Un colegio en las catacumbas
Elfriede Fliedner, nieta del creador del colegio evang¨¦lico El Porvenir, recibe al fin el reconocimiento a su labor
A finales de enero de 1956, hace 42 a?os, la BBC de Londres informaba de que El Porvenir, el ¨²ltimo colegio evang¨¦lico que quedaba en Espa?a tras la guerra civil, hab¨ªa sido clausurado por Franco. Elfriede Fliedner, de 85 a?os, nieta del primer pastor protestante que lleg¨® a Espa?a, el alem¨¢n Federico Fliedner, fundador de este colegio madrile?o que ha cumplido un siglo, recuerda con sorprendente nitidez la ma?ana del 23 de enero de aquel a?o. Cuatro polic¨ªas entraron en el edificio, situado en la madrile?a calle de Bravo Murillo, con la orden de precintar las aulas y el seminario, que calificaron de clandestino. "Registraron las cuatro plantas y el s¨®tano y nos informaron de que esa misma noche los 40 escolares internos y los 12 seminaristas ten¨ªan que marcharse. Todav¨ªa guardo los precintos que los agentes colocaron en las aulas", relata Elfriede, una mujer menuda de hablar pausado y rasgos suaves, que remata las frases con la sonrisa de la resignaci¨®n. Acaba de recibir el lazo al m¨¦rito civil por la labor que ha realizado en El Porvenir desde el comienzo de la guerra civil, cuando le toc¨® hacerse cargo de la direcci¨®n del mismo. Las otras escuelas que los evang¨¦licos ten¨ªan en Madrid, en las calles de Calatrava, Mes¨®n de Paredes y ?ncora, hab¨ªan sido clausuradas nada m¨¢s terminar la contienda, igual que la librer¨ªa que esta comunidad religiosa ten¨ªa en la calle del Caballero de Gracia.La historia de esta mujer se asemeja a la del santo Job. Ambos recurrieron a la paciencia para no sucumbir a las dificultades. De haber perdido los nervios, El Porvenir seguramente ya no existir¨ªa. Su abuelo Federico hab¨ªa llegado a Espa?a en 1873. Se acababa de proclamar la I Rep¨²blica, que trajo la libertad de cultos. El joven pastor, ten¨ªa 24 a?os, se instal¨® en Madrid. Aqu¨ª se cas¨® y en el barrio de La Latina nacieron sus 13 hijos, de los que cuatro siguieron el ejemplo de su padre y se hicieron pastores. En 1897 Federico inaugur¨® el colegio El Porvenir e introdujo la ense?anza mixta.
"Cuando yo me hice cargo de la direcci¨®n estaba a punto de comenzar la guerra civil. Esta casa era la ¨²ltima que se pod¨ªa habitar antes del frente. En la glorieta de Cuatro Caminos estaba el primer parapeto, y los milicianos hab¨ªan construido las trincheras a ras del edificio", cuenta Elfriede, que se cas¨® con su primo hermano el pastor Teodoro. No tuvieron hijos, pero educaron a los ni?os que pasaron por la escuela como si fueran propios.
"Durante la guerra, el edificio estaba pr¨¢cticamente vac¨ªo, no funcionaba como escuela. En los dos ¨²ltimos a?os sirvi¨® como sede a una organizaci¨®n suiza de beneficencia que introduc¨ªa v¨ªveres en Madrid. Tuvimos la alegr¨ªa de dar de desayunar diariamente, con pan blanco, a 600 ni?os, y de comer a 400 ancianos", explica. El cansancio y los saba?ones son uno de los peores recuerdos de aquella ¨¦poca que Elfriede guarda en su memoria. En los primeros meses de 1938, empez¨® a caer del cielo de Madrid una lluvia de panecillos blancos. No eran m¨¢s que las bombas de harina que los aviones de Franco arrojaban sobre Madrid para acabar con la moral de los capitalinos que resist¨ªan.
"Estaba prohibido coger los panecillos, pero era una tentaci¨®n demasiado grande. Un sobrino m¨ªo estuvo ocho d¨ªas arrestado por coger uno", comenta Elfriede. "Para mitigar el hambre recurr¨ªamos a la imaginaci¨®n. Nos hac¨ªamos a la idea de que las ortigas del jard¨ªn eran espinacas, y fre¨ªamos la piel blanca que hay bajo la c¨¢scara de las naranjas como si fueran patatas fritas".
El pan blanco desapareci¨® en cuanto las tropas de Franco entraron en la capital. "Nosotros ten¨ªamos cuatro cartillas de racionamiento, pero como acog¨ªamos a gente que estaba perseguida, nos junt¨¢bamos hasta 15 personas y ten¨ªamos que apa?arnos. Los primeros d¨ªas tras la guerra sobrevivimos gracias a la librer¨ªa. Los soldados de Franco no compraban libros, pero s¨ª cientos de tarjetas postales como recuerdo de la victoria".
Pidieron permiso al Ministerio de Instrucci¨®n P¨²blica para poner de nuevo en marcha el colegio. Durante las cuatro d¨¦cadas de dictadura el silencio fue la ¨²nica respuesta que recibieron. Sin permiso comenzaron a impartir clase en la posguerra. El 24 de febrero de 1956 la clausura de El Porvenir se trat¨® en el Consejo de Ministros. Ante la posibilidad de que se montara un esc¨¢ndalo internacional decidieron hacer la vista gorda. Teodoro, el marido de Elfriede, muri¨® en 1970 sin haber conseguido un permiso de trabajo. El argumento oficial para deneg¨¢rselo fue que la profesi¨®n de pastor evang¨¦lico no exist¨ªa en Espa?a. Elfriede, que hab¨ªa nacido en la c¨¦ntrica calle Angosta de los Mancebos, junto al Viaducto, solicit¨® la nacionalidad espa?ola. Tampoco se la dieron. Por ser protestante. Todav¨ªa tiene pasaporte alem¨¢n y cada cinco a?os tiene que renovar el permiso de residencia.
"Nosotros prepar¨¢bamos a los ni?os y a final de curso se examinaban por libre en un instituto. Les ense?¨¢bamos el catecismo cat¨®lico, porque era una asignatura obligatoria y muy importante. En 1975, cuando muri¨® Franco, pudimos colocar de nuevo en la entrada el r¨®tulo de El Porvenir, que se homolog¨® y reconoci¨® como centro de ense?anza.
El curso pasado estudiaron en sus aulas 228 ni?os, cat¨®licos, protestantes y musulmanes. El Porvenir ha reclamado los terrenos que les expropi¨® a mediados de la d¨¦cada de los cuarenta la Compa?¨ªa Metropolitana, entonces en manos privadas. "Vinieron unos se?ores y dejaron unas monedas encima de la mesa del despacho de mi marido. Nos quitaron unos terrenos grandes, hermosos. No pudimos defendernos porque ¨¦ramos evang¨¦licos y alemanes. Ahora el metro se traslada a Vic¨¢lvaro y hemos solicitado que nos los devuelvan", concluye.
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