La novela

Cada vez que Eduardo Mendoza habla de la novela, pongo mucha atenci¨®n. Me parece de los pocos escritores que se han percatado de que las cosas no pueden seguir as¨ª, no importa el n¨²mero de lectores "hembra" (cosa de Cort¨¢zar) que est¨¦ procreando el mercado actual. Los otros lectores hace tiempo que nos hemos hartado de que los novelistas, incluidos los mejores, vuelvan a escribir su libro apoy¨¢ndose en un episodio hist¨®rico o sobre el ca?amazo de una intriga policiaca. No puede ser. Lo hacen, dice Prada, que a su vez lo hace, porque as¨ª resulta m¨¢s f¨¢cil componer la estructura, aunque, despu¨¦s, a la fuerza, el resultado sea m¨¢s artificioso y convencional.Antonio Mu?oz Molina, que tambi¨¦n escribe policiacas, alegaba una ma?ana, presentando el hermoso libro de Juan Cruz La foto de los suecos, que las cosas en adelante deber¨ªan abordarse as¨ª. Hablando de uno mismo y como desde una foto. Sin actuar, Dios nos libre, a la manera puerilmente narcisista de la conspicua literatura femenina, sino con la entereza de un personaje que destilara pensamiento y emoci¨®n. Un personaje "esponja de la situaci¨®n" lo llama Mendoza. Es decir, un ser "masculino" que se acoplara sobre la falsilla de la novela femenina tradicional.

Basta ya de argumentos forzadamente enrevesados. Las historias de alta categor¨ªa suceden ahora, me hac¨ªa ver Rafael Argullol, s¨®lo en el Tercer Mundo. En el nuestro apenas pasa nada y lo interesante es atenerse a nuestra verdad intensa e interior. ?Novelas de aventuras? ?Novelas hist¨®ricas? ?Policiacas? Cada cual har¨¢ lo que le d¨¦ la gana, no faltaba m¨¢s. Ahora bien, cuando Mendoza alude al fin de la novela vigente podr¨ªa estar pensando, con raz¨®n, en los cientos de asesinatos y emboscadas que, unos y otros, est¨¢n dedicando a su extinci¨®n.