Invitaci¨®n a la distancia

Unos individuos entraron en la noche del pasado mi¨¦rcoles en un refugio de la Sociedad Protectora de Animales de M¨¢laga y se dedicaron a matar a pu?aladas y a palos los perros all¨ª recogidos, o a quebrarles las patas. Tres aparecieron por la ma?ana muertos, y otros seis tuvieron que ser sacrificados. No es la primera vez que esto pasa all¨ª, ni el primer suceso de estas caracter¨ªsticas que se produce en Andaluc¨ªa. Quien se sorprenda de esta barbarie es que no se ha enterado a¨²n en qu¨¦ pa¨ªs vive. Y eso le pasa porque no ve la televisi¨®n. Recomiendo encarecidamente a estos neoyorquinos espa?oles que creen inocentemente que su horizonte vital ciudadano es el de toda la naci¨®n, que vean de vez en cuando la televisi¨®n para ajustar su calendario, no vaya a ser que crean estar en puertas del siglo XXI cuando en realidad a¨²n no hemos salido del casticismo espeso, del aldeanismo trabuquero y del integrismo visceralmente antimoderno y anti-ilustrado. Los nuevos directores de cine no est¨¢n filmando ni contando la realidad de Espa?a, sino la de Madrid. La distancia que hay entre ellos y la realidad espa?ola es la misma que pueda haber entre Woody Allen y un pueblo de Texas. Es la televisi¨®n la cr¨®nica diaria de la realidad de Espa?a, ya sea en su versi¨®n nacional o auton¨®mica. Y son los videoaficionados los involuntarios goyas que trazan d¨ªa a d¨ªa la pintura negra de la verdad nacional. La semana pasada, solo por recordarme a m¨ª mismo donde vivo, zape¨¦, y tuve el privilegio de ver, entre otros horrores, c¨®mo en uno de esos encantadores pueblos en los que las fiestas culminan con la tortura colectiva de un toro, un miembro de la tribu se acercaba al animal por detr¨¢s y lo mataba de un puntillazo; indignados por la transgresi¨®n del ritual, los mozos se liaron a pu?etazos y patadas con el humano con el mismo entusiasmo antes empleado con el toro. Y esto es m¨¢s verdad de Espa?a que la Pasarela Cibeles o los amantes del ?rtico. Tiempo hubo en que prefer¨ªamos, en caso de vernos obligados a elegir, la nada consumista a la barbarie castiza. No sospech¨¢bamos que la aculturaci¨®n masiva acabar¨ªa amalgamando lo peor de la subcultura internacional con lo peor de nuestro al parecer inagotable fondo de casticismo b¨¢rbaro y anti-ilustrado: ahora los mozos torturan animales vestidos como si vivieran en el Bronx, el espect¨¢culo es grabado por videoaficionados y difundido por la televisi¨®n. Es lo ¨²nico que ha cambiado. Las v¨ªctimas siguen siendo la cultura reflexiva y el ejercicio de la raz¨®n que hacen posible el progreso. Pesa, a veces, este pa¨ªs en el que las fiestas siguen siendo tan b¨¢rbaras, los m¨¢s indefensos -ni?os o animales- lo siguen estando tanto, la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica tiene tanta nostalgia del estado confesional. Pesa, intolerablemente, cuando los terroristas pactan treguas y desaf¨ªan al estado entre un coro de aplausos y hasta de brindis nacionalistas (solitaria voz de raz¨®n de la alcaldesa de Sevilla: "no es una buena noticia") mientras cae sobre la ciudad la primera lluvia que anuncia un oto?o que Alberto y Ascensi¨®n no vivir¨¢n. Todo parece invitar a la distancia y al silencio.