Lisboa
No es la mejor excusa, pero s¨ª una buena excusa para conocer Lisboa. La Expo 98 est¨¢ logrando atraer a miles de madrile?os que no hab¨ªan visitado nunca la capital portuguesa.Aunque hemos tenido all¨ª semana de Madrid, stand propio y presidente regional en visita oficial, aquella muestra, dedicada a los mares y oc¨¦anos, no parece, la verdad, que tenga demasiado que ver con una ciudad mesetaria como la nuestra y una regi¨®n enclavada en el centro geogr¨¢fico de esta pen¨ªnsula que compartimos desigualmente con el vecino pa¨ªs.
Nos une, eso s¨ª, el r¨ªo Tajo, que riega la vega f¨¦rtil de Aranjuez y muere en Lisboa, en una de las desembocaduras m¨¢s apote¨®sicas de la geograf¨ªa planetaria.
La Expo de Lisboa ha sido levantada frente a ese estuario donde ya se confunde el agua dulce con la salada. Una muestra cuando menos interesante si el visitante no cae en la, puede que irremediable, tentaci¨®n de compararla con los acontecimientos de Sevilla 92, ante los que la exposici¨®n lisboeta sale ciertamente mal parada.
La Expo 98 es un evento menor en t¨¦rminos dimensionales, aunque grandioso por lo que supone o puede suponer como revulsivo para el desarrollo futuro de la ciudad. A diferencia de Sevilla, el espacio donde ha sido edificada cuenta con un proyecto de expansi¨®n que recuerda m¨¢s la utilidad posterior que tuvo para Barcelona la Ciudad Ol¨ªmpica que el aprovechamiento err¨¢tico de las instalaciones en la isla de la Cartuja.
No se entiende, sin embargo, que hayan realizado all¨ª un esfuerzo tan gigantesco para dotar a la Expo de infraestructuras espectaculares como el majestuoso puente de Vasco de Gama, con sus 18 kil¨®metros de recorrido, o el propio trazado y entorno del lugar en el que se ubica la muestra, y no hayan sido capaces de preparar Lisboa para ense?ar lo mejor de s¨ª misma. Es una ciudad bell¨ªsima que, sin embargo, recibe a los turistas que acuden a la Expo con tres de sus mejores plazas en obras, la del Rossio, la del Comercio y la de los Restauradores est¨¢n patas arriba impidiendo al visitante disfrutar de sus encantos. Es como si en Madrid hubiera una exposici¨®n universal y la plaza Mayor, la Puerta del Sol y la Cibeles estuvieran como un campo de minas.
Pero, puestos a imaginar, imaginemos en positivo lo que habr¨ªa sido la Expo 98 de haber existido una v¨ªa r¨¢pida de comunicaci¨®n terrestre entre Madrid y Lisboa. Estamos en el umbral del siglo XXI y resulta ciertamente inexplicable que no exista una autopista directa o un tren r¨¢pido que una ambas capitales. Los 600 kil¨®metros que separan las dos ciudades parecen 6.000 en estos tiempos en los que las distancias se miden en horas, minutos y tambi¨¦n segundos.
La cerraz¨®n con la que algunos pol¨ªticos, empresarios y poderes f¨¢cticos del vecino pa¨ªs han aplicado la estrategia de aislamiento con respecto a nosotros es la causa mayor de semejante desprop¨®sito. Es la defensa de un anticuado y casposo sentido de la independencia, como si el comunicar de manera eficaz Lisboa con Madrid supusiera para ellos una subordinaci¨®n hacia la capital de Espa?a. Una posici¨®n cerril que nos encontramos cuando en los proyectos de alta velocidad por ferrocarril se oyen voces poderosas reclamando un trazado directo con la frontera francesa sin pasar por Madrid.
Tal actitud no s¨®lo causa el alejamiento est¨¦ril de dos capitales, que podr¨ªan hermanarse y complementarse culturalmente, provoca tambi¨¦n el que entre las dos ciudades pueda crearse un espacio de enorme importancia econ¨®mica para el progreso. Un espacio de cara al Atl¨¢ntico que contrapesar¨ªa el enorme empuje del ¨¢rea mediterr¨¢nea.
Hubo siglos atr¨¢s un proyecto fara¨®nico para convertir en navegable el r¨ªo Tajo y hacer de Lisboa la puerta del Atl¨¢ntico para Madrid. Era una empresa irrealizable. Ahora, en cambio, la ingenier¨ªa del transporte permite establecer conexiones por carretera o ferrocarril capaces de acercarnos y beneficiarnos mutuamente de esa relaci¨®n.
La Expo 98 es la mirada de Lisboa al mar, una mirada que no debe nublar sus ojos hasta el punto de olvidar el gran futuro que le espera si lo hiciera tambi¨¦n hacia el interior.
Los brazos de Madrid est¨¢n abiertos.
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