Zancadillas en los pasillos del viejo festival
Felice Laudadio cogi¨® las riendas de la Mostra hace a?o y medio, cuando el m¨¢s antiguo festival de cine, cargado de d¨¦cadas inolvidables y de credibilidad mundial, estaba poco menos que convertido en un solar, despu¨¦s de las mil y una batallitas por su dominio que la condujeron, en la etapa de Gillo Pontecorvo, a convertirlo en un escaparate de los intereses publicitarios de la industria de Hollywood.En dos magn¨ªficas y at¨ªpicas ediciones, Laudadio ha devuelto a la Mostra horizontes y olfato para seleccionar pel¨ªculas y combinarlas sagazmente en sesiones de exhibici¨®n y sesiones de concurso. Pero, tal vez porque quiere salir de aqu¨ª por la puerta grande, el director del festival anunci¨® ayer que abandona su cargo y abandona sus asuntos.
Laudadio no dio razones convincentes del porqu¨¦ de esta decisi¨®n, que por ahora no se sabe si es firme o es s¨®lo uno de esos regates estrat¨¦gicos en que los italianos que juegan dentro de parcelas del poder son maestros. Que hay mar de fondo en los intrincados pasillos de la Bienal de Venecia se huele aqu¨ª a la legua. Por ejemplo, la intromisi¨®n del ministro de Cultura italiano, aireada ayer por algunos peri¨®dicos, en las reuniones del jurado, pidiendo o exigiendo a su presidente Ettore Scola que "hab¨ªa dar el Le¨®n de Oro a una pel¨ªcula italiana", precisamente cuando ya se sab¨ªa (en voz baja, pero firme) que la de Gianni Amelio era la ganadora, suena a un golpe de rostro de cemento en toda la regla: una pintoresca manera de apostar a un caballo despu¨¦s de que se sabe que ha ganado la batalla.
No parece extra?o que, en medio de este forcejeo entre barrenderos expertos en meter el oro en polvo debajo de su propia alfombra, el director de las dos ¨²ltimas ediciones de la Mostra quiera largarse con los pies en el suelo, antes de que su ¨¦xito le obligue a hacerlo con los pies por delante.
La pel¨ªcula de Gianni Amelio ha ganado por s¨ª sola, por el derroche de talento cinematogr¨¢fico que contiene pese a sus imperfecciones, y fingir que se la ha empujado desde el poder y que ¨¦ste es quien le ha puesto en bandeja el triunfo al cineasta suena a mal chiste, pero lamentablemente parece que no lo es, porque de ser cierto todo esto y de quedar de nuevo vac¨ªa la poltrona de la direcci¨®n de la Mostra, el baile de zancadillas que se avecina para el a?o que viene ya est¨¢ levantando el viejo polvo, ¨¦ste no de oro, que envuelve a las tarimas del teatro veneciano. Eso s¨ª, sin que la sangre llegue a las lagunas del Veneto, cosa que nunca ocurre. Aqu¨ª, por dura que sea la batalla, la sangre nunca pone roja el agua.
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