La venganza de Alejandro Sanz
Ha sido uno de los grandes deslices de la cr¨ªtica musical espa?ola: enredada entre que si indie, que si mestizaje, que si techno, se olvid¨® de cubrir la transformaci¨®n de Alejandro Sanz en el fen¨®meno musical masivo de la Espa?a de los noventa. Y ahora se intenta compensar con tard¨ªos ditirambos lo que ya hab¨ªan ratificado las listas de ventas.
Cierto es que el desencuentro entre Alejandro Sanz y la cr¨ªtica supuestamente exigente era previsible. De principio, su carrera estaba contaminada por aquellos primeros intentos de lanzamiento en clave de fantas¨ªa gay. M¨¢s profundamente, la incomprensi¨®n obedec¨ªa a sensibilidades casi incompatibles. He o¨ªdo a Alejandro Sanz proclamar su espanto ante la m¨²sica de Nirvana (?se refer¨ªa al concierto desenchufado!).
Alejandro Sanz
Holanda, 1987 (108 minutos). Director: Dick Maas. Int¨¦rpretes: Monique van de Ven, Huub Stapel, Wim Zomer.
Alejandro Sanz (guitarras y voz solista); Ludovico Vagnone (guitarra el¨¦ctrica y coros); Alfonso P¨¦rez (teclados y coros); Pier Paolo Vallero (teclados, saxofones y coros); Josep Salvador (guitarras y coros); Maurizio Sgaramella (bater¨ªa); Agust¨ªn Guere?u (bajo y coros); Luis Dulzaides (percusi¨®n); Hellen Hellende Quiroga (coros); Norman Hogue (tromb¨®n); Lulo P¨¦rez (trompeta)
Invitado: Vicente Amigo (guitarra flamenca).
Aunque creciera macerado en flamenco, la ruta elegida por Alejandro Sanz ha sido la moderna balada italiana, una m¨²sica con tal grandiosidad que santifica hasta la m¨¢s trivial letra de amor. Un g¨¦nero que, curioso, siempre ha gozado del aprecio de los flamencos m¨¢s pop (Ray Heredia) y que hab¨ªa sido aparcado por una industria y unos medios m¨¢s o menos vendidos al oro anglosaj¨®n.
As¨ª que Sanz sab¨ªa lo que hac¨ªa al trasladarse a grabar en Italia sus dos ¨²ltimos discos. De hecho, esos industriosos instrumentistas de Mil¨¢n y alrededores forman parte de la actual banda del madrile?o. Son de esa casta de m¨²sicos que dan brillantez y contundencia a todo lo que tocan. Y que parecen conformarse con esos solos heavy metal, esos balanceos de funk, esos segundos de fusi¨®n que el p¨²blico tolera m¨¢s que aprecia.
Esa masa entregada y feliz, que arropa con infinito ardor la voz de Alejandro, m¨¢s quebradiza que cartilaginosa. Y as¨ª van cayendo las cr¨®nicas de amor y desamor, entre las que se cuelan alegatos a favor de la tolerancia sexual, Si hay Dios, o el pacifismo, Por bandera.
Hacia el final llega la obra maestra que consigue que la plaza levite, la que hace soportables tanta gozosa histeria y tanta sentida mediocridad. Coraz¨®n part¨ªo es la fiera: una melod¨ªa sofisticada atravesada por las r¨¢fagas de guitarra flamenca de Vicente Amigo, que empujan hacia un final incandescente. Un brebaje tan intoxicante no puede haber sido fruto de la casualidad. Sugiere que Alejandro Sanz ha estado funcionando por debajo de sus posibilidades, trabajando para el m¨ªnimo com¨²n denominador. El dilema est¨¢ por resolver: el seguir buscando las cimas del arte o conformarse con una rutina tan reluciente como previsible.
Babelia
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