Tatuaje del aire
En la exposici¨®n que acaba de inaugurarse en el Centro Cultural Palacio de la Audiencia, en Soria, la materia, a menudo con trazas del cuerpo humano (al borde de lo pleno o fraccionado: piernas, pies, brazos, manos, orejas, ojos, p¨¢rpados, cejas, narices, bocas, pelos...) vuelve, insaciable, a reclamar de T¨¤pies su intervenci¨®n de experto tatuador. Y ¨¦ste, tan obstinado como riguroso al par que atento y disponible, interviene con sus marcas de siempre para obtener nuevas transmutaciones, consciente de que todo se reproduce y, sin embargo, nada se repite: flechas, caligraf¨ªas, salpicaduras, n¨²meros (cada vez m¨¢s, el ocho, lo innumerable: equilibrio, transfiguraci¨®n, porvenir), par¨¦ntesis, borrones, tachaduras, cruces, aspas, llaves, barras, corchetes, puntos, c¨ªrculos, ¨¢ngulos, tri¨¢ngulos, nubes pulverizadas, suplicios y caricias, n¨ªtidos garabatos y enmara?adas l¨ªneas.Estigmas que no cesan de poner de manifiesto, sobre el flexible espejo del papel, la intensidad de un cuerpo a cuerpo, sin tregua alguna, entre la carne y el esp¨ªritu, entrelazados ambos en amor y violencia, religados a muerte al no ignorar, incluso se dir¨ªa que a ciegas, que se juegan su verdadero ser en ese entre-existir representado, en esa mutua entrega que le otorga existencia a las cosas. Perpetuo suma y sigue, multiplic¨¢ndose en lo errante, de un arte as¨ª sentido, en movimiento hacia la fijaci¨®n del v¨¦rtigo, hacia la conversi¨®n de la fe del deseo en sustancia palpable: como ocasi¨®n fugaz, pillada al vuelo, de darle forma m¨ªtica, cabal o duradera, a la vida, de consagrarla en signo trascendente. O, dicho a la manera de Brecht, m¨¢s que expresar la vida, significarla.
A esto mismo alude T¨¤pies en uno de sus ¨²ltimos textos te¨®ricos, El tatuaje y el cuerpo, donde, adem¨¢s, no duda en rescatar antiguas expresiones sagradas ("cuerpo glorioso"/ "hombre c¨®smico") para decirnos que las variaciones efectuadas sobre ese cuerpo material, s¨ªmbolo al fin y al cabo, representan el soporte de sabidur¨ªa -de contenido- sin el cual las l¨ªneas, los colores y las formas s¨®lo tendr¨ªan valor decorativo y poco m¨¢s, no formar¨ªan parte "del mundo sublime que ha constituido el tronco principal del arte, en todos los lugares y en todos los tiempos". En esta exposici¨®n, resumen sobre papel de la presente d¨¦cada, casi todas las obras seleccionadas dan claro y muy directo testimonio de ese obsesivo tatuaje (prohibido por Yahveh en el Lev¨ªtico) bajo la piel de la materia: Cos, Figura, Figura i cercle, Formes roges, Hesychasta, Esfinx i collage, Quatre llunes, o las series Rogenc y Senyors.
Sigue, pues, T¨¤pies, d¨¢ndole la espalda al mimetismo descriptivo de lo acad¨¦mico. Sigue defendiendo la independencia de la expresi¨®n pl¨¢stica, renovando el misterio, transgrediendo las normas. Y amasa sus ofrendas con responsabilidad interrogativa, con extrema atenci¨®n a lo inconcreto de lo insignificante, con audacia que sabe ser al tiempo espuela y freno, sin olvidar que la materia, que no ve, s¨ª puede contestarnos. Contin¨²a en su lucha particular, todav¨ªa tan necesaria, contra el empe?o peque?o-burgu¨¦s, con frecuencia te?ido de romanticismo, de separar el coraz¨®n del cerebro. Y, en este proseguir no rutinario -colmado ya de obras que han dejado una impronta primordial en el arte contempor¨¢neo-, los espacios de recogimiento fundados suelen reconocerse por su contundencia, por su calidad de portazo definitivo, de muro infranqueable, de tatuaje indeleble.
Al lado de semejante vigor, que establece un af¨¢n de permanencia en firme, otras obras de T¨¤pies respiran por lo ausente (Forat oval) o bien por su respeto de lo informe (Set trossos de paper). Y es que hay otra pulsi¨®n, de naturaleza m¨¢gica y n¨®mada, que reclama un despegue, que siente la atracci¨®n de separarse, de individualizarse en la altura. Ser¨ªa el aleteo ascensional de un libro de pajarer¨ªas que deja el oleaje y las monta?as (Rogenc II), los pies que se desligan del maleficio de la gravedad (Peus, pr¨®ximos a la evocaci¨®n que T¨¤pies hizo de San Juan de la Cruz), y m¨¢s expl¨ªcita, el ala que se extiende en Senyors I. Ala de ¨¢ngel, ala del mensajero (mal"ak): ventisca o llama, dominadora e intermediaria, energ¨ªa tutora que aparece y desaparece, acci¨®n y profec¨ªa, pura imaginaci¨®n. Hasta el punto de que los doctores, deseosos de dar con la expresi¨®n que apresase la inestabilidad de los ¨¢ngeles, atinaron, al t¨¦rmino, al llamarlos "inteligencias separadas".
Tienen aqu¨ª dos obras una familiaridad estrecha con ese tipo de naturaleza incorp¨®rea. En una de ellas, Segona natura (relacionable con otras dos que faltan: Natura y Blanc i tres creus), su inestable apariencia, su aire de bulto delicado y secreto, de libertad muy sosegada y sin marco, dejan en blanco cuanto lleve, lo elevan a un lugar que no es estrictamente el del cuadro ni tampoco el de la escultura, un lugar que se afirma y se afina en la carga de aquella machadiana ligereza de equipaje, contrase?a certera de disponibilidad. Para llegar, sobre la cruz insinuada de un bastidor -de un rev¨¦s-, a la segunda de las obras que quiero destacar en estas notas: Levitaci¨® brahmsiana. Puede leerse en los Diarios de Robert Musil: "Conduct of life. Brahms: tiene la melancol¨ªa de la incapacidad; no crea desde la plenitud, ans¨ªa plenitud". T¨¤pies le ofrece escapatoria a tal impulso, se fija en las modulaciones ascendentes de una fuga vital, en ¨¦sas que consiguen que la pintura, la m¨²sica y hasta nuestra propia mirada asistan al prodigio. Cuando, con levedad y de improviso, alguna inteligencia separada materializa all¨ª la plenitud, el sue?o de "un tribuno sin l¨ªmites en el espacio limitado", tatuada de aire y levitando, pliegues en vez de manchas, sin m¨¢s apoyo al fin que ese romper amarras, ese cortar de cuajo y de gracia con los impedimentos de lo consabido.
Babelia
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