El precio de no ver

Quisiera agradecer a Juan Jos¨¦ Mill¨¢s el que me haya abierto los ojos en su art¨ªculo Pagar para no ver (El Pa¨ªs Madrid, p¨¢gina 2, del 21 de junio de 1998). Al igual que sus citados amigos sent¨ª gran frustraci¨®n por haber pagado una butaca en nuestro (as¨ª lo consideraba) flamante Teatro Real para no ver a Pina Bausch, pero ahora me doy cuenta de mi simplismo.Recomendar¨ªa al Teatro Real que engrosara su ya significativa lista de mecenas, patrocinadores, colaboradores y dem¨¢s apoyos econ¨®micos, para as¨ª poder prescindir de una serie de localidades a "precios populares" que sean ocupadas por una villan¨ªa que pretenda verlo todo.

Me siento avergonzado ante el teatro por el espect¨¢culo que dimos quienes pagamos 2.500, 4.500 o incluso 11.000 pesetas por reclamar antes o durante la funci¨®n, pero siempre de forma respetuosa y educada, una butaca desde donde vulgarmente divis¨¢ramos todo el escenario. Como nos merecemos fuimos tratados, haci¨¦ndonos caso omiso o amenaz¨¢ndonos con que seguridad nos desalojar¨ªa.

Creo, eso s¨ª, que m¨¢s bochornoso y totalmente impune, de cara a la entidad, fue el protagonismo por quienes pudieron ver el espect¨¢culo en su integridad (quiz¨¢ pagando 12.000 pesetas por localidad). Vergonzoso desde mi punto de vista, ya que el pudor e inseguridad o respeto propios de mi clase me impiden boicotear una pieza por el mero hecho de no entenderla. Es una l¨¢stima que la cultura y nuestro teatro sean de quienes lo puedan pagar, aprecien o no las obras.- .