S¨®lo Mora
Los dos primeros toros, por comportamiento, parec¨ªan hermanos, y los espectadores, primos. Ambos toros eran bajitos y recortaditos, todo en diminutivo, al igual que la fuerza, inexistente. Se simul¨® la suerte de varas y llegaron a la muleta defendi¨¦ndose. Comenz¨® la faena del segundo de rodillas -el torero- y a sus pies -el toro-, y ello tras monumental costalada. Luego vino la repetida y afamada suerte del enganch¨®n, que prodigaban Mora y El Cordob¨¦s con singular entusiasmo. Menos mal que todo acaba, y Mora tir¨® por las v¨ªas bajas, mientras El Cordob¨¦s se iba al chaleco, eso s¨ª, previo cinco pinchazos.
Algo mejor presentado estuvo el tercero y algo m¨¢s entonado Abell¨¢n, tanto en los lances de recibo como en las chicuelinas del quite, despu¨¦s de una varita. En la muleta, la res ten¨ªa algo m¨¢s de recorrido y un pit¨®n bueno, el izquierdo. Abell¨¢n lo intent¨® en varias series que acabaron diluy¨¦ndose.
Domecq / Mora, Cordob¨¦s, Abell¨¢n
Seis toros del Marqu¨¦s de Domecq, los tres primeros chicos y sin fuerza y el 5? manso. Juan Mora: divisi¨®n y ovaci¨®n. Manuel D¨ªaz, El Cordob¨¦s: divisi¨®n y silencio. Miguel Abell¨¢n: ovaci¨®n y silencio.Plaza de La Malagueta. 19 de agosto. Quinta de feria. Menos de media plaza.
El cuarto no era una fiera, pero Juan Mora consigui¨® grabar en la retina de los espectadores dos naturales de las dos primeras series y una tercera completa y bien rematada. Acert¨® tambi¨¦n con la derecha pero se pas¨® de faena; l¨¢stima de que matara de lejos y muy mal.
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