Tinieblas
Hoy, s¨¢bado, se clausura en la Unesco un congreso internacional que lleva como t¨ªtulo Le XXI si¨¨cle aura-t-il lieu? ?El siglo XXI tendr¨¢ lugar? ?Llegar¨¢ a suceder el pr¨®ximo siglo y con ¨¦l la gigantesca formaci¨®n del tercer milenio? Ni los ar¨²spices lo saben. O, mejor dicho, saben que es imposible ahora pronunciar el porvenir y, menos, confiar en que pueda orientarse razonablemente. El nuevo futuro ha cobrado una deriva peculiar en dos dimensiones. En una dimensi¨®n virtual que traduce la realidad en simulacro, sea en la pol¨ªtica, en la econom¨ªa, en la cultura o en el sexo. Y en una dimensi¨®n exc¨¦ntrica por donde discurren los acontecimientos con una velocidad y direcci¨®n incontrolables.Einstein, en los a?os veinte, dec¨ªa: "Nunca pienso en el futuro. Llega demasiado pronto". Pero una de las grandes pasiones de la tercera mitad del siglo ha sido so?ar, dise?ar y representarse personalmente en el futuro. Ahora, sin embargo, el siglo XXI est¨¢ aqu¨ª, pegado a las ventanas y nadie se atreve a parpadear o abrir la boca. Ni siquiera es seguro que esta centuria vaya a pertenecernos o tener lugar en nuestro mundo.
Mientras el siglo XX se carboniza en la deflagraci¨®n financiera, a su lado emerge una mole de condici¨®n desconocida. Aqu¨ª, en la sala II de la Unesco, desde donde escribo, los premios Nobel, los economistas, los soci¨®logos o los fil¨®sofos de la comunicaci¨®n prefieren reconocerse antes como seres sin ciencia que como profetas; como partes menudas de un g¨¦nero humano que ha perdido su alma en el azar del mercado que como los demiurgos de antes.
En la baranda de la centuria el horizonte se acerca a los ojos como una venda. La visi¨®n com¨²n es incapaz de otear nada, pero incluso muchos doctos, aprovechando el abismo del milenio, no han resistido la tentaci¨®n, en sus comparecencias sobre el estrado, de arrojarse agitadamente a las tinieblas.
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