Potencia sin autoridad
?Puede la ¨²nica superpotencia mandar sin autoridad? O, m¨¢s precisamente, sin esa cualidad que el maestro Garc¨ªa Pelayo prefiri¨® denominar auctoritas, rescatando ese concepto romano que se basa, antes que en el poder, en la influencia o en el condicionamiento de la conducta de los dem¨¢s -pues eso es la autoridad-, en el cr¨¦dito y en la confianza. Hoy Estados Unidos puede ser, como la llama Clinton, "potencia indispensable", pero est¨¢ perdiendo cr¨¦dito. Un dato revelador, que aporta el Financial Times, es que hoy EE UU tiene castigadas a las dos terceras partes de la poblaci¨®n mundial, con una proliferaci¨®n de sanciones -la mitad iniciadas en los ¨²ltimos cuatro a?os- sin ton ni son, de un tipo u otro, que tiende a crecer en vez de a reducirse, a pesar de que vaya en contra de los intereses de las empresas del pa¨ªs.El rechazo del texto aprobado en Roma para la creaci¨®n del Tribunal Penal Internacional (TPI) permanente es un ejemplo claro de esta falta de autoridad. Pues es la superpotencia, s¨ª, pero no en un mundo de Estados sumisos como qued¨® claro ya con el tratado de prohibici¨®n de las minas antipersonas, nacido a pesar de Washington, o el freno no ha mucho a una acci¨®n militar contra Irak. Washington ha amenazado con hacerle la vida imposible al TPI si no se realizaban las "correcciones necesarias" a algunas de sus disposiciones. Bien puede ser, como ha se?alado el Departamento de Estado, que "EE UU tiene una responsabilidad especial que otros gobiernos no tienen". Pero esa sola raz¨®n no explica su negativa a aceptar una instituci¨®n cuya necesidad ven¨ªa defendiendo desde hace a?os. Es verdad tambi¨¦n que EE UU es el pa¨ªs que m¨¢s soldados tiene fuera de su territorio, y que podr¨ªan verse sometidos a la jurisdicci¨®n del TPI. Pero hay otras razones, empezando por el peso que ha cobrado el Congreso en la definici¨®n, e indefinici¨®n, de la pol¨ªtica exterior estadounidense. ?sta la dicta casi m¨¢s el influyente senador Jesse Helms que la secretaria de Estado, Madeleine Albright o el propio presidente.
El Congreso sigue sin liberar los 1.700 millones de d¨®lares que deber¨¢ a finales de a?o a Naciones Unidas -donde quit¨® a un secretario general que no era de su agrado para poner a otro que le ha salido algo rebelde-, o los 18.000 millones m¨¢s que deber¨ªa poner a disposici¨®n de un agotado Fondo Monetario Internacional, brazo m¨¢s importante de la pol¨ªtica exterior estadounidense y occidental en este mundo de econom¨ªa globalizada. Estados Unidos no s¨®lo pierde poder e influencia, sino que hace que se le pierda respeto. Desde luego, ¨¦sa es la impresi¨®n que da cuando el propio Netanyahu se ha atrevido a poner en jaque durante meses a Clinton en su propio terreno: el Congreso de EE UU.
Hoy por hoy, da la sensaci¨®n de que en pol¨ªtica exterior, ese gran pa¨ªs no sabe a d¨®nde va, carece de proyecto. No quiere ser el polic¨ªa mundial, pero tampoco dejar de serlo. Ni siquiera parece tener claro el inter¨¦s nacional. Parece saber lo que no quiere; no lo que quiere. El resultado es una pol¨ªtica exterior que parece uno de esos edredones hechos de retales: una suma de posiciones exteriores que nacen de intereses muy particulares, sobradamente conocidos, y agudizados cuando se acercan elecciones en noviembre al Congreso: el lobby polaco para la ampliaci¨®n de la OTAN, el cubano para la pol¨ªtica hacia La Habana o incluso el chino respecto a Pek¨ªn, aunque quiz¨¢s detr¨¢s de la pol¨ªtica hacia China es donde se percibe un dise?o m¨¢s elaborado. En este panorama, destaca tambi¨¦n como le da la espalda a Am¨¦rica Latina.
La falta de auctoritas de EE UU puede alentar la incapacidad de Europa, especialmente cuando algunos Estados europeos han cre¨ªdo que la ocasi¨®n era propicia para entrar en un directorio, en un t¨² a t¨² con Washington, reflejado en esa ficci¨®n que es el Grupo de Contacto sobre la antigua Yugoslavia, en detrimento de una pol¨ªtica europea com¨²n. Probablemente, junto al desarrollo de Europa como potencia, ser¨ªa necesario que EE UU tambi¨¦n recuperase auctoritas, pues sin ella, su poder e influencia resultar¨¢n perturbadores.
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