El 1
Nos vamos. Nos vamos de aqu¨ª, hoy mismo, y eso es lo ¨²nico que importa. Es igual hacia d¨®nde nos orientemos: a estas alturas, el destino ha perdido valor y es pr¨¢cticamente irrelevante si el punto escogido se encuentra cercano o distante, si parece ex¨®tico o es una playa de Torrevieja.Nadie presta ya atenci¨®n al lugar que se le refiere cuando distra¨ªdamente nos pregunta d¨®nde pasaremos el mes. Hasta hace unos a?os produc¨ªa efecto social escoger Canc¨²n o el Kilimanjaro, Venecia o Waikiki, el T¨ªbet o Benidorm, pero ahora la gente se queda imp¨¢vida ante la menci¨®n de una cosa u otra. Todos los lugares tur¨ªsticos del planeta, las ciudades o las junglas, la Amazonia, Alaska o la Micronesia, las murallas, los monumentos ancestrales o los desiertos, los fastuosos palacios de la historia o las playas de Bali, han sido absorbidos por el sistema integral de la agencia de viajes. El mundo entero constituye un segundo Disneyworld al que se accede mediante el paquete que prepara el tour operator, y lo decisivo no es esta o aquella opci¨®n, sino lograr el billete para la fuga. El ritual de la vacaci¨®n radica en el mismo acontecimiento de la huida. En el populoso d¨ªa 1, en las tremendas caravanas de hoy, en la segura reuni¨®n con otros fugitivos a la llegada, no importa si se trata de los ba?istas de Archena o de los senderistas al norte de Chiang Mai.
Nos quejamos de la gran concentraci¨®n en la orilla, del tiempo que hacen esperar en los chiringuitos para traer la paella, de las pesadas colas en las horchater¨ªas y los supermercados costeros, de las multitudes sobre el paseo mar¨ªtimo al atardecer, pero eso es nuestra salvaci¨®n. La garant¨ªa de que hemos huido efectivamente como Dios manda y nos hallamos en el punto exacto donde la manada aguarda, agrupada, el momento de volver.
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