Marem¨¢gnum
Acud¨ª hace unos d¨ªas a la plaza de Oriente y pude comprobar lo que ha ganado en esplendor despu¨¦s de su peatonalizaci¨®n. Sin embargo, contemplando la estatua de Felipe IV, repar¨¦ en un evidente fallo que, por desgracia, luego pude observar se repite a menudo en muchos otros monumentos de la capital. Las estatuas de Madrid no tienen leyenda, o la tienen paup¨¦rrima o, a veces, si la tienen (como en el caso de la de CarlosIII en la Puerta del Sol), tal parece que se haya grabado para despistar o, mejor, fastidiar al que se acerque con ¨¢nimo de averiguar lo que est¨¢ escrito.
Cito por v¨ªa enunciativa:
-Estatua de Felipe IV (plaza de Oriente). Dice en el pedestal del caballo: "Para gloria de las artes y ornato de la capital, erigi¨® Isabel II este monumento". Dice por la parte trasera: "Reinando Isabel II de Borb¨®n, a?o de 1844". El contemplante, por fuerza, tras haber deducido por su cuenta, despu¨¦s de una fugaz desorientaci¨®n que el personaje que monta no es la reina, se ha de contentar, que no es poco, con admirar al ¨¦quido en su incre¨ªble plasmaci¨®n b¨ªpeda. Porque, a salvo que sea un experto en Historia, nada le indica que se trata de un rey.
Claro que si se tiene mucha suerte, alguno se podr¨¢ topar, ?a unos 20 metros de la estatua!, con una especie de atril o poyo, recientemente tan mal colocado por el Ayuntamiento, que dice: "La estatua ecuestre de Felipe IV, obra del escultor Pedro de Tacca, fundida en Florencia en 1640 con el asesoramiento de Galileo, fue donada por los Grandes Duques de Toscana. Instalada inicialmente en los jardines del palacio del Buen Retiro en 1844 bajo el reinado de IsabelII, se traslad¨® a la plaza de Oriente". Pero, como ver¨¢n, tras tanta explicaci¨®n, que resulta algo especiosa, sabido el nombre del rey, lo dem¨¢s, aunque sea b¨¢sico, parece ocioso: FelipeIV nace en 1605, muere en 1665, a los 60 a?os. Rey de Espa?a, de 1621 a 1665, por espacio de 44 a?os.
-Estatua de Carlos III (Puerta del Sol). En este caso la informaci¨®n, al rev¨¦s que en el caso anterior, aparece en sobredosis. A uno y otro lado de la estatua ecuestre, en siete l¨ªneas, se puede uno enterar, leyendo de corrido, primero, por un estribo y, luego, por el otro, de quienes eran los contempor¨¢neos ilustrados de este monarca. Pero, ?amigo!, si lo que quiere usted es enterarse de qui¨¦n fue CarlosIII puede morir en el intento o dar con sus huesos en el empedrado, mareado de dar tantas vueltas, porque tal que si fuera en un tiovivo, para leer las 11 l¨ªneas siguientes en que se describe la vida del rey, usted deber¨¢ dar ?once! vueltas alrededor del caballo. ?A qui¨¦n se le habr¨¢ ocurrido semejante cosa?
-Estatua de Isabel la Cat¨®lica (paseo de la Castellana, junto al museo de Ciencias Naturales). Dice: "A Isabel la Cat¨®lica, bajo cuyo glorioso reinado se llev¨® a cabo la unidad nacional y el descubrimiento de Am¨¦rica". "El pueblo de Madrid, 1883". Por un lado, ni un recuerdo para FernandoII, que algo tuvo que ver en todo esto. Por otro se cita una fecha absolutamente aleatoria e hist¨®ricamente irrelevante, 1883, y se olvida la de 1492, pieza maestra de la historia de Occidente. (Isabel la Cat¨®lica nace en 1451 y muere en 1504, a los 53 a?os. Reina de Castilla de 1474 a 1504, durante 30 a?os).
Conclusi¨®n. A m¨ª me parece que tal dispersi¨®n, anarqu¨ªa y ausencia de un criterio sistematizador necesita de una r¨¢pida revisi¨®n. Todo personaje p¨²blico que es inmortalizado en una estatua debiera ser recordado, siempre, dentro de un m¨ªnimo contexto hist¨®rico.- . Periodista y ex profesor de Historia de la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense.
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