Cada cuatro a?os hay un gran domingo
...Haber sido campe¨®n del Mundo da una tranquilidad muy ¨²til para d¨ªas as¨ª: cura la envidia. Uno ve dar la vuelta ol¨ªmpica al campe¨®n y en lugar de decir: "qu¨¦ polvo m¨¢s colosal", puede decir: "qu¨¦ me lo van a contar a m¨ª". Yo me pas¨¦ media vida so?ando con ser campe¨®n del Mundo y el d¨ªa que lo logr¨¦, cambi¨¦ el sue?o por el recuerdo. De hecho cuando marqu¨¦ mi gol me pas¨® por la cabeza como un rel¨¢mpago que todo eso era mentira. ?Por qu¨¦ no pod¨ªa ser otra vez el sue?o de siempre? Tengo muchos recuerdos de aquella tarde y entre todos rescato el momento del himno. Por mi mente pasaba la vida: los seres queridos, el descampado donde empec¨¦ a jugar al f¨²tbol en mi pueblo, los sue?os acumulados hasta llegar hasta ah¨ª... De pronto me dije: "?qu¨¦ pensar¨¢n los alemanes?". Mir¨¦ hacia ellos y vi a Magath con los ojos cerrados, mordi¨¦ndose los labios y moviendo la cabeza de un lado a otro como si no se creyera lo que le estaba pasando. Me imagin¨¦ la cabeza de Magath llena de seres queridos, del descampado donde empez¨® a jugar al f¨²tbol, de sue?os de infancia. Qu¨¦ m¨¢s da alemanes que argentinos, ante la emoci¨®n somos tan iguales que asustamos. Han pasado doce a?os y hoy es un d¨ªa parecido a aqu¨¦l, s¨®lo que la historia la escribir¨¢n los brasile?os y franceses de otra generaci¨®n. ?Qu¨¦ pensar¨¢n los jugadores? Hoy les toca emocionarse y ante la emoci¨®n todos somos etc., etc., etc....El Mundial pas¨® la criba. Fue devolviendo selecciones a sus pa¨ªses y se qued¨® con dos para hacer la gran elecci¨®n. El estadio Saint Denis, el gran escenario, tiene algo del milenio que viene, pero en el medio pusieron un campo de f¨²tbol, algo del siglo pasado. Como una nave espacial que lleva el f¨²tbol hacia el futuro. Este juego le gana al progreso movilizando emociones, agitando s¨ªmbolos y cultivando ritos. Ah¨ª adentro dos continentes y dos equipos mestizos se batir¨¢n, danzar¨¢n: jugar¨¢n. Y mirar¨¢ el mundo a la espera de la satisfacci¨®n y del veredicto. Las camisetas con sus respectivos orgullos dentro, la pelota y su ingenuidad de ni?o, las porter¨ªas a la espera de la explosi¨®n, el reloj que nunca para, los ojos de la afici¨®n cada vez m¨¢s grandes... El Mundial, la final, el f¨²tbol y todas las exageraciones que se nos ocurran para tratar de explicar una pasi¨®n elemental. Al fin y al cabo lo mismo nos pasa con el amor.
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