La hip¨®tesis de la abuela
Desde una perspectiva m¨¢s antropol¨®gica y menos apoyada en la evidencia f¨®sil, los estadounidenses James O?Connell y Kristen Hawkes, de la Universidad de Utah, han presentado en El Escorial una atractiva hip¨®tesis para explicar caracter¨ªsticas ¨²nicas del g¨¦nero humano, como la menopausia, el hecho de que las mujeres sean las ¨²nicas hembras entre los mam¨ªferos que tienen una prolongada vida una vez interrumpida la fertilidad. Estos dos antrop¨®logos han estudiado a fondo una tribu africana, los Hadza de Kenia y Tanzania, cuya alimentaci¨®n se basa en la caza, abundante pero irregular y en el consumo de unos tub¨¦rculos que crecen enterrados a un metro de profundidad. Ellos proponen la hip¨®tesis de la abuela, que adjudica a las mujeres de edad avanzada un papel productivo clave en la fertilidad de sus hijas al encargarse de recoger esos tub¨¦rculos inaccesibles para los ni?os. De esta manera, las madres, con ayuda de las abuelas pueden tener hijos m¨¢s a menudo, se prolonga el per¨ªodo de infancia y tiene sentido la longevidad de la especie con hembras que tienen una larga vida despu¨¦s de la menopausia. Esta estrategia de esfuerzo reproductor delegado de abuelas a madres observada en una tribu actual pudo surgir hace unos dos millones de a?os con el g¨¦nero humano.
Mutaci¨®n reciente
Arsuaga se pregunt¨® si la menopausia, posiblemente determinada por pocos genes, no ser¨ªa una mutaci¨®n reciente seleccionada evolutivamente porque revierte positivamente en la eficacia reproductiva de la especie. Lo cierto es que la hip¨®tesis de la abuela ha llamado la atenci¨®n en el curso y ha tenido notable ¨¦xito en las tertulias de los asistentes, aunque m¨¢s ¨¦xito a¨²n fuera de las sesiones ha tenido el libro La especie elegida a juzgar por las constantes peticiones de aut¨®grafos a sus autores: Arsuaga y Mart¨ªnez. A Aiello le interesa especialmente la teor¨ªa de la abuela por su estrecha relaci¨®n con la dieta, aspecto que ella investiga desde hace a?os. Los dientes f¨®siles aportan mucha informaci¨®n sobre la alimentaci¨®n, pero tambi¨¦n cuentan los investigadores con marcos comparativos para abordar el problema.
As¨ª, por ejemplo, los humanos modernos tenemos intestinos peque?os en comparaci¨®n con otros primates. Dado que el cerebro es muy exigente energ¨¦ticamente, su mayor tama?o en el hombre debe estar relacionado con los cambios en las estrategias de alimentaci¨®n. "Para soportar la r¨¢pida expansi¨®n cerebral, los primeros humanos tuvieron que tener acceso a fuentes abundantes y equilibradas de ¨¢cidos grasos", se?al¨® Aiello.
Pero los cambios significativos en la dieta debieron estar determinados por el entorno y ¨¦ste, en suma, por el clima. "La presi¨®n del entorno es el motor de la evoluci¨®n humana", recalca la cient¨ªfica.
"El cerebro, el ser inteligente, es importante en el g¨¦nero humano, pero no puedes tener un cerebro grande con una alimentaci¨®n pobre y creo que es la dieta la que permite al cerebro evolucionar y a su vez ¨¦ste permite explotar mejor el entorno y tener una dieta mejor".
El estadounidense Peter DeMenocal present¨® en El Escorial sus recientes investigaciones sobre el clima en ?frica en los ¨²ltimos cuatro millones de a?os, desde la aparici¨®n de los primeros australopitecos, y se?al¨® las coincidencia de dos momentos de cambio muy marcado, hace entre 2,8 y 3 millones de a?os (en que se aprecia una mayor aridez en la regi¨®n), hace 1,8 millones de a?os y hace 500.000 a?os. En esos periodos, los sedimentos apuntan a que los seres vivos afrontaron una gran variabilidad clim¨¢tica. Hace 2,8 millones de a?os los f¨®siles indican que se ramific¨® el ¨¢rbol de especies de los australopitecos antecesores de la humanidad y poco despu¨¦s aparecen las primeras herramientas.
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