El final de un ciclo ruidoso y poco productivo
Ni rescisi¨®n, ni dimisi¨®n, ni destituci¨®n. Digamos que capitulaci¨®n, porque en esos t¨¦rminos debe interpretarse la postura de Javier Clemente despu¨¦s de su obstinada negativa a renunciar como seleccionador espa?ol. Pero no ten¨ªa otra salida. El agotamiento de su largo ciclo era notorio, aunque Clemente se ha negado hasta m¨¢s all¨¢ de lo sensato a aceptar la realidad, con el consiguiente deterioro que se ha producido alrededor de su persona, de la federaci¨®n y de los jugadores. Conviene no olvidar que la selecci¨®n es en gran medida un dep¨®sito sentimental de los aficionados, que desde el Mundial han dado la espalda a Clemente y lo que representaba. Porque Clemente ha sido algo m¨¢s que un seleccionador. A su alrededor se han movido pasiones excesivas relacionadas con su car¨¢cter, con su af¨¢n de protagonismo, con un esp¨ªritu sectario que est¨¢ peleado con el grado de concordia que debe presidir el equipo nacional.Seis a?os atr¨¢s, Clemente decidi¨® dar un perfil personalista a la selecci¨®n. A nadie ha resultado indiferente su figura, cuestionada desde unas trincheras y elogiada desde otras. A su alrededor se ha escuchado tanto ruido que ha resultado imposible discernir lo objetivo, aquello que no es cuestionable desde la pol¨¦mica.
No hay duda que Clemente consigui¨® trasladar un inter¨¦s novedoso al ¨¢mbito de la selecci¨®n. Espa?a es un pa¨ªs fragmentario en lo futbol¨ªstico, m¨¢s apasionado por los clubes que por el equipo nacional. En este sentido, Clemente hizo un club de la selecci¨®n, en el mejor y en el peor sentido de la palabra. La atenci¨®n ha sido notable, pero demasiadas veces se ha visto desvirtuada por la tendencia al conflicto de un hombre incapaz de contenerse, de establecer sus l¨ªmites. Como le hab¨ªa ocurrido en etapas anteriores como entrenador, se atribuy¨® cuotas de poder que no le correspond¨ªan. Era el t¨¦cnico, el jefe de prensa, el presidente de la federaci¨®n, la conciencia de los periodistas. Y cuanto m¨¢s ha avanzado en su extrav¨ªo mayor ha sido el disloque. "?Y qui¨¦n va a defender a los humildes?", contest¨® en una de las ¨²ltimas entrevistas. Sintom¨¢tico de un hombre que hab¨ªa perdido la percepci¨®n de la realidad y hab¨ªa entrado en el disparate.
Por encima y por debajo de la pasiones que ha levantado, hay datos indiscutibles, casi todos decisivos para conducir a su capitulaci¨®n. Sobre los resultados: intachables en una primera mirada, decepcionantes en realidad. Espa?a nunca ha superado los cuartos de final de una gran competici¨®n y en las fases finales no ha conseguido el 50% de los puntos. P¨¦sima lectura para un entrenador que se proclama adherido al efecto de los resultados. En lo futbol¨ªstico: la selecci¨®n ha sido un h¨ªbrido estragante en la mayor¨ªa de las ocasiones. Un f¨²tbol primario, sin vuelo, que ha rebajado el prestigio de nuestros futbolistas, aunque ellos no lo sepan, tan alienados como est¨¢n en el c¨®modo mundo que les ha proporcionado Clemente. A trav¨¦s de la adhesi¨®n inquebrantable a su persona, a veces desde una especie de compraventa de voluntades, el seleccionador ha alimentado un tipo de jugador de perfil bajo, incapaz de asumir las grandes responsabilidades dentro y fuera del campo. La endogamia en torno a Clemente ha terminado por resultar asfixiante. Se hizo evidente que el Mundial supuso el final de un ciclo, el agotamiento de un modelo incapaz de generar verdadera ilusi¨®n en los jugadores y en los aficionados. La derrota en Chipre fue la consecuencia de la esterilidad en la que deriv¨® la selecci¨®n y su entorno. Clemente debi¨® dimitir entonces, y la federaci¨®n tuvo que hac¨¦rselo comprender. Pero el grado de par¨¢lisis de la federaci¨®n ha sido superlativo en todo este proceso y obliga a extender las responsabilidades a su c¨ªrculo. Pero la responsabilidad no parece una cualidad visible entre los federativos. Ni tan siquiera cuando se trata de apoyar al hombre que dec¨ªan defender. Villar no apareci¨® ayer para explicar la capitulaci¨®n de Clemente. Un ejemplo de insolidaridad, desidia, falta de tacto y sentido de la autoridad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.