Sacarle los colores a "La Gioconda"
Los expertos discuten la conveniencia de restaurar el cuadro m¨¢s reproducido del mundo
La Gioconda y su sonrisa enigm¨¢tica han inspirado una ¨®pera, miles de p¨¢ginas, comentarios sarc¨¢sticos del l¨¢piz de Marcel Duchamp y varios robos o atentados de fan¨¢ticos.Fran?ois I compr¨® la que hoy genera tantas colas en el Louvre mientras parece que otro cuadro id¨¦ntico, tambi¨¦n obra de Leonardo, dicen que permanece guardado en una caja fuerte de Laussanne. El cuadro del Louvre, al que el pintor dedic¨® no menos de 10.000 horas de trabajo, es hoy una obra oscura que nos muestra a Lisa Gherardini vestida con un traje de color indefinible, sin duda poco limpio.
Desde hace unos meses los especialistas discuten sobre la necesidad de lavarle la cara a la esposa de Francesco Giocondo. El conservador jefe del departamento de pintura del Louvre, Pierre Cuzin, no quiere saber nada de restauraciones, de quitarle algunas de las capas de barniz que han podido irse acumulando desde 1512. "Cambiar el aspecto de La Gioconda es atentar contra la historia del arte", dice. "Se trata de una obra pintada sobre madera y que se conserva en un estupendo estado de salud, una salud que controlamos peri¨®dicamente". "Adem¨¢s, el cuadro es internacionalmente conocido tal y como est¨¢", concluye Cuzin.
Neil MacGregor, de la National Gallery de Londres, cree, en cambio, que la limpieza a fondo se impone y no comprende las reticencias de Cuzin, entre otras cosas porque el Louvre ya lo ha hecho con telas de Rafael, como un retrato de Baltasar Castiglione. Desde entonces sus ropas presentan una armon¨ªa sutil de grises y marrones, explica MacGregor, quien recuerda que antes la ¨²nica tonalidad de esas ropas era una monocrom¨ªa parduzca.
El caso de La Gioconda, muy probablemente el cuadro m¨¢s reproducido de la historia del arte -y de ah¨ª parte del fundamento de la oposici¨®n de Cuzin-, ha sido provocado por su reconversi¨®n en estrella de una cadena de televisi¨®n japonesa, la Nippon Television, que ha donado 25 millones de francos (625 millones de pesetas) para contribuir a financiar la instalaci¨®n del cuadro en una sala especial, de manera que los visitantes no tengan que desfilar ante ¨¦l en fila india. La nueva Gioconda ser¨¢, pues, un personaje televisivo, un personaje a todo color.
Lo cierto es que La Gioconda no mide exactamente 77x53 cm, tal y como figura en todas las fichas, sino que mide, a lo largo y a lo ancho, alg¨²n cent¨ªmetro m¨¢s, que el marco oculta. Y estos cent¨ªmetros tapados por la madera parece que descubren un colorido mucho m¨¢s brillante. Lisa Gherardini ya no va vestida con el pobre sobrante carbonizado de una mesa camilla, sino con un lujoso traje, digno de una dama cuyo marido hubiese tenido que pagar 4.000 florines o 15 kilos de oro si, tal y como refiere la leyenda, no se hubiese enfrentado a Leonardo al considerar que ¨¦ste no hab¨ªa hecho justicia a la belleza de su esposa.
Y no s¨®lo es eso, sino que los estudios realizados con la ayuda de rayos X y otras t¨¦cnicas han ratificado que la capa de barniz es gruesa y menos transparente de lo que convendr¨ªa. Los cuadros tienen derecho a recuperar su esplendor, sostienen los partidarios del decapante, mientras los contrarios hacen referencia a esas obras romanas que despu¨¦s de haber sido restauradas parecen concebidas por Cecil B. De Mille.
La conveniencia de la restauraci¨®n de La Gioconda se ha discutido en varias ocasiones y ¨¦pocas, pero ahora, gracias a un art¨ªculo de Le Journal des Arts, que incluye dos fotograf¨ªas sobre c¨®mo debiera quedar la tela una vez limpiada, el debate ha salido de los talleres. El conservador Frederic Duparc asegura que el barniz ha quitado luz y ha estropeado el equilibrio entre los colores, idea que parece confirmar el experimento de Le Journal des Arts, que descubre una ropa marr¨®n y pone de relieve el azul del cielo y del lago del paisaje del fondo. Jacques Frank, el mayor experto mundial en De Vinci, no cree que las fotos de la revista sirvan de nada y se dice pr¨®ximo a la posici¨®n de Cuzin: el problema de la restauraci¨®n es un falso problema. Bastar¨ªa con cambiar la luz para ver otra Gioconda. Claro, que esa luz suplementaria, esos focos que sacar¨ªan el color tamizado por el barniz, acortar¨ªan la vida del cuadro. Casi tanto como la transpiraci¨®n o el movimiento de los miles de visitantes que cada d¨ªa desfilan ante el retrato, en su d¨ªa rechazado y hoy m¨ªtico.
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