Elogio de la inoportunidad
La ¨²ltima operaci¨®n judicial contra el entramado empresarial de ETA ha vuelto a poner de actualidad un argumento recurrente: la inoportunidad pol¨ªtica. Unos apuntan a la proximidad de las elecciones, otros a las conversaciones del PNV con el mundo de HB, para considerar demasiado oportuna o demasiado inoportuna la actuaci¨®n judicial. En realidad, ante cualquier decisi¨®n, se pueden encontrar siempre razones para entender que no llega en el momento adecuado. El argumento de la inoportunidad en la cultura medi¨¢tica es un recurso impagable: permite criticar una decisi¨®n en primera reacci¨®n si no se encuentran motivos mayores de desacuerdo. Tambi¨¦n los periodistas practicamos el oportunismo. Y, sin embargo, en un pa¨ªs donde alguna generaci¨®n ha pasado de pedir lo imposible a la apolog¨ªa de la sensatez, sin bajar del prejuicio y dejando muchos jirones de dignidad por el camino, el principio de oportunidad agobia la expresi¨®n libre.Sin duda, el factor oportunidad cuenta en la definici¨®n de las estrategias pol¨ªticas. La pol¨ªtica act¨²a sobre los hombres y seguro que una misma propuesta puede tener eficacia persuasiva distinta seg¨²n el momento en que se plantee. La oportunidad pol¨ªtica es, en este sentido, encontrar el momento adecuado para conseguir un mayor consentimiento a la hora de definir un objetivo y unos medios para alcanzarlo. Pero el uso abusivo del principio de oportunidad tiene un nombre: oportunismo. Y ¨¦ste puede darse por exceso o por defecto. Es oportunismo escoger el momento de tomar una decisi¨®n estrictamente en funci¨®n de los intereses pol¨ªticos que pueda reportar a quien la toma. Pero tambi¨¦n es oportunismo no tomar una decisi¨®n que podr¨ªa ser necesaria para el bien com¨²n por puro inter¨¦s partidario. Por lo general, se repara m¨¢s en el primer caso, el oportunismo por exceso, que en el segundo, que probablemente se da con mayor frecuencia.
Pero este principio de oportunidad que forma parte de la l¨®gica pol¨ªtica no deber¨ªa regir ni en lo judicial ni en lo medi¨¢tico. La obligaci¨®n de los jueces es perseguir una conducta delictiva cuando tienen conocimiento de ella. Toda postergaci¨®n, cualesquiera que sean las razones, coloca al juez en falso, por mucha raz¨®n de Estado que le ampare.
Del mismo modo, los periodistas y los intelectuales deben decir lo que creen que tienen que decir, independientemente de que sea o no sea oportuno y, sobre todo, deben decir lo que piensan y no lo que creen que la gente tiene ganas de o¨ªr, porque esta b¨²squeda de la complacencia y el aplauso es una de las formas m¨¢s caracter¨ªsticas del oportunismo medi¨¢tico. El oportunismo es un fraude al lector que espera encontrar precisamente en los peri¨®dicos cierta desinhibici¨®n del pensamiento que no se da en el lenguaje hiperpautado de los pol¨ªticos. La confusi¨®n de papeles que arrastramos por falta de tradici¨®n democr¨¢tica hace que jueces, periodistas e intelectuales se sientan, a menudo, llamados a arreglar el mundo y a asumir funciones pol¨ªticas que no les corresponden. Del principio de oportunidad ya se ocupan, en exceso, los pol¨ªticos. Precisamente la inoportunidad deber¨ªa ser la virtud de los jueces, de los periodistas y de los intelectuales.
Inoportunidad de los jueces porque la persecuci¨®n de un delito en los territorios de la pol¨ªtica o de los dineros nunca ser¨¢ considerada oportuna, a pesar de que en estas actuaciones se juega buena parte de la credibilidad del sistema. Inoportunidad de los periodistas porque su obligaci¨®n consiste en contar lo que saben y no lo que los poderes pol¨ªticos o econ¨®micos quieren que se cuente. Inoportunidad de los intelectuales que est¨¢n sometidos al principio de incredulidad ("pensar es aceptar que los prejuicios no pueden ser compartidos en tanto que prejuicios") que les invita a dar la vuelta al calcet¨ªn de los consensos sociales, de las medias verdades, de las grandes mentiras y de las complicidades de las clases dirigentes.
El principio de oportunidad es una f¨¢brica de tab¨²es, una limitaci¨®n permanente de lo que se puede decir, que s¨®lo sirve para enquistar problemas, que tarde o temprano acaban estallando y para aumentar la pasividad social y la indiferencia. Y una sociedad indiferente dif¨ªcilmente tiene las defensas democr¨¢ticas activadas. Es decir, esta expuesta al oportunismo permanente. Basta estar atento a la pantalla para darse cuenta de las sobredosis de oportunismo que se inyectan a la sociedad todos los d¨ªas.
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