El Cuco vuelve al nido
Jose Antonio Cuco Ziganda nunca ha tenido el perfil del goleador: ni regordete como los especialistas, ni habilidoso como los exquisitos, ni rematador como los poderosos, ni intuitivo como los diplom¨¢ticos del ¨¢rea. Ziganda lleg¨® en 1991 al Athletic como un destajista que hac¨ªa goles por su perseverancia m¨¢s que por su intuici¨®n y que lo mismo desvencijaba a una defensa con una ganz¨²a que la inutilizaba con una presi¨®n inmovilizadora y pertinaz. El Cuco vuelve ahora al nido. En 1991, Jos¨¦ Juli¨¢n Lertxundi apost¨® por ¨¦l antes de recibir el refrendo de las urnas y Osasuna, clasificado para la UEFA, se qued¨® con un palmo de narices. Ahora vuelve a su casa, con el Athletic clasificado para la Copa de Europa y el Osasuna agonizando en Segunda Divisi¨®n. Cuesti¨®n de ¨¦pocas. Desde entonces hasta ahora nadie ha discutido un miligramo de sudor al futbolista navarro. En Osasuna destacaba m¨¢s su capacidad para caerse a las bandas que su habilidad para el gol y en Bilbao acrecent¨® su pesonalidad, aunque corroborada con una producci¨®n que le condujo a ser el m¨¢ximo goleador en activo de la Liga espa?ola. La estad¨ªstica y el influjo sentimental le acarre¨® un grito tan cari?oso como insospechado en el grader¨ªo: "?Cuco, Cuco!", gritaba la feligres¨ªa en cada saque de esquina a pesar de que el futbolista navarro no pasara de ser un aprendiz de la estrategia. Lo importante de Ziganda era el influjo, m¨¢s que la producci¨®n. 17 goles cuando m¨¢s (dos a?os) y 4 cuando menos, le hicieron exclamar en su mejor ¨¦poca que llegando a diez goles la misi¨®n estaba cumplida. No era un goleador regordete, ni rematador, ni poderoso, ni diplom¨¢tico; era, si acaso, un oteador, un gestor de lo imposible (como Julio Salinas) capacitado para echar una mano a cualquier necesitado en el campo, infatigable y pertinaz, que alcanz¨® su c¨¦nit en un gol frente al Rayo Vallecano, que nunca cotiz¨® en Bolsa por estar alejado de los centros de poder. Los goles tienen su pedrigr¨ª: la mano de Maradona vale siempre m¨¢s que cualquier otra genialidad. Ziganda ha cubierto en el Athletic un vac¨ªo espectacular. Vizcaya se qued¨® sin delanteros desde la marcha de Julio Salinas y Ziganda abri¨® una n¨®mina que a¨²n perdura. Por alguna cuesti¨®n de car¨¢cter Navarra resulta m¨¢s encastada para esa ocupaci¨®n que el resto de la geograf¨ªa. Siete a?os despu¨¦s, Ziganda vuelve a los or¨ªgenes. Los designios del f¨²tbol resultan insospechados: el Athletic renuncia a los ¨²ltimos servicios de Ziganda, gratis et amore, a costa de disminuir su potencial ofensivo. El Cuco enfila el camino de regreso, a poner sinceridad en un asunto complejo y a buscarse la vida en el club que le ense?¨® a volar. Ser¨¢ entrenador, dos a?os despu¨¦s, vivir¨¢ donde viv¨ªa cuando libraba en Bilbao, ejercer¨¢, por naturalidad, de l¨ªder del vestuario -como oficiaba en Bilbao- y se caer¨¢ a las bandas como siempre, m¨¢s lento, m¨¢s seguro, siempre entregado, siempre pertinaz.
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