Solidaridad con los toxic¨®manos

S¨¦ que no es la primera vez que alguien escribe una carta cargada de desilusi¨®n por ver a sus vecinos manifestarse y gritar en contra de un futuro centro de atenci¨®n a toxic¨®manos. En este caso la insolidaria protesta se debe a la instalaci¨®n de un centro en la calle de Matilde Hern¨¢ndez, en Carabanchel Bajo. Nadie les quiere, todos son delincuentes (el ¨ªndice de malhechores entre toxic¨®manos es m¨ªnimo) que van a traer lo peor al barrio; con ellos vendr¨¢n camellos (algo absurdo, teniendo gratis la dosis en el centro), contaminar¨¢n a nuestros hijos y, utilizando el razonamiento m¨¢s hip¨®critamente lacerante, algunos concluyen: "Estamos de acuerdo en que se curen, pero en otro sitio" (donde tampoco les querr¨¢n). Otros menos hip¨®critas y m¨¢s inhumanos se desga?itan diciendo que "se les mande al monte de El Pardo, muy lejos de la ciudad". Una l¨¢stima. La sociedad pierde otra oportunidad para demostrar su solidaridad, tolerancia, respeto y ayuda hacia unas personas que, aunque se hayan buscado ellas mismas su ruina, no se pueden quedar tiradas, como no se deja tirados a los alcoh¨®licos, a los anor¨¦xicos o a un conductor que, salt¨¢ndose las normas de tr¨¢fico y perjudicando a otras personas en el accidente, queda moribundo en la carretera.Mi hijo juega en un parque a 50 metros del futuro centro (ojal¨¢ se abra). Los padres y madres que estamos a favor del mismo somos minor¨ªa (lo confieso), y tenemos miedo de mostrar nuestra postura ante unos vecinos y comerciantes que no dudan en cortar las calles de Mu?oz Grandes o del General Ricardos en manifestaciones no autorizadas, ante la pasividad policial. Con estos modos, dudo que los toxic¨®manos que acudan en su d¨ªa al centro est¨¦n tranquilos en este entorno hostil.-