perturbar este proceso, m¨¢s all¨¢ de las convicciones democr¨¢ticas de sus miembros. La experiencia hab¨ªa mostrado, como era l¨®gico esperar, que la actitud de Francia no cambiaba por atentados en su territorio, sino por la consideraci¨®n de sus intereses de Estado. Es ocioso, por ello, atribuirse m¨¦ritos como Gobierno en este cambio de actitud, que seguramente se hubiera producido tambi¨¦n de haber continuado el Gobierno anterior con la tarea de defender los intereses de Espa?a.
Segundo. El se?or Damborenea y sus imputaciones.
Este se?or no conoc¨ªa, creo yo, esta situaci¨®n. Su relaci¨®n pol¨ªtica conmigo era muy escasa, como ocurr¨ªa con otros secretarios provinciales. En el 83, por ejemplo, recib¨ª en varias ocasiones a dirigentes del Pa¨ªs Vasco, incluidos los del PNV, pero nunca al se?or Garc¨ªa Damborenea. En el 84, lo recib¨ª, seg¨²n la agenda, el d¨ªa 15 de marzo a las 12 de la ma?ana. E1 siguiente visitante era Enrique Iglesias a la una.
Recuerdo su gesto de sacar la pistola, cuando se sent¨® en el despacho. No me fiaba de ¨¦l y, desde luego, no ten¨ªa la probabilidad de hablarme de un tema como los GAL, aparecido en el 83. En el 90, cuando se fue del Partido y pact¨® con el se?or Murillo el uso de unas siglas que ten¨ªa registradas, su primera actuaci¨®n en Andaluc¨ªa fue para convencer a dos militantes socialistas de C¨®rdoba para que descabalgaran, mediante moci¨®n de censura, al alcalde de Lucena, en beneficio del PP.
Cuando en 1995 (20 de julio, creo) cambia sus declaraciones ante el juez instructor, haciendo una explosiva conferencia de prensa, recib¨ª una carta de Fernando M¨²gica, seis meses despu¨¦s asesinado por ETA, que conservo en mi poder. Me llamaba la atenci¨®n sobre las declaraciones de Aznar en el diario E1 Norte de Castilla, de 11 de septiembre del 94, afirmando su amistad y confianza con el se?or Damborenea su colaboraci¨®n en el asesoramiento de la posici¨®n de aqu¨¦l en materia de lucha antiterrorista, adem¨¢s de su militancia, desde hac¨ªa a?os en el PP. Me extra?¨® que una entrevista para el Grupo del Correo contuviera estas afirmaciones que, pensaba, pod¨ªan ser mal recibidas en el Pa¨ªs Vasco, as¨ª que contrast¨¦ el peri¨®dico citado con el publicado en el Correo y pude comprobar que para los lectores del Pa¨ªs Vasco, hab¨ªa un a?adido que sin negar la relaci¨®n, tomaba alguna distancia haciendo bromas. Es una situaci¨®n dif¨ªcilmente calificable pero que ayuda a comprender las cosas que despu¨¦s pasaron, incluida la entrevista previa entre los se?ores Aznar y Garc¨ªa Damborenea antes de la declaraci¨®n ante el juez instructor. Llevaba a?os trabajando contra m¨ª y mi Gobierno y en relaci¨®n con el se?or Aznar.
Tercero. La actitud de Garz¨®n.
Despu¨¦s de su salida de Interior, no he visto a Garz¨®n m¨¢s que en una ocasi¨®n en que me visit¨® en Moncloa, como representante de una ONG indigenista. No me he referido a ¨¦l personalmente, tratando de respetarle cuando me preguntaban por sus actuaciones. Se preocup¨®, como otros cargos de Interior, del indulto para Amedo y Dom¨ªnguez. Mostraba una actitud cr¨ªtica desmedida respecto de sus compa?eros de Interior, Vera y Corcuera. Despu¨¦s respecto de Belloch. Nunca la percib¨ª respecto de m¨ª, ni para m¨ª era frecuente que dentro de un equipo, aunque hubiera discrepancias, se manifestaran tan duramente. Nunca comprend¨ª c¨®mo pod¨ªa hacerse cargo de instruir unas diligencias afectando a personas que hab¨ªan estado en su propio departamento, pero nunca lo manifest¨¦. La reforma de la Ley Org¨¢nica del Poder Judicial impide que pueda producirse una situaci¨®n semejante.
Cuarto. Secuestro de Marey.
Tambi¨¦n oigo barbaridades en torno a este asunto, grave y desgraciado, a la vez que sacado de su contexto. Por ejemplo, yo me enter¨¦ m¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s de que hab¨ªa estado en Espa?a. No recuerdo si tuve informaci¨®n de lo sucedido, ni he podido encontrar una nota que me lo indique. S¨ª he visto que estuve en Argentina en esos d¨ªas.
He visto que la prensa recoge preguntas de incredulidad de algunos abogados que afirman la imposibilidad de que no se supiera por Interior d¨®nde estaba. Hemos vivido muchos secuestros, de muchos meses, incluso a?os, sin poder saber d¨®nde estaban los secuestrados. Hubiera sido una excepci¨®n que las Fuerzas de Seguridad hubieran resuelto el tema en 10 d¨ªas. Tambi¨¦n oigo preguntar una y otra vez qu¨¦ ordenes se dieron para aclarar ¨¦ste o cualquier otro asunto relacionado con un hecho delictivo. Jam¨¢s me he visto en la necesidad de dar ¨®rdenes a las Fuerzas de Seguridad en la investigaci¨®n de los delitos. Ni en los peores atentados terroristas. Esto no funciona as¨ª en el d¨ªa a d¨ªa del Estado.
Una nota final. El disparate de los atentados antiterroristas era tan negativo para nuestros intereses en relaci¨®n con Francia que pens¨¦ en intereses oscuros muchas veces ligados a movimientos involucionistas, en particular, cuando coincid¨ªan acciones violentas con una visita a Francia. Ocurri¨® la noche del 19 de diciembre del 83 y volvi¨® a producirse el d¨ªa antes de la siguiente visita en el 84. Lo coment¨¦ p¨²blicamente en esta segunda ocasi¨®n. Creo que lo reflej¨® la prensa.
Resumen.
Francia no hab¨ªa cambiado su actitud en el tratamiento de los temas del terrorismo desde que se inici¨® la transici¨®n democr¨¢tica ni, por supuesto, antes, a pesar de los que defienden la tesis de que las acciones violentas en su territorio la obligar¨ªan a hacerlo. Esto era as¨ª durante la presidencia de Giscard y durante dos a?os de la de Mitterrand. Esto era as¨ª, pese a los denodados esfuerzos pol¨ªticos y diplom¨¢ticos, durante los Gobiernos de Adolfo Su¨¢rez, Calvo Sotelo y el primer a?o de mi Gobierno. El cambio de actitud de Francia se va madurando en el 83 y se afirma cuando la actividad violenta de los GAL a¨²n no tiene la significaci¨®n que adquiri¨® en el 84 y 85.
La negociaci¨®n para nuestro ingreso en la CEE, que duraba desde la solicitud hecha en el 77, se aceler¨® en el 84 y firmamos el Tratado en el 85. Nunca consider¨¢bamos suficiente la cooperaci¨®n. Era l¨®gico. A¨²n hoy tengo ese sentimiento, a pesar de que mejoramos progresivamente durante los a?os 80 y 90. Era l¨®gico, digo, porque siempre ocurre en la tarea pol¨ªtica, m¨¢s all¨¢ de las declaraciones, que uno vive sus propios problemas con m¨¢s angustia y prioridad que los que no los padecen directamente".
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