"El botijo se salvar¨¢ si se usa de 'litrona"
De las manos de Jes¨²s Guerra nacen utensilios dom¨¦sticos en desigual competencia con la era del pl¨¢stico
"Con la musiquita puesta y acompa?ado de Dios": as¨ª se pasa Jes¨²s Guerra sus jornadas de barro y agua. Am¨¦n de la compa?¨ªa divina -estampas marianas y del Sagrado Coraz¨®n-, y de la r¨ªtmica que aporta el radiocasete, el hombre disfruta de otra m¨¢s peculiar: la de las chicas ligeras de ropa que se asoman incitantes y descoloridas desde la pared de enfrente. "Antes ten¨ªa todo repleto de se?oritas, pero he quitado la mayor¨ªa desde que vienen colegios a ver esto", explica. "Esto" es su alfar. Los escolares lo visitan como algo ex¨®tico: en la regi¨®n escasean los ceramistas tradicionales.Guerra, hijo y nieto de alfareros, mantiene el arte de convertir la arcilla en vasija en Campo Real, un municipio de 2.542 almas y centenares de olivos a 35 kil¨®metros de Madrid. "En tiempos, en el pueblo hubo lo menos 20 alfares, pero ahora s¨®lo quedan unos chicos que hacen pavimentos de barro y yo, que me dedico a los utensilios de siempre", explica el artesano, enfundado en un delantal de hule.
De sus manos salen cazuelas, fuentes, huchas, c¨¢ntaros, botijos, jarras... objetos de uso com¨²n en los tiempos sin pl¨¢stico, sin cristal pyrex y hasta sin agua corriente en casa. "Antes, los utensilios de cer¨¢mica se hac¨ªan para usar, y ahora la mayor¨ªa de las veces s¨®lo sirven para decorar", reflexiona Guerra. Como lo suyo es m¨¢s lo primero que lo segundo, apenas hace c¨¢ntaros, su pieza favorita: nadie va a buscar agua a la fuente.
En gran medida, el artesano trabaja por encargo, aunque tambi¨¦n produce para vender directamente en su alfar, llamado El Bolo en honor al mote de su padre. Jarras para mesones, huchas abombadas o de cerdito y botamen de farmacia, componen el grueso de su producci¨®n en estos d¨ªas. Sin olvidar los botijos, los reyes del verano a la antigua. "Este a?o he hecho 100, pero seguro que no los vendo todos. Las tiendas casi no los piden, porque abultan mucho. Adem¨¢s, apenas quedan cacharrer¨ªas", explica.
-?Qui¨¦n compra un botijo?
-La gente que lo pone en el chal¨¦ y los alba?iles, para el tajo.
-?Son m¨¢s frescos los blancos que los rojos?
-No, s¨®lo tienen distinta tierra. Cualquiera de ellos, para ser bueno, tiene que rezumar agua sin hacer charco.
-?Por qu¨¦ hace tambi¨¦n modelos chatos?
-Son para la nevera.
Guerra explica que el utensilio, que vende a partir de 500 pesetas, vive una ¨¦poca dif¨ªcil. Y eso pese a haberse adaptado formalmente a los refrigeradores y a las estaciones (hay "botijos de invierno", cubiertos de barniz).
El recipiente "no muere, pero est¨¢ tocado", sostiene el artesano. "Se salvar¨¢ si se pone de moda beber cerveza en botijo y los chavales lo usan en lugar de la litrona", puntualiza entre bromas y veras. O si crece la demanda de los pornobotijos que Jes¨²s crea para el p¨²blico m¨¢s juerguista: pitorro y boquilla son ¨®rganos sexuales de arcilla.
A los 44 a?os, y despu¨¦s de 30 en la tarea, Guerra ha tenido tiempo para cultivar el sentido del humor y de la independencia. Le gusta su oficio m¨¢s que cualquier otro. Le permite vivir bien y "trabajar sin jefe". Descarta la mecanizaci¨®n, "porque perder¨ªa calidad de vida". "No es m¨¢s rico quien m¨¢s tiene, sino quien menos necesita", refranea. Algunas novedades, como el horno de gas que sustituye al de le?a tipo ¨¢rabe, s¨ª han entrado en El Bolo. Adem¨¢s, Jes¨²s dedica varias tardes por semana a ense?ar su arte a los alumnos de la Escuela Municipal de Alfarer¨ªa. A¨²n no sabe si alg¨²n aprendiz heredar¨¢ el oficio que ¨¦l aprendi¨® de chaval, cuando "en lugar de ir a las dreas ", echaba una mano a su padre. "Pon¨ªa las asas en las jarritas para la miel de La Alcarria que ¨¦l hac¨ªa y por eso debo de ser el ¨²nico de mi generaci¨®n que no acab¨® descalabrado". A los 14 a?os dej¨® el pupitre y empez¨® a trabajar solo en un oficio casi tan viejo como el hombre.
"Lo m¨¢s dif¨ªcil es domar la pella", explica Jes¨²s frente al torno. Es un pedazo de barro h¨²medo, amasado con tierras "flojas" de Campo Real y "fuertes" de Loeches. Antes las ha mezclado, echado en agua y tamizado.
El artesano coloca la pella justo en el centro del torno el¨¦ctrico. A medida que gira, Guerra estira el barro en vertical, componiendo un recipiente que cierra con delicadeza. En menos de cinco minutos, el pedazo de arcilla se ha convertido en el cuerpo de un botijo. El pitorro y la boquilla se hacen, con el mismo sistema, por separado. El asa se modela aparte, sin necesidad de torno.
Jes¨²s espera a que las piezas se oreen. Luego las adhiere al botijo y, con un palo, hace los orificios para la salida del agua. Unas nueve horas de horno dar¨¢n el punto final a la pieza, lista para aliviar gaznates amantes de la tradici¨®n. Guerra, una vida a ritmo de torno, no piensa en jubilarse. La sed, tampoco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.