La batalla de la Plaza Nueva
Cuando en plena Rep¨²blica, Alejandro Lerroux le pas¨® a Niceto Alcal¨¢ Zamora el decreto en el que aparec¨ªa la propuesta de ascenso de Francisco Franco, el pol¨ªtico cordob¨¦s respondi¨® con su sapiencia de liberal y de cacique: "Don Alejandro, los generales menores de 40 a?os son todos aspirantes a dictadores fascistas". Se cumpli¨® el presagio de quien hab¨ªa sido ministro de la Monarqu¨ªa y fue presidente de la II Rep¨²blica cuando el Frente Popular triunf¨® en las urnas el 16 de febrero de 1936. "El 18 de julio habr¨ªa sido el 17 de febrero, pero los generales sublevados, que se presentaron en el hotel Ritz para pedirle a Portela Valladares, presidente del Gobierno, la anulaci¨®n de las elecciones y la declaraci¨®n del estado de guerra, no contaban con el rechazo de este pol¨ªtico, del propio Alcal¨¢-Zamora y del general Sebasti¨¢n Pozas, dirertor general de la Guardia Civil, que conmin¨® a Franco y otros generales a que respetaran el resultado de las urnas". Lo dice Juan Ortiz Villalba, 44 a?os, natural de Luque (C¨®rdoba), director de un instituto en Villafranco del Guadalquivir y autor del libro Sevilla 1936. Del golpe militar a la guerra civil, un exhaustivo estudio al que ha dedicado 14 a?os de su vida. A este libro lleg¨® por caminos nada ortodoxos. Se tuvieron que juntar una serie de factores que cambiaron el destino de un hombre que estaba llamado "como mucho a dar clases, a hacer sindicalismo dentro de la ense?anza o a hacer pol¨ªtica despu¨¦s de las elecciones de junio de 1977". El libro, del que no salen bien paradas algunas fuerzas vivas de la ciudad, tiene una autor¨ªa moral, indirecta: el amigo que en un cortijo de Fern¨¢n N¨²?ez encontr¨® un documento en el que aparec¨ªan los nombres de 150 se?oritos de C¨®rdoba que decidieron tomar el cuartel y sacar las tropas a la calle contra la Rep¨²blica; el inter¨¦s que un art¨ªculo publicado por Ortiz Villalba despert¨® en el maestro de historiadores Manuel Tu?¨®n de Lara; o la obsesi¨®n "rayana en el paroxismo" de Milagros Mart¨ªnez Prieto, esposa ya fallecida de Pedro La¨ªn Entralgo, de que una manta de silencio cubr¨ªa todo lo que pas¨® aquel verano sevillano del 36 en el que su padre fue una de las muchas v¨ªctimas de la infamia. La¨ªn es el prologuista de un libro que Juan Ortiz dedica a Milagros Mart¨ªnez, ya fallecida, una mujer que le prest¨® su aliento incondicional. La conversaci¨®n con Juan Ortiz transcurre en el marco apacible del hotel Inglaterra. Un escenario crucial de su libro. El hotel era el escudo natural del Gobierno Civil. Si el Inglaterra era el ?lamo de algunos guardias de asalto, de los trabajadores portuarios liderados por Saturnino Barneto que en 1927 aterrizaron en el comunismo desde el anarquismo, el Gobierno Civil era el palacio de la Moneda de un coru?¨¦s llamado Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez Rendueles. El edificio estaba en una calle que hoy lleva el nombre de Pedro Parias. "Qu¨¦ verg¨¹enza", dice Ortiz Villalba, "ponerle el nombre del gobernador nombrado por los golpistas, falangista como todos los Parias, el t¨ªo carnal de la mujer de Blas Infante que no movi¨® un dedo por salvar la vida del marido de su sobrina". Lucha cruenta Aqu¨ª se desarroll¨® lo que Ortiz Villalba llama "la batalla de la Plaza Nueva", una lucha cruenta por el poder en m¨²ltiples direcciones: los trianeros que intentan asaltar la Maestranza de Artiller¨ªa, donde se guardaban 25.000 fusiles; los trabajadores que ped¨ªan armas en el cuartel que la Guardia de Asalto ten¨ªa en la Alameda de H¨¦rcules; los conatos de ocupaci¨®n de la Plaza Nueva por fuerzas de Infanter¨ªa integradas por soldados que llegaban enga?ados con vivas a la Rep¨²blica. La avioneta que sali¨® de Tablada, ¨²ltimo reducto republicano, y lanz¨® sobre la Plaza Nueva octavillas que animaban a pelear contra los sublevados e informaban de que el golpe s¨®lo hab¨ªa triunfado en ?frica. La guerra civil, en la lectura de Ortiz Villalba, es la reacci¨®n resentida de una serie de generales contra Manuel Aza?a, que en su etapa de ministro de la Guerra, "instigado por Queipo de Llano", priv¨® a los militares africanistas de sus medallas y m¨¦ritos de guerra. "?stos no se sublevan por la unidad de Espa?a ni por el orden social. No son mon¨¢rquicos ni republicanos. Mola es molista, Queipo quepista y Franco franquista. Son de ellos mismos, de sus galones, de sus medallas". 62 a?os despu¨¦s, Ortiz Villalba piensa publicar un segundo libro sobre la guerra en la provincia y llama la atenci¨®n sobre los h¨¦roes ocultos, hombres que permanecieron leales a la Rep¨²blica.
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