Sentenciados
Si descontamos el terrorismo de baja intensidad y la volatilidad financiera, las dos l¨ªneas de alta tensi¨®n estrictamente pol¨ªtica que han recorrido este caluroso verano han sido la operaci¨®n centrista del Partido Popular y la digesti¨®n socialista de la sentencia del Tribunal Supremo. Y como es de imaginar que el viaje al centro de la tierra decidido por Aznar no ha hecho m¨¢s que empezar, aunque ya lleve a?os navegando en c¨ªrculos viciosos, parece preferible atender al final del caso Marey, que debiera significar el cierre de una etapa.Creo que la sentencia del Supremo es defendible como mal menor. Es posible que t¨¦cnicamente sea m¨¢s correcta la posici¨®n minoritaria que alega una objetiva falta de pruebas. Pero, desde el punto de vista institucional, una condena s¨®lo moral hubiera resultado inadmisible. El Supremo no es un tribunal cualquiera, sino la instituci¨®n b¨¢sica del Estado de derecho. Por tanto, no puede juzgar en abstracto, sino atendiendo a su responsabilidad hist¨®rica. Y una absoluci¨®n por falta de pruebas, aunque fuese jur¨ªdicamente irreprochable, significar¨ªa en realidad una ligereza o una demostraci¨®n de fundamentalismo, acorde con la m¨¢xima fiat iustitia et pereat mundus. Pues bien, el Supremo ha querido ser injusto para que no perezca el cr¨¦dito institucional de la democracia espa?ola, haciendo as¨ª honor a su delicado papel hist¨®rico.
Y es que, una vez llegado el caso Marey a la c¨²spide jurisdiccional, el Supremo estaba obligado a dictar sentencia condenatoria. Por tanto, la responsabilidad de la condena recae sobre quienes permitieron que el caso llegase hasta ah¨ª, donde ya no pod¨ªa terminar de otro modo. Aqu¨ª es donde aparece el dudoso papel jugado por Felipe Gonz¨¢lez y el partido socialista con ¨¦l. Ahora fingen sorprenderse ante una condena que los descoloca. Pero es que han sido sus propios actos, a lo largo de 15 a?os, los que han tra¨ªdo esta situaci¨®n. Primero, consintiendo, si no amparando, la guerra sucia. Despu¨¦s, encubriendo y ascendiendo a sus responsables. Luego, obstruyendo largo tiempo la acci¨®n de la Justicia. M¨¢s tarde, comprando el silencio de los testigos de cargo. Y, por fin, cuando el esc¨¢ndalo estalla, neg¨¢ndose a asumir ninguna clase de responsabilidades, pues primero eluden su responsabilidad pol¨ªtica supedit¨¢ndola a la judicial para luego, cuando hay sentencia firme, negarse a acatarla.
?A qu¨¦ juegan? Observadores como P¨¦rez D¨ªaz se?alan la falta de realismo que ha demostrado la c¨²pula del PSOE en todo este desgraciado asunto. Todos sus actos se basaron en la falsa esperanza de que el caso nunca se descubrir¨ªa, de que si se descubr¨ªa nunca llegar¨ªa a juzgarse y de que si se juzgaba saldr¨ªan absueltos por falta de pruebas. Pues bien, se equivocaron siempre en todos sus c¨¢lculos. Y hoy, con id¨¦ntica falta de realismo, se niegan a enfrentarse a la realidad de una sentencia condenatoria, ante la que no saben c¨®mo responder. Por eso se hacen los sorprendidos con unos aires de dignidad herida que dif¨ªcilmente logran ocultar su evidente mala conciencia. Y es que quiz¨¢ no haya tal falta de realismo, sino s¨®lo incapacidad para reconocer en p¨²blico un sentimiento de culpa que no saben c¨®mo expiar.
De ah¨ª que, para escapar a su verg¨¹enza, huyan siempre hacia adelante, aplazando hacia un futuro indefinido la confesi¨®n de su culpabilidad. Es lo que han hecho siempre, creyendo que ese futuro nunca llegar¨ªa: cuan largo me lo fiais. Pues bien, la sentencia firme del Supremo ya ha llegado: ?qu¨¦ har¨¢n ahora? ?Volver¨¢n a intentar ganar tiempo para huir hacia adelante como hace Felipe Gonz¨¢lez al sacar de su chistera el conejo de ponerse la toga? ?O se atrever¨¢n a dar la cara por fin, mir¨¢ndonos a los ojos a sus electores? El PSOE no puede refugiarse en un est¨¦ril Fuenteovejuna que agrava m¨¢s todav¨ªa su merecido descr¨¦tico. Al rev¨¦s, debe sobreponerse y asumir la sentencia con todas sus consecuencias. Pues lo que el PSOE se juega no es el cr¨¦dito personal de Gonz¨¢lez o Barrionuevo, sino su propio cr¨¦dito hist¨®rico como instituci¨®n. ?Sabr¨¢ hacer honor a ¨¦l?
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